Opinión Internacional

¿Uribismo contra Santos?

La paz política que se había generado desde la posesión del presidente Juan Manuel Santos está alterada. En los últimos días salieron a flote diferencias entre el presidente del Congreso, Armando Benedetti, y el ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, por quejas del primero sobre la lentitud del gobierno para presentar los proyectos de ley al Congreso. Entre los partidos Liberal y Conservador hubo diferencias sobre las leyes de tierras y de víctimas, y sobre en cuál de ellas debe incluirse el capítulo de restitución de los predios de los que se apropió el paramilitarismo. El senador Juan Lozano, jefe de la U, sorprendió a más de uno con una declaración, que nadie le pidió y pocos le entendieron, en el sentido de que su partido apoyaría sin reservas al ex presidente Álvaro Uribe.

En cuestión de días, la tranquilidad que había producido la convocatoria a la Unidad Nacional le dio paso a un nerviosismo generalizado en el mundo político. ¿Qué hay detrás? En un extremo se asegura que no ha pasado nada, que cada miembro de la coalición de gobierno está luchando por consolidar su espacio, y que el trabajo de un Congreso congestionado por una agenda ambiciosa no podría ser de otra forma. En la otra orilla hay interpretaciones fatalistas que ya avizoran el fin de la luna de miel del nuevo gobierno o que consideran que en la Unidad Nacional no hay cama para tanta gente. Es decir, que la U, Cambio Radical, los conservadores y los liberales -y el Pin en su ambigua posición- no pueden convivir juntos.

Las tensiones han tenido orígenes muy diversos, pero la que más llama la atención tiene que ver con el malestar que reina en la U, el partido que eligió al Presidente con una votación histórica y con una bancada parlamentaria ampliamente mayoritaria. La U es la columna vertebral de la coalición de gobierno y en principio cuenta con todas las condiciones para jugar un papel protagónico y para consolidarse con gran fuerza. Se supone que está en su cuarto de hora. Sin embargo, hay varias razones por las que la U no se siente totalmente cómoda en el actual escenario político. Sus miembros sienten celos por lo que consideran un manejo generoso del Presidente y de su ministro del Interior, Germán Vargas Lleras, con los otros miembros de la coalición, en especial con el Partido Liberal.

Los resquemores tienen una dimensión ideológica y otra política. Dentro de la primera, hay congresistas de la U que no entienden que el gobierno haya sido tan abierto a los argumentos del Partido Liberal en temas como el proyecto de víctimas, en el que la administración Santos rectificó aspectos fundamentales en los que nunca cedió el gobierno de Álvaro Uribe: la reparación a todas las víctimas, incluidas las de agentes del Estado, la aceptación de una cuantiosa carga presupuestal y su separación de la ley de tierras. Esta última, además, fue inspirada en la propuesta que preparó Santiago Tobón, coordinador programático de la campaña presidencial de Rafael Pardo.

En el plano político, la U considera que su representación en el gabinete no es satisfactoria y que está en desventaja frente al Partido Conservador. Aunque la opinión pública recibió muy bien los nombramientos del presidente Santos porque hicieron énfasis en las calidades profesionales y no en la milimetría partidista, el análisis tradicional -que todavía se hace en los pasillos del Congreso- arroja la conclusión de que los azules cuentan en el gabinete con pesos pesados de la talla de Juan Carlos Echeverry, Juan Camilo Restrepo, Hernando José Gómez y María Fernanda Campo, mientras que la U tuvo que contentarse con el nombramiento de Sergio Díaz Granados en Comercio Exterior, un colaborador cercano a Santos durante muchos años.

Otro motivo de escozor ha surgido por la presencia del Partido Liberal en el gobierno. Aunque los rojos no tienen un solo cargo de importancia, es evidente que sus jefes están felices en la coalición y que ya sienten la diferencia entre los 12 años de desierto que sufrieron durante las administraciones de Andrés Pastrana y Álvaro Uribe, y el mes que llevan con Santos. Según lasillavacía.com, Santos está gobernando con sus ideas. Y es indudable que el nuevo gobierno tiene un talante más cercano a la tradición liberal, que los de sus dos antecesores.

Lo cierto es que si vuelve a leer la polémica carta con la que el ex presidente César Gaviria anunció su criticado apoyo a Santos antes de la segunda vuelta electoral, todos los puntos que planteó en ese momento se están cumpliendo. El nuevo gobierno se ha acercado a posiciones que el liberalismo defendió durante la campaña contra Santos y durante la oposición a Uribe: el proyecto de reparación a las víctimas, el trato respetuoso a la oposición, un discurso favorable a la Constitución de 1991, las aproximaciones a la Corte Suprema de Justicia, el giro en la política exterior.

Pero si a Rafael Pardo, el jefe único del partido rojo, y sus colaboradores más cercanos -como el senador Juan Fernando Cristo, su ex jefe de debate en la campaña- se les ve muy sonrientes y muy activos, en el otro lado de la moneda al uribismo purasangre se le ve muy aburrido. «Santos ganó con los votos de Uribe, y les da los privilegios a los liberales y a Cambio Radical. Llevamos ocho años quemándonos las pestañas con Uribe para que ahora Vargas Lleras sea el hombre del momento», le dijo a SEMANA un reconocido senador uribista que pidió que no se revelara su nombre.

