Opinión Internacional

Vicepresidente argentino: Más mercado y mejor Estado

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A dos meses de hacerse cargo del Gobierno, ¿qué Estado encontró la Alianza?

-Encontró un desorden muy grande, con muchas áreas colonizadas por el peronismo en los niveles de dirección. Durante el último año hubo una estrategia de retirada que consistió en dejar ocupados espacios en el Estado. Esto es un nivel salvable porque se termina ahora con la ley de emergencia que estamos discutiendo en el Congreso. Pero lo que plantea cada uno de los ministros es mucho desorden administrativo, una gerencia complicada y un Estado lento, mañoso, burocrático, que complica la toma de las decisiones. A esto se suman dos capas conviviendo al mismo tiempo: una, integrada por los empleados de planta permanente y otra, superpuesta, donde están los que fueron contratados a través de los créditos otorgados por los organismos multilaterales. A cambio de reformar a fondo el Estado, lo que se hizo fue que algunas áreas funcionaran con base en esta nueva capa de contratados. Y hay una desvalorización fuerte de la función pública relacionada, sobre todo, con el estado de ánimo de la planta permanente. Falta mística, falta una jerarquización del espacio público.

-Cuando la Alianza era oposición, definía al Estado como «ausente» o «desertor». Visto desde adentro, ¿qué figura encaja?

-En realidad, el Estado tenía que haber pasado del Estado-empresarial a un Estado-regulador. Se trata de que ejerza el control y el arbitraje. Cuando nos referimos al Estado ausente estamos hablando del fracaso del Estado liberal en la Argentina. El mito liberal decía que cuando se privatizaran todas las compañías de servicio, culpables del déficit, cuando se abriera la economía, íbamos a tener un Estado ocupado en sus cuestiones indelegables. En diez años de menemismo se hicieron todas las privatizaciones y las reformas pro mercado. Pero