Opinión Internacional

Sudamérica convulsa

DOS países latinoamericanos, Perú y Bolivia, han entrado en crisis. Las causas pueden parecer distintas, pero los dos escenarios no son tan distantes. Perú está convulsionado por los avatares de la primera vuelta de las elecciones presidenciales que enfrentan a Alberto Fujimori, el presidente saliente, y a Alejandro Toledo, el populista que le disputa el cargo. En Bolivia la chispa que ha provocado el estallido -de momento, seis muertos- ha sido un alza del 300 por ciento del precio del agua potable. Pero en uno y otro caso las crisis son mucho más extensas.

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones peruanas han dado pábulo a las interpretaciones más graves sobre el carácter político del populista Fujimori. Los sondeos a pie de urna, que en principio daban la victoria a Toledo, no son por definición infalibles, pero el hecho de que los primeros resultados extraoficiales se apresuraran a dar una ventaja sustancial a Fujimori invita cuando menos a la sospecha. Fujimori habrá ganado la primera vuelta, pero las acusaciones de fraude han puesto en segundo lugar su victoria. Y la segunda vuelta, con la eliminación de los otros candidatos, se presenta como una oportunidad, si la limpieza es respetada, para Alejandro Toledo, otro populista por el que el electorado parece ahora inclinarse tras la crisis en la que se ha sumergido el país.

Perú no es exactamente Bolivia, pero ambos tienen en común una pobreza crónica que afecta a la mayor parte de la población. En Bolivia, la corrupción y los continuos golpes de Estado, más de 160 desde la independencia, dejaron una grave secuela: la desesperación por la incapacidad de las autoridades civiles o militares para salir del agujero. Y esto es también válido para el actual presidente, el general retirado Hugo Banzer, ahora demócrata converso pero antes, de 1971 a 1978, dictador que llegó al poder con un golpe y fue descabalgado por otro.

Banzer se vistió con la camisa populista para ganar la presidencia en 1998. Igual que Fujimori, que se hizo con el sillón en 1990. Ambos triunfaron con la promesa de romper con las prácticas políticas tradicionales. Pero el resultado ha sido un fracaso. Perú y Bolivia parecen haber retrocedido en el tiempo a los convulsos años sesenta y setenta. La historia, como la desigualdad extrema, no ha llegado a su fin en Latinoamérica.

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