Opinión Internacional

Segunda ronda en Perú

EL GANADOR resulta ser el perdedor de las elecciones peruanas. El escrutinio oficial revela que Alberto Fujimori no se ha atrevido a imponer una victoria en la primera vuelta y se ha detenido a unas décimas del umbral exigido del 50%. Habrá, pues, segunda ronda. El serio revés presidencial es lo mejor que podía pasar, probablemente lo único, después de las unánimes denuncias de fraude, dentro y fuera de Perú, y las advertencias internacionales sobre el desenlace de unas elecciones con las que Fujimori estaba dispuesto a perpetuarse sin parar en medios.

Los golpes a la vieja usanza han pasado de moda y están desacreditados en Latinoamérica. En su lugar, Fujimori, que ha dado abundantes muestras en sus 10 años de gobierno de no sentir excesivo aprecio por los usos democráticos, ha recurrido sin escrúpulos al abuso del dinero y el poder del Estado como método alternativo. Ni uno solo de los expertos que han analizado los comicios considera creíble el porcentaje de sufragios (49,79%) adjudicado oficialmente al líder peruano, que ha intentado convencer a los suyos de que es víctima de una conspiración internacional. Antes, ya había violentado la Constitución para legitimar su aspiración a un tercer mandato quinquenal y comprometido la libertad de prensa, forzado la retirada de jueces o utilizado los servicios de espionaje como herramienta personal.

Perú ha quedado dividido estos días en dos campos políticos: pro y anti-Fujimori. El 40% obtenido por Alejandro Toledo, un economista y profesor prácticamente desconocido hasta que fue aupado hace algunas semanas por su identificación con la olvidada mayoría india, debe más a las manipulaciones preelectorales del presidente peruano que a la credibilidad del retórico programa del aspirante o a su tirón popular.

Con independencia de su desenlace, la nueva cita con las urnas, probablemente en junio, será un experimento diferente y más saludable. Deberá cumplir reglas estrictas que satisfagan la exigencia de transparencia e igualdad de oportunidades no sólo de la oposición peruana, sino también de los observadores internos y extranjeros. La comunidad internacional, abanderada por la Casa Blanca, ha presionado esta vez para conseguir lo que consideraba justo. La eventual reelección de Fujimori en circunstancias dudosas pondría a Washington y a los socios regionales de Perú en una situación difícil. Más aún dada su condición de aliado clave en la zona contra el narcotráfico y la guerrilla.

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