Opinión Internacional

UNASUR y las conversaciones de paz

Serán conversaciones de paz sin otro objetivo que el rescate de la República, el desmontaje de los organismos represores, la salida del país de las fuerzas invasoras, la liberación de todos nuestros presos políticos y el saneamiento de todas las instituciones. Serán conversaciones para permitir la transición a la democracia. No para afianzar la dictadura.

1 No ha sido pródiga Venezuela en defensores de su integridad territorial. Ha sido pródiga en revoluciones, en desangramientos intestinos, en cruentos enfrentamientos grupales, ambiciones desaforadas, devastaciones y toda clase de catástrofes que la han empobrecido hasta la indigencia más absoluta. Lo que la ha debilitado al extremo, haciéndola fácil presa de la voracidad anhelante de sus vecinos. Con no pocos buitres al acecho. Así hemos perdido porciones inmensas de territorio, sin que al asaltante le haya costado una sola vida. Los lobos que nos han saqueado territorios enteros mordisquearon sin encontrar la menor resistencia. Pero ay de aquel que quisiera disputarle una acequia, una colina o un pueblito a un caudillo regional: provocaba matanzas aterradoras. Fueron las más de cien revoluciones que nos asolaran durante todo el siglo XIX.

Creo que fue Rómulo Gallegos quien resaltó esa insólita contradicción inherente al pueblo venezolano: belicoso, pero no belicista, guerrero, no guerrerista, agresivo pero contra sus hermanos, criminal, pero blandiendo la lanza o el machete contra la otra facción, el otro caudillo, la otra montonera. Los venezolanos se han descuartizado entre ellos, pero han permitido que las hienas del vecindario llegaran al final del combate a arrebatar los despojos.

 

Es otra característica de nuestra malhadada idiosincrasia que ha revivido en forma casi paradigmática de la mano del teniente coronel y sus comacates: quien llegara amenazando con freír cabezas de adecos y copeyanos propiciando la mayor mortandad entre venezolanos –un cuarto de millón de muertos– y desatando el canibalismo de la barbarie nacional entre hermanos, entregando simultánea y graciosamente la tuición, explotación, abuso y expoliación de nuestro territorio al colonialismo castrista. Mezquino por dentro y entreguista por fuera: el infeliz sino de nuestra nacionalidad.

Vuelven a alebrestarse los buitres al acecho y ya le dan mordiscos y picotazos a nuestras riquezas aprovechando esa doble condición de belicosos cobardes y guerreros lacayunos. Los cubanos nos han arrebatado decenas de miles de millones de dólares, a la cabeza de la jauría forista. Argentinos, nicaragüenses, brasileños, ecuatorianos, bolivianos y, sobre todo, los cubanos se han ensangrentado los colmillos devorándose nuestras riquezas. Y no hablemos de nuestros territorios otrora en disputa: le hemos entregado a los Castro lo que nos han exigido, para saciar sus ansias de dominio sobre el Caribe. La Guyana Esequiba, desde luego. Y según se rumorea, hasta medio golfo de Venezuela a los colombianos, para acallar rumores que demostrarían la auténtica nacionalidad de Nicolás Maduro.

2 ¿No son razones suficientes para alimentar la indignación de nuestros jóvenes, que ven perderse en la ignominia de un régimen forajido y entreguista las riquezas que les serán necesarias para reconstruir un país esquilmado, violado, humillado y ultrajado por la voracidad del castrocomunismo?

No es malo que los mandatarios que hacen vida en Unasur y se ilusionan con sacar provecho de nuestra grave crisis agarrándose su porción en el reparto que les promete el traidor que asaltó el poder por la infamia del moribundo, tomen conciencia de que no la tendrán fácil. Defenderemos nuestra patria, si fuere necesario, con nuestras vidas. Pero no nos dejaremos arrebatar nuestra mayor querencia: Venezuela.

Es tan aleve el comportamientos de los presidentes reunidos en Santiago de Chile para la juramentación de la socialista Michelle Bachelet, al parecer segunda parte del encuentro celebrado recientemente en La Habana con ocasión de la Celac, tercera de la de presidentes en Santiago a comienzos de 2013 y culminación de la absoluta indiferencia de los países miembros de la OEA, notable excepción hecha de Panamá, en su más reciente asamblea extraordinaria, que cabe preguntarse muy seriamente si detrás de este desinterés, que encubre una verdadera traición a los derechos que les asisten a las fuerzas democráticas que luchan denodadamente por restaurar la República en perfecta concordancia con su Carta Democrática, no se encuentra una estrategia concertada para entronizar un régimen castrocomunista en Venezuela y bloquear el desarrollo de fuerzas democráticas en toda nuestra región.

