Opinión Internacional

Tramó Lula tras la Dilma candidata

Faltan 20 meses para las presidenciales de 2014 pero el Partido de los Trabajadores (PT), visiblemente apurado, el miércoles 20 bajó la bandera a cuadros y lanzó la candidatura de Dilma Rousseff para un segundo mandato. ¿Por qué el petismo anticipa la campaña? Podría argumentarse que es para congelar la mejor de las fotos: Dilma es la presidenta con mayor índice de aprobación en la historia de Brasil.

Pero también podría agregarse que se busca pasar rápido los cuadros de la película: los títulos en noticias económicas no vienen con el optimismo esperado y otros, como los referidos a los aprestos (también apurados) para el Mundial 2014 y los Juegos Olímpicos 2016, podrían acarrear otra oleada más de denuncias en un país saturado tanto por las del «mensalao» (dádivas parlamentarias en 2005) como por las que desató desde 2011 el operativo «fajina» (limpieza anticorrupción) de la actual presidenta. Por eso, para preservarse, el PT decidió dejar blindada de una vez la candidatura a reelección de Dilma.

El anuncio de Dilma II llegó después de una bandera -esta vez, blanca- dentro de la interna del PT (traducido: las rencillas en sordina entre ella y su antecesor y mentor, Luiz Inácio Lula da Silva). Es que la escoba de la presidenta hurgó en tantos rincones de corrupción que la polvareda terminó con el recambio de ocho de sus ministros pero también ensuciando la gestión de Lula. De allí que, desde mediados de 2012, un líder repuesto del cáncer y otra vez en carrera nunca depuso del todo su candidatura. «Mi única hipótesis de ser candidato es si Dilma no se candidatea», repitió hasta el cansancio en velada amenaza.

Así, la hipótesis de Lula candidato se enterró el 1 de febrero, en coincidencia (esta vez, temporal) con el nombramiento de Renan Calheiros (del aliado PMDB) en la presidencia del Senado. La vuelta de este senador por Alagoas al cargo -desplazado por denuncias de corrupción en 2007 e investigado por el Supremo Tribunal de Justicia-, no sólo refrendó la alianza del PT con el partido más extendido en el tablero electoral brasileño. También fue el anuncio tácito de que el dilmismo optaba por esconder, por ahora, la basura bajo la alfombra.

La anticipada candidatura de Dilma tiene, además, otro motivo: blindar cuanto antes la «base aliada». Y no es por temor al Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB, el mayor de la oposición cuyo referente es Fernando Henrique Cardoso), que a fines de mayo tiene previsto consagrar a su candidato natural, Aécio Neves. Ni tampoco reforzar al PMDB, que aportó masa electoral además del vicepresidente Michel Temer. Lo que se busca es sacar de la cancha y «dormir» en el banco de suplentes a Eduardo Campos, líder del aliado PSB (Socialismo), y gobernador de Pernambuco. Campos fue reelecto en 2010 con el 82,5% de los votos, récord que lo posicionó como referente máximo e indiscutido del nordeste brasileño. Y asimismo, como alternativa y variable del PT dentro del arco del centro-izquierda.

«Le pusieron esposas de plata», dijo a este diario Thiago M., un calificado analista dentro del petismo, quien asegura que Campos arrastra ese 30% de votos nordestinos que se precisan para ganar una presidencial. Mientras que en Brasilia se rumorea que para Dilma II podría ir Campos como vicepresidente, también se sabe que eso entrañaría la ruptura con el PMDB (ayer se hablaba de un posible trade-off en el que el Gobierno apoyaría una eventual candidatura 2014 de Michel Temer en San Pablo). «Ser nordestino tiene dos caras», agrega el analista del PT, «porque suma votos pero también genera rechazo en las cúpulas políticas». «Campos está hoy atrapado: si se corre a la derecha, lo verán como un nuevo Collor de Mello (también nordestino); si se queda donde está, deberá ir a la sombra del paraguas del PT, que para seguir en vigencia está en un proceso de crowd-out hacia todo el arco del centro-izquierda», concluye.

El lanzamiento de Dilma II fue en los festejos por los 10 años del PT en el poder y los 33 de existencia. Dilma presidió el estrado de la mano de Lula, quien la presentó como «la luz que ilumina Brasil». Campos, invitado al evento, justificó su ausencia en «problemas de agenda». Quien sí se mostró, y en primera fila, fue José Dirceu, exjefe de la Casa Civil con Lula y condenado a prisión por el «mensalao».

Después de los gestos conciliatorios en 2012 de Dilma hacia la oposición (entre ellos, saludar a Cardoso en su cumpleaños, además de reconocerle las bondades del plan real, que luego heredaría Lula), el día de su lanzamiento a la «re» dio un giro de 180 grados: «Nosotros no heredamos nada; construimos», dijo. Y en su discurso abundaron los «nunca antes en este país», una de las frases favoritas de Lula en campaña, tanto para sus dos presidencias como para la de Dilma en 2010.

¿Un déjà vu? Seguramente: detrás de la campaña de Dilma II está Joao Santana, el factotum «marqueteiro» para las tres presidenciales hasta ahora ganadas por el PT. Y, para no perder entrenamiento en campañas para líderes «fundacionales», viene de hacer la presidencial de Hugo Chávez. Tan polarizada como promete ser la brasileña.

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