Opinión Internacional

Tunéz: la primera revolución de los internautas

El presidente de Túnez, Zine al Abidine Ben Ali, ha abandonado el país; en su lugar,  el primer ministro, Mohamed Ghannouchi, ha anunciado, en la televisión estatal, que asume el cargo de presidente interino y el Ejército ha tomado el control del país. Ha sido la noticia de la semana; mientras tanto, se ha decretado el Estado de emergencia y se ha impuesto el toque de queda. El temor, que desde el extranjero ha devalado la oposición, es que se esté fraguando un golpe de estado. Lo cierto es que la violencia continúa.  

 

Para situar en contexto el tema, hay que indicar que el Presidente saliente de Túnez, está en el poder desde 1987, Zine al Abidine Ben Ali;  llegó tras un golpe de Estado enmascarado con rizos constitucionales, después de que el primer presidente del país, Habib Bourguiba, fuera declarado incapaz por su supuesto estado senil.  Tunéz, hasta bien entrado en siglo XX, fue una colonia. La independencia de Francia le llegó en 1956 y Bourguiba aplicó una serie de normas liberales que tuvieron incidencia sobre todo en la mujer: emancipación, abolición de la poligamia y educación gratuita y obligatoria.

 

En tal sentido, ese despertar de Túnez a la libertad, ha sido visto por Occidente como una oportunidad para presentar un país modelo en el mundo del Magreb (región del Norte de África que comprende los países de Marruecos, Túnez y Argelia, aunque más modernamente se incluye también a Mauritania, Sáhara Occidental y Libia), que está inmerso en la vorágine capitalista. Ben Ali debería haber entregado el poder  en el 2004, pero cambió la Constitución para poder permanecer durante dos legislaturas más, es decir, hasta 2014.

 

En Tunéz la familia de Ben Ali asumió un cuerpo autoritario y dictatorial; esto arrojó  una ola de protestas significativa que se inició el 17 de diciembre del 2010, cuando Mohamed Bouazizi, un joven universitario en paro, se inmoló en Sidi Bouzid muriendo unas semanas después como medida de protesta. El joven estudiante se dedicaba a la venta ambulante de fruta y verdura, pero un policía le abofeteó públicamente y las autoridades locales le prohibieron seguir con su actividad. La muerte trágica de Bouazizi, fue el detonante de unas protestas que comenzaron en esa misma ciudad y se extendieron por todo el país después, con los estudiantes a la cabeza levantados por la alta tasa de paro (en torno al 15%) y por el ascenso en los precios de los alimentos.  Así mismo, la economía de Túnez, basada en dos pilares, el turismo y la agricultura a pequeña escala, con una población muy joven, con el 55% de la población menor de 25 años, generó un caldo de cultivo volátil que aunado al uso de las redes sociales de Internet, organizó un frente de lucha que debilitó el liderazgo y legitimidad del régimen.

 

El problema, si se busca un aspecto puntual, viene desde la raíz, ya que precisamente la obligatoriedad de la educación ha creado un alto número de licenciados universitarios con un número de puestos de trabajo disponibles excesivamente bajo. Al verse privados de una oportunidad laboral, los jóvenes tunecinos han tenido que tomar varias alternativas: o la emigración a Europa, con las consecuentes trabas por una legislación cada vez más restrictiva, o la formación práctica orientada a la agricultura.

 

El Gobierno de Ben Ali reaccionó de manera violenta contra los manifestantes, desplegando desde el primer día un dispositivo policial sin precedentes y autorizando a los agentes a disparar; para deslegitimar las protestas, Ben Ali llegó a decir que habían grupos infiltrados de agentes extranjeros que quieren desestabilizar el país, e incluso  alertó sobre una supuesta acción de grupos islamistas para derrocar al Gobierno. La policía dejó a su paso un centenar de muertos, pero ello, en vez de amilanar las protestas, las hizo multiplicarse,  alcanzando llegar a la capital Tunéz. Ben Ali dio marcha atrás y en un discurso público prometió la creación de 300.000 puestos de trabajo, una promesa que ha sido tomada como una cortina de humo para apaciguar los ánimos.  Con las primeras críticas de la comunidad internacional por la represión contra los manifestantes, Ben Ali decidió destituir al ministro de Interior que había autorizado a la policía usar armas de fuego y desplegó al Ejército por la capital, decretando, como se indicó ya, un toque de queda, el cual tuvo la característica de no ser respetado. El Gobierno de Ben Ali, acusado de corrupción, emitió también un compromiso de dar inicio a una serie de investigaciones que sanearan la administración pública, pero eso de nada sirvió, se vio obligado a dimitir y con ello se propulsó una serie de cambios que aún están en movimiento.

 

El edificio de la censura que Ben Alí construyó en Tunéz empezó a agrietarse en 1997, cuando unos tunecinos ávidos de quitarse la mordaza accedieron a internet. Poco podía saber el régimen, que se jactaba después de ser el primer país africano y magrebí en haberse conectado a la red, que el día en que el primer ciudadano de su país entró en ella se había plantado la semilla de una herramienta que ha sido clave en la caída del dictador.  «Esta ha sido la revolución de Facebook», reconoce Tarek Chaabouni, uno de los dos únicos diputados que el partido de oposición Ettajdid tiene en el Parlamento Nacional. Los hechos le corroboran: frente a unos medios de comunicación clásicos sometidos a la propaganda oficial, las redes sociales, los blogs y las webs críticas han sido el canal utilizado por los tunecinos para informarse y denunciar los abusos del régimen desde el inicio de las protestas. Páginas web como Nawaat, cuya vocación declarada es contrarrestar la propaganda de las autoridades, han sido claves en la denuncia de las muertes de manifestantes a manos de la policía. Cuando el Gobierno tunecino reconocía sólo tres muertos, los vídeos, los testimonios de los familiares y las fotos de los heridos que difundía este sitio contribuyeron a que las autoridades tuvieran que reconocer que las víctimas eran muchas más. Si internet resultaba difícil de censurar, en el caso de redes sociales como Facebook ha sido casi imposible; y es por este motivo que se reconoce al movimiento social de Tunéz como una de las primeras revoluciones movidas por internautas. Tal cual lo expresa una de las protagonistas virtuales, Lina Ben Mhenni, bloguera de 27 años; su blog A Tunisian Girl, fue censurado durante dos años, expresa que: «las redes sociales han tenido un gran papel en esta revolución y ello ha sido posible porque, en mi país, existe ya una cultura de este tipo de medio de comunicación». Los datos avalan su afirmación: Túnez tiene la tasa de conectividad a internet más alta del norte de África, con un 4,12% de los hogares, según datos del ministerio de Comunicación. De los poco más de diez millones de habitantes, casi tres millones son internautas habituales.

 

 

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