Opinión Internacional

Sexo e intriga en UNESCO (I)

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La UNESCO, “una causa noble que contiene el sublime encanto de la desmesura”, debe encontrar, en la Conferencia General del próximo otoño, al conductor que se atreva a dirigirla. Durante la cultura global de la recesión, ante la multiplicación colectiva de la crisis.

El organismo sobrevivió a la monotonía cordialmente gestionaria de Koichiro Matsuura, un japonés respetado que realizó una transparente administración contable. Carente de los desbordes magistrales que caracterizaron las alucinaciones del carismático antecesor, don Federico Mayor Zaragoza.

En realidad, el conductor perfecto de la UNESCO puede encontrarse a través de la síntesis casi ideal. Entre la racionalidad presupuestaria del correcto Matsuura, y las proyecciones imaginarias del creativo Mayor Zaragoza.

Lo cierto es que UNESCO, con ningún conductor, supo encontrar, hasta hoy, un rumbo. Un contenido técnicamente sensato. Para transformarse en la más decorosa inutilidad del sistema colapsado de las Naciones Unidas.

La perceptible intrascendencia, en el plano externo, contrasta con el apasionamiento intensivo de la actividad política interna. Las intrigas, sigilosamente permanentes, atenúan la falta de influencia sustantiva en los ámbitos específicos de competencia. La educación, la ciencia y la cultura. O la patología, altamente autorreferencial, de proponerse construir ”las bases de la paz en la mente de los hombres”. Con resultados francamente moderados. Entre otras imposturas, más caras y menos inofensivas.

Rotaciones

En UNESCO suele rendirse un culto reverencial a la rotación geográfica.

Significa que después del memorable africano Amadou Mahtar M-Bow (del Senegal), o del europeo (aunque sea español) Mayor Zaragoza, y del recatado asiático Matsuura, llega la hora del protagonismo para el Grupo Árabe.

Con abrumadora presión diplomática, Egipto impone, como candidato, a Farouk Hosny. Es el legendario Ministro de Cultura, que despierta resistencias estremecedoras.

Por explotadas cuestiones políticas, entre los occidentales.

Por cuestiones prejuiciosamente culturales, entre los “presionados” representantes árabes.

Otros que aspiran al cetro son los europeos de segunda categoría. Aún suelen reconocerse como “europeos del Este”. Los sobrevivientes de la catástrofe geopolítica de la Unión Soviética. Se preparan candidaturas de destinos acotados. Aventuras diplomáticas que proceden de Bulgaria. O de la pequeña Lituania. Distan de considerarlas, incluso en su grupo regional.

En tercer nivel de preferencia geográfica, avanzan también las expectativas del Grupo Latinoamericano. Aunque ya tuvieron un Conductor, Torres Bodet, un mejicano olvidado con entusiasmo.

El candidato visible, ahora, es Marcio de Souza. Un funcionario brasileño que no se destaca precisamente por su ostensible relevancia intelectual. Se desempeña como virtual Director General Adjunto. Es el segundo de Matsuura, atributo que dista de representar ninguna garantía de eficacia.

Pero aún Barbosa no es el candidato oficial. Del “secretariado”. Aparte, tampoco Barbosa consiguió, según nuestras fuentes, el aval del presidente Lula. El endoso de Itamaraty. Acontece que los brasileños, en general, suelen ser serios, y apuestan a ganador. Es improbable que presenten postulaciones, si no tienen la certeza de resultar vencedores. Y aceptan que hay un peso fuerte instalado en el centro del escenario. Es Egipto. Del grupo regional al que le corresponde, en la ruleta de la rotación.

Ministro de la esfinge

Entonces, la fuente real de las intrigas, se concentra entre las franjas contradictorias del Grupo Árabe.

La decisión tensionante del presidente Moubarak, y especialmente de la señora Suzanne, su esposa, por convertirlo al competente Farouk Hosny en conductor de la UNESCO, obligó al Rey de Marruecos, Mohamed VI, a atemperar las ambiciones protagónicas de la ex ministro Aziza Benani. Una dama, acaso, tan preparada como Hosny, conocedora del entramado de UNESCO y de curriculum irreprochable.

También, por presión de los Moubarak, el Sultán de Omán, Qaboos bin Said, debió desestimar los ímpetus conductores del eterno Mussa. Es Mussa el embajador infatigable de Omán, ante UNESCO, desde hace 25 años. Miembro del Consejo Ejecutivo y presidente de la Conferencia General.

Hosny es un pintor erudito, dulcemente septuagenario, ministro desde hace 21 años. Pero es explicablemente soltero. Se encuentra capitalizado por un delicioso refinamiento ampliamente reconocido, que se transforma -aunque aquí públicamente nadie lo acepta-, en el principal obstáculo. Al menos para erigirse, en el interior del prejuicioso Grupo Árabe, como el candidato de acero.

La hipocresía cultural, en el organismo que venera oralmente la tolerancia, prefiere estimular otras objeciones. Acentúan el desconocimiento de Farouk Hosny acerca del funcionamiento de la estructura. Un drama burocrático que se convierte en su propio tema interminable. Sin embargo puede asegurarse que la traba prioritaria, que se le presenta a Hosny, entre los árabes, para lanzarse “a construir la paz en la mente de los hombres”, consiste en las algarabías de sus presumibles inclinaciones personales. Las que rigen, lícitamente, la orientación de su intimidad.

Pero a la carrera de Hosny, apodado el Ministro de la Esfinge, se le interpone otro obstáculo, menos grave para los árabes, pero insalvable para otras cancillerías. Es la patética consecuencia de un error involuntario, que derivó en una imperdonable falla política. Una catástrofe diplomática.

Fue por una feroz ofensiva, contra Hosny, de cierto líder integrista, de la oposición a Moubarak. Muy próximo, según nuestras fuentes, a los Hermanos Musulmanes. Son los integristas islámicos que conquistaron, en Egipto, un estimable predicamento, sobre todo por su solidaridad hacia el Hamas. A partir del desastroso bombardeo electoral de los israelíes en Gaza, que tanto desacomodó, en el plano interno, a los países árabes que programaban mantener la mejor relación con Occidente. O sea, con los Estados Unidos.

El líder integrista le reprochó, públicamente, a Hosny, porque “en su ministerio había libros israelíes”. Entonces se registró la máxima torpeza de Hosny. La “gaffe” que puede terminar con la ilusión de su candidatura. Respondió Hosny lo peor. Dijo que, en caso de encontrar, en el ministerio, libros israelíes, iba a quemarlos él. Con sus propias manos.

Pero Hosny se quemó, en el exabrupto, con su propio fuego.

En adelante, por orden expresa del matrimonio Moubarak, Egipto decidió multiplicar, ante todas las cancillerías del mundo, los pedidos de apoyo para Hosny. Mientras tanto se intensifican, asimismo, las intrigas en su contra, que se expanden. Circula, al respecto, por los escritorios de Fontenoy y Miollis, un extraño documento sin firma. Aunque es avalado, según nuestras fuentes, por la delegación de los Estados Unidos. Del texto se desprende que Estados Unidos amenaza extorsivamente con volver a retirarse de la organización. La cual, en su momento, debió abandonar. Por otros exabruptos más encendidos, de un mundo que ya, felizmente, fue.

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