Opinión Internacional

Un Quijote en Buenos Aires

Percibimos que las conexiones que existen entre Argentina y Venezuela van bastante más allá de las que deben sucederse y son deseables entre países que merezcan ese apelativo y respeten su condición. Las relaciones que se han establecido entre Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Argentina, Ecuador y Brasil, creemos que distan de respetar la nacionalidad y la soberanía de las naciones. Más bien parecen una organización de franquicias. El orden en que hemos colocado a los seguidores, expresa nuestra opinión de la forma en que se siguen los dictados del otorgante. 

         Un pernicioso ejemplo lo tenemos en los incidentes que ha tenido la batalla que se planteó en Buenos Aires, entre la monarquía K y el Señor, si, con mayúscula, Martín Redraro, quien desde 2004 desempeñó la función de Presidente del Banco Central de la República Argentina.

         Siguiendo los pasos que se dan en Venezuela, la monarquía K ha abierto varios frentes que coinciden, tanto en los objetivos como en los métodos, con los atropellos que Miraflores, a través de sus lacayos del Capitolio, infringe a la sociedad venezolana.

         En Caracas, desde Miraflores, se instruyó al sumiso pseudo congreso que aprobara, con la velocidad de Armin Harry, una desgraciada reforma a la ley que rige los pasos del Banco Central de Venezuela, para convertirlo en una dependencia del ejecutivo nacional.

         El majestuoso y respetado Banco Central de Venezuela que crearon Simón R. Egaña y Alberto Adriani comenzó a recibir los embates del poder ejecutivo desde aquellos ya lejanos días del año 1974.

         Los autores de la reforma legal de entonces, modificaron la conformación del capital y de la asamblea del banco y transformaron una institución de capitalización y deliberación mixta, donde la mitad del capital y de su organismo rector era privada y la otra mitad, en consecuencia, era pública, en un instituto de total dependencia del gobierno de turno.

         Para bien o para mal, este cambio de la naturaleza y sistema de gobierno en el Banco Central de Venezuela fue respetado, hasta cierto punto, por los gobiernos que se sucedieron entre 1974 y 1998. A pesar de que el Directorio del BCV era entonces una parcela que se sembraba desde Miraflores, allí se debatía y se actuaba con la mira puesta, generalmente, en los intereses de la nación y con preponderancia en las funciones fundamentales de todo banco central que se precie: Defender al estabilidad monetaria y tener ojo avizor sobre el movimiento de las variables macroeconómicas de la nación con el fin de recomendar al ejecutivo las mejores opciones para el futuro del país.

         En el tiempo transcurrido desde 1999 hemos visto como, el otrora importante Banco Central de Venezuela, se ha transformado en una oficina de estudios y decisiones que depende directamente de los deseos del dictador y de sus lacayos.

         En la Argentina de los K, está sucediendo lo mismo. Hernán Martín Pérez Redraro, joven economista de 48 años de edad, ha blandido la espada del cumplimiento de la Ley que rige las funciones del Banco Central de la República Argentina y con algunos escarceos que ponen cierto adorno al funcionamiento de la justicia y de otras instituciones, la señora Kirchner lo defenestró de su posición porque se opuso a que se utilizaran reservas nacionales para constituir un fondo de pomposo nombre para pagar compromisos internacionales de la nación y porque también se opuso a que el BCRA se trasformara en una dependencia de la Tesorería Argentina.

         Los incidentes sucedidos, donde el Señor Redraro ha defendido a capa y espada el contenido de la Ley que lo obliga y los escarceos de la justicia, han tenido como epílogo que el ejecutivo donde reina la Regente K consumó la defenestración de Redraro con el silencio cómplice del Congreso que es la fuente de designación del Presidente del Banco Central de la República Argentina. La política venció ante la legalidad.

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