Opinión Internacional

Uribe vs. Chávez: la estrategia del conflicto

Sin pretender hacer un análisis profundo sobre la tensa situación diplomática entre Colombia y Venezuela, queremos plantear nuestra opinión desde un punto de vista disciplinado por la Ciencia Política, en general, y por los estudios estratégicos en materia de relaciones internacionales, en particular.

Para comprender la crisis diplomática colombo-venezolana es necesario deslastrarse de todo dogmatismo nacionalista y prejuicio partidista. Debemos tratar de entender la situación como un juego estratégico en el cual dos actores intentan demostrar su poder político con relación al otro. Como todo juego estratégico en el fondo subyace el deseo primitivo a la victoria, por medio de la exhibición pública de capacidades propias que limiten las ajenas.

No resulta sorpresivo para nadie que se encuentre medianamente informado, y que tenga como hábito apelar al sentido común como herramienta para elaborar sus razonamientos, que un alto jerarca de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) participara en un evento político internacional auspiciado por el gobierno del Presidente Chávez. Tampoco es sorpresa que dicho jerarca contara con la nacionalidad venezolana, no sólo por resultar evidente el desmontaje institucional del Estado venezolano y la primacía de criterios partidistas en el desempeño público, sino porque la actividad política internacional de Rodrigo Granda tenía como imperativo la libre circulación de éste como representante del grupo insurgente colombiano.

La captura de Granda en Venezuela tiene implicaciones jurídicas internacionales claras: existió complicidad entre elementos de seguridad nacional con una potencia extranjera para realizar labores policiales en territorio venezolano, sin la notificación a las autoridades competentes del Estado. No obstante, y para efectos de claridad cognitiva, debemos interpretar los hechos desde una perspectiva más politológica, es decir, atendiendo más a los hechos y voluntades en la búsqueda de un mejoramiento en la posición de poder que a la norma racionalizada del Derecho Internacional Público.

En el fondo del hecho de la captura descansa la voluntad del gobierno colombiano para lograr sus objetivos de erradicación de los movimientos armados que debiliten al Estado y planteen como objetivo el desplazamiento de la clase política dominante. El mismo Presidente Uribe y su gabinete conocen las inclinaciones del gobierno venezolano en cuanto al sostenimiento de fuerzas continentales que adversen al statu quo, asentado con el fin de la Guerra Fría, es decir, Chávez y sus co-partidarios se plantean como meta –en gran medida con un carácter teleológico- la superación de lo que resta del orden internacional unipolar y de los elementos que él implica.

Dentro del juego de poder, el gobierno colombiano procuró completar una operación que estimó importante para perturbar al liderazgo insurgente, pero con la misma maniobra buscó la manera de demostrar la capacidad de actuar por sobre el gobierno venezolano, aliado táctico en materia energética y comercial pero adversario político-estratégico. Lo que se trató de mantener sólo en el conocimiento de los gabinetes y altos mandos colombo-venezolanos se hizo público cuando las FARC reclamó a Venezuela la falta de custodia dada a su “canciller”. De no haberse hecho pública la captura de Granda en Caracas el gobierno de Chávez habría tenido que manejar la situación de manera discreta, sin tener que admitir la falta de cohesión en las fuerzas de seguridad del Estado con respecto a la tendencia política de la clase gobernante en Venezuela.

Ante la demostración de poder colombiano –que muchas veces se puede lograr con una demostración de debilidad del otro- el gobierno de Chávez se ha visto obligado a salvar al menos parte de su orgullo decretando un cierre del comercio binacional, que no puede ser total a menos que se asuma la posibilidad de soportar el costo económico de una sensible reducción del intercambio transfronterizo entre economías nacionales integradas en alto grado. Ofrece Chávez una salida a Uribe al declarar que no cree que el presidente colombiano estuviese al tanto de la operación, esta concesión de la duda razonable es artificial y únicamente plantea una alternativa que no comprometa a Uribe para que éste se sienta con una relativa libertad de acción al momento de una potencial rectificación. Sin embargo, las diferencias político-estratégicas parecen estar cobrando mayor fuerza, ya que Uribe ha declarado haber tenido conocimiento pleno de la operación y la ha justificado. La posición dura de auto-obligación colombiana cierra la posibilidad de un acuerdo, dadas las actuales circunstancias, con lo cual queda muy perjudicada la imagen del Estado venezolano como unidad político-territorial con capacidad de controlar a sus fuerzas de resguardo de la soberanía.

El juego estratégico, que enfrenta a dos entidades racionales con objetivos, medios y prejuicios propios, es un juego de poder. Los momentos alternos de calma y crisis que viven los dos Estados vecinos cierran su ciclo de frecuencia con el tiempo y es producto de la difícil coexistencia entre dos regímenes con orientaciones ideológicas e intereses concretos de poder distintos en el hemisferio occidental.

(*): Politólogo. (%=Link(«http://www.mipagina.cantv.net/vmmijares»,»www.mipagina.cantv.net/vmmijares»)%)

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