Opinión Internacional

Somalia y la herencia de la Guerra Fría

Hace poco, se celebró en Londres una cumbre sobre la crisis política en Somalia, con asistencias de representantes de 55 países. El tema central fue cómo combatir la piratería y el terrorismo, en un país desintegrado, sumergido en el caos y diezmado por la guerra, la sequía, el hambre y el pillaje. El anfitrión fue el primer ministro británico David Cameron, quién en su discurso de inauguración, dijo: “el mundo pagará un precio si ignora a Somalia, la piratería esta interrumpiendo rutas comerciales vitales. Somalia es un país en caos, violento y sin esperanza y amenaza los intereses del Reino Unido y de todos”.

Para Cameron, más allá del apoyo que dará la comunidad internacional al próximo gobierno que se posesione en agosto cuando concluya el mandato de transición, los problemas de Somalia sólo los puede resolver el pueblo somalí.” No estamos para imponer soluciones a un país desde lejos”. De hecho, las opiniones de Cameron están llenas de realismo cuando admite que sólo los somalíes tienen la clave para salir de su encrucijada. Indudablemente, sí los intereses geopolíticos de las potencias dejan de mover sus fichas en Somalia, puesto que el caos que allí se es producto de la herencia de las tensiones que hubo durante la Guerra Fría, entre Moscú y Washington.

Igualmente, fueron acertadas las palabras del canciller británico William Hague al expresar que “no se puede cambiar el caos en Somalia con una conferencia, porque la comunidad internacional no siempre lo ha hecho bien”. Las opiniones del canciller Hague sintetizan una realidad inocultable sobre lo que ha pasado en Somalia desde su independencia.

Somalia durante la Guerra Fría jugó un papel preponderante en las disputas políticas, entre Washington y Moscú por el control del Cuerno de África. En efecto, fue uno de los países que más ayuda militar y económica recibió de Estados Unidos en el África Oriental. En consecuencia, el régimen de Siad Barre que se estructuró de alguna manera alrededor de los postulados socialistas y al ritmo de los intereses soviéticos, terminó siendo un aliado estratégico de Estados Unidos en el Cuerno de África. De allí que las tensiones entre los dos ejes provocaron la intervención militar de Estados Unidos en la década del noventa, pero con la retirada de los soviéticos de Afganistán y el derrumbamiento del régimen moscovita, Somalia perdió importancia en el ajedrez geopolítico de las potencias en el África Oriental.

Pero a raíz del triunfo de los Tribunales Islámicos en su capital, Mogadiscio en el 2006, la invasión de Etiopía a finales de ese año y la expansión de Al Qaeda en el Cuerno de África, al igual que el crecimiento de las inversiones de China en la región, volvió a ser un epicentro de los intereses estratégicos de gringos y británicos en el Cuerno Africano.Estados Unidos con el sofisma de apoyar la libre circulación de la ayuda humanitaria y la lucha contra el terrorismo volvió ha desarrollar operaciones militares directas en suelo somalí, bajo la mampara de la ONU para proteger sus intereses.

Y como lo analiza Ignacio Gutiérrez de Terán, un experto en estudios Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid: “la política exterior de Estados Unidos hacia el movimiento islámico en Somalia ha consistido, desde el inicio del siglo XXI, en evitar su transformación en una fuerza efectiva” y no desea la reedición de un Estado fuerte y por eso mantiene en vigor la carta de las entidades autónomas”. Este es un asunto clave para entender el caos institucional que sufre Somalia

 

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