Opinión Internacional

Uribe juega ajedrez

Este artículo lo escribí en abril de 2008 y esperaba un momento oportuno para publicarlo, el cual en mi opinión, es este. Lo dejo exactamente como lo redacté, y solo agrego que con toda la admiración que le tengo al presidente Álvaro Uribe, no estoy de acuerdo con que opte por otra reelección presidencial puesto que parte esencial de la democracia es la alternabilidad en el poder.

Álvaro Uribe es una figura polémica cuando se mira bajo el lente de las ideologías. Están aquellos que por considerarlo el único estadista de un continente que desde Canadá hasta el cono sur se encuentra huérfano de liderazgos serios y coherentes, son indiferentes a serios escándalos que han ocurrido durante su gestión, y no faltan quienes lo demonizan, ignorando sus grandes éxitos políticos y militares contra las crueles y violentas FARC, añorando los tiempos cuando los guerrilleros eran idealistas – si bien igual de criminales que hoy en día – y las revoluciones no eran solo los giros de discos rayados hablando mal de Bush para explicar todos los males de sus naciones y del mundo.

Dejando de lado las pasiones de los defensores a ultranza del neoliberalismo y de los obsesivos adoradores de tiranos, siempre y cuando tengan un discurso de izquierda, el presidente colombiano ha hecho muy bien el trabajo principal para el cual fue electo: debilitar a la guerrilla hasta el punto de reducir considerablemente su operatividad bélica; desnudar su naturaleza perversa y acabar con el mito de ser una supuesta alternativa para construir una nación más justa y pacífica; lograr que quienes las financian y apoyan se quiten las máscaras y queden al descubierto con propuestas de reconocerlas como fuerzas beligerantes y evocando minutos de silencio por sus “revolucionarios” caídos; desarmar a la mayor parte de los grupos paramilitares, y con todas las deficiencias, haber logrado que Colombia dé algunos modestos pasos en la mejora de sus condiciones de vida.

En la cruda y terca realidad latinoamericana, Uribe, que juega ajedrez cuando la mayoría de los jerarcas vecinos improvisan golpes de boxeo o juegan con cartas de póquer, ha demostrado, para gusto de sus admiradores y despecho de sus detractores, que es un líder eficiente, creativo, que sabe cuando arriesgar y cuando negociar, cuando seguir la corriente y cuando poner freno a quienes creen que puedan manipularlo, y los hechos van demostrando que su liderazgo no es mediático ni su popularidad un regalo del cielo ni de una tierra que expela oro negro o emisiones minerales.

Ojalá que llueva más café, de la calidad del colombiano, en Latinoamérica.

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