La homogeneidad en la defensa de los postulados y propósitos del Foro de Sao Paulo en la mayor parte de los países de la región no dejan otra explicación a la actitud contraria a las reivindicaciones democráticas de nuestro pueblo que la decisión forista de imponer el socialismo en América Latina. Por sobre las diferencias tácticas en la implementación de dicha estrategia, poco importa el estado de desarrollo en que se encuentra dicho proyecto en función de las condiciones históricas específicas de cada país. Ya surgen voces en Argentina que ven implementarse leyes y medidas de orden público y fiscal ya implementadas anteriormente en Venezuela y no faltan los analistas políticos que temen por una agudización de las contradicciones que apunta hacia un modelo chavista de control social del poder. Está por verse el desarrollo de la situación sociopolítica en Chile, pero dado el enfrentamiento entre las fuerzas de centro y el Partido Comunistas, por una parte, y sectores radicales del Partido Socialista en el interior de la Nueva Mayoría, por la otra, como quedara de manifiesto con ocasión de la cancelación de la visita programada de Nicolás Maduro y las acciones violentas de sectores radicales de la Nueva Mayoría contra la sede de la Democracia Cristiana, es perfectamente posible presagiar fricciones y roces que conduzcan a una crisis interna y la imposición de una línea acorde con el perfil duro de socialista clandestina educada en la RDA de la primera mandataria. Es su segundo y último mandato: nada tiene que perder. Nada garantiza lo contrario.

3.- Nuestros temores a una radicalización de las aspiraciones foristas dominantes en la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos se ven confirmados por la reciente declaración de los miembros de Unasur. La ausencia de la menor mención de las graves y luctuosas violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno ya abierta y declaradamente dictatorial de Nicolás Maduro –no se explica de otra manera la brutal represión que ya cuesta 25 vidas y el uso de métodos represivos desconocidos en la historia de Venezuela–, así como la decisión en contrario de venir a respaldar su gobierno ofreciendo su participación en procesos de diálogos que no existen, demuestra a las claras la injerencia de dicho organismo a favor de una de las partes en conflicto en nuestra grave crisis. Sin hacer mención de tal crisis, ya Unasur falló a favor del régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Un gravísimo precedente político jurídico a tomar muy seriamente en cuenta.

Tanto más grave resulta dicha declaración, cuanto que auspiciada por un gobierno que no llevaba 24 horas en funciones. Demarca la línea de acción en materia internacional que, como lo señalara expresamente la socialista Bachelet, pretende superar lo que ha considerado un alejamiento del país frente a sus vecinos latinoamericanos. ¿Constituye un reconocimiento expreso a su decisión de alinearse en forma más activa y decisoria en las líneas estratégicas e injerencistas del Foro de Sao Paulo y las líneas que en política internacional vienen siendo fijadas desde La Habana?

La presencia del canciller venezolano en las discusiones de Unasur que culminaran con ese espaldarazo a las acciones represivas del gobierno de Nicolás Maduro y la notable ausencia de relatorías e informes sobre la verdadera situación que se vive en nuestro país –ni una sola mención a los ya entonces más de veinte asesinatos, cientos de heridos y detenidos entre los jóvenes manifestantes– habla a las claras de la unilateralidad de la decisión acordada. Da por hecho la existencia de un diálogo que solo existe en la imaginación de Nicolás Maduro, al que se han negado unánimemente todas las fuerzas democráticas activas que incluso podríamos calificar de beligerantes; fija una fecha sin precondiciones para su llegada al país y da por supuesto su alineamiento a favor de quien reconocen como un presidente democrático dotado de plena legitimidad de origen y desempeño. Ya Insulza lo dijo sin ambages: la OEA no intervendrá en Venezuela. Su Carta Democrática no aplica en nuestro caso. Vale decir: para Venezuela –no para Honduras o Paraguay– es letra muerta.

Sin duda: la gravedad alcanzada por la crisis, en gran medida agudizada por la decisión de aplicar la brutal violencia de regímenes abiertamente totalitarios para reprimir las acciones civiles con el empleo de las fuerzas armadas, policiales y parapoliciales, en las que muchos observadores suponen con suficientes elementos probatorios la presencia de numerosos contingentes de miles de soldados profesionales cubanos llegados al país y cuya afluencia no ha cesado desde sus inicios –ya se cuenta un soldado cubano muerto en dichas acciones, cuyos restos fueran rápidamente repatriados a su país de origen–, y perfectamente previsible dada la amplitud y profundidad alcanzada por la rebelión abierta, militante y combativa de todos los sectores del país, terminarán por obligar al régimen a buscar conversaciones con la jefatura de esta auténtica insurrección popular.

Llegará el momento de las conversaciones. Pero no será ni el Foro de Sao Paulo, ni la Unasur ni ningún organismo al servicio del régimen el encargado de fijar fechas, objetivos y condiciones. Ni tendrán por objeto calmar las aguas y permitir la entronización del castrocomunismo en Venezuela. Serán conversaciones de paz sin otro objetivo que el rescate de la República, el desmontaje de los organismos represores, la salida del país de las fuerzas invasoras, la liberación de todos nuestros presos políticos y el saneamiento de todas las instituciones. Serán conversaciones para permitir la transición a la democracia. No para afianzar la dictadura.

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