Lo cierto es que el ex presidente Uribe está inquieto, aunque, por el momento, ha optado por una actitud prudente en el escenario público: no ha dicho nada y ha negado decenas de solicitudes de entrevistas de todos los medios. Sin embargo, tiene línea telefónica y chat de BlackBerry activados con ex colaboradores claves como el ministro de Defensa, Rodrigo Rivera -el único funcionario que sigue hablando de «seguridad democrática» -; el ex minagricultura Andrés Felipe Arias, quien influye sobre la bancada conservadora en la Cámara de Representantes; el nuevo embajador en Caracas, José Fernando Bautista, quien hace dos semanas visitó a Uribe en compañía de la nueva contralora, Sandra Morelli; y los congresistas Roy Barreras y Juan Lozano. A ellos les ha expresado su preocupación por la posibilidad de que «la obra» de gobierno esté en peligro por las rectificaciones que ha introducido Juan Manuel Santos en el discurso y en la agenda de gobierno, y les ha anticipado intenciones de regresar al país en dos meses para alinear la bancada y apoyar candidatos para las elecciones regionales de octubre de 2011.

A Uribe le molestaron los movimientos que se produjeron la semana pasada para buscar un cambio de la terna que él le presentó a la Corte Suprema de Justicia para Fiscal General de la Nación. Hasta ahora el largo proceso -de más de un año- se había bloqueado en las salas de la Corte y se había debatido en los medios.

Pero la carta que les envió Rafael Pardo a la Corte y al Ministro del Interior de alguna manera lo desplazó al campo político. Pardo argumentó que la potestad de nominar la terna es del Presidente, y que, en consecuencia, Santos podría revisar la lista, siempre y cuando hubiera una señal de la Corte en el sentido de que le da validez a esa interpretación.

Los uribistas sintieron pasos de animal grande para una especie de conspiración dirigida a elegir un Fiscal santista en momentos en que se complica la situación penal de varios ex funcionarios del gobierno anterior, como el ex ministro del Interior Sabas Pretelt, cuyo llamamiento a juicio fue confirmado por la Fiscalía, y la ex directora del DAS María del Pilar Hurtado, cuyo nombre ha sido mencionado en las últimas versiones que le han entregado a la justicia ex empleados de la entidad. No por coincidencia la bancada de la U hizo una declaración, al comenzar la sesión plenaria del Senado el miércoles, para pedirle al liberalismo que no interviniera en el proceso de elección del Fiscal.

En el uribismo purasangre, definitivamente, no ven con buenos ojos al intenso ministro del Interior, Germán Vargas Lleras. No solo porque figura en los primeros lugares del ranking de odios del ex presidente, sino porque consideran que su gestión en la cartera política ha sido muy favorable a los liberales. Algunos piensan que Vargas Lleras vislumbra un escenario de largo plazo en el que podrían unirse las tres fuerzas que tienen un origen liberal: Cambio Radical, la U y el oficialismo de las toldas rojas. Pero en la U consideran que el papel de los liberales en la Unidad Nacional está limitado porque no formaron parte de la alianza de gobierno en la era Uribe y se mantuvieron en una dura oposición, y porque llegaron de últimos -y después de la segunda vuelta- a la Unidad Nacional convocada por Santos. A las molestias de los uribistas contra el Ministro del Interior se agregan las del conservatismo, que considera que Vargas Lleras arrasó con todos los amigos que su antecesor, Fabio Valencia Cossio, había nombrado en el Palacio Echeverry.

Todo lo anterior compone un panorama complejo en el que algunos analistas encuentran un germen de enfrentamiento de la U y del uribismo con el gobierno de la Unidad Nacional. Incluso se aventuran hipótesis sobre su futura composición. ¿Se mantendrían todos los que están? ¿Se recompondrá la coalición del gobierno anterior, sin el Partido Liberal? ¿Tiene alguna posibilidad la unidad del viejo Partido Liberal, al cual Juan Manuel Santos perteneció toda su vida? El senador liberal Luis Fernando Velasco considera, por ejemplo, que «en el mediano plazo, Uribe quedará de jefe conservador de Colombia, enfrentado a una coalición de matices liberales liderada por Santos».

Pero es muy prematuro para vaticinar semejantes escenarios. Los juegos cruzados de los últimos pueden ser simplemente la búsqueda de cada miembro de la coalición de su lugar en el gobierno. Todos, como es natural, quieren un sitio privilegiado porque la agenda de reformas legislativas, la actitud abierta del Presidente y el beneplácito que muestran las encuestas frente a los planes de la nueva administración hacen más rentable estar adentro que afuera.

Lo más probable es que el presidente Santos y su Ministro del Interior, que son verdaderos maestros de la política, le apuesten a tranquilizar las aguas, prolongar la luna de miel y consolidar la Unidad Nacional. También, que lo logren para la primera etapa del cuatrienio. Pero después, a juzgar por lo que se ha visto en los últimos días, la cosa puede ser a otro precio.

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