Opinión Internacional

Todos o ninguno

Nada Personal
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La actitud del periodista cubano Guillermo Fariñas de rechazar la oferta del Gobierno de España, que le propuso trasladarse a esa nación para recuperarse de los estragos de una huelga de hambre de más de un mes, es un indicio de la fuerza y la unidad que está alcanzando la oposición interna al régimen de Raúl Castro.

Fariñas respondió con firmeza que sólo iría a España si con él viajaban otros 26 prisioneros políticos que igual están enfermos en las cárceles de Cuba, dejando claro que su huelga, antes que un asunto individual, representa el clamor de cientos de cubanos encerrados en calabozos y de millones que, sin estar tras las rejas, son prisioneros en una isla donde sus derechos humanos son irrespetados.

Aceptar que un avión ambulancia llegara desde Madrid para sacarlo de la isla, en momentos en que una infección ponía en mayor riesgo su vida, “sería usar el dolor” de los otros opositores que, como él, “están siendo asesinados lentamente en la cárcel”, dijo Fariñas.

La oposición en Cuba está pidiendo apoyo al mundo, que otras naciones observen la represión que sufre la población de la isla y los gobiernos actúen con posiciones firmes, conforme los derechos humanos que dicen defender. No se trata de que España extienda la mano a un disidente por humanismo, sino que condene la política de Castro y pida la libertad de todos los presos.

Es importante recordar que Fariñas asumió la huelga de hambre tras morir Orlando Zapata Tamayo, otro prisionero político, quien pasó 85 días sin ingerir alimentos en protesta contra la dictadura castrista, que predomina en Cuba desde hace 51 años.

En términos simbólicos, Fariñas tomó la bandera de libertad que alzó Zapata hasta su muerte, en nombre de los presos políticos, que según la disidencia cubana son al menos 200, entre ellos 27 periodistas independientes cuyo delito fue informar lo que ocultan los medios de comunicación oficiales, los únicos permitidos en la isla.

Sólo ahí tenemos la violación de Castro al artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

Aunque Castro ha tratado de descalificar a la disidencia, llamando delincuentes o lacayos del imperio a prisioneros como Zapata o Fariñas, las protestas de éstos han hecho más evidentes, ante el mundo, las violaciones a los derechos humanos en Cuba.

Hace tres semanas decenas de mujeres, entre esposas, madres y parientes de los prisioneros políticos, organizadas en el movimiento de las Damas de Blanco, hicieron una jornada de protestas sin precedentes en La Habana, donde marcharon durante siete días consecutivos exigiendo la libertad de los presos.

Fuerzas de choque castristas acosaron a las Damas de Blanco desde el primer día, con ofensas y amenazas, y al ver que no conseguían disolver sus marchas, les lanzaron a la policía para que las golpeara, pero las mujeres continuaron protestando. Fue una manera de decirle a Castro “ya perdimos el miedo a la represión y a la muerte, la libertad es más importante”.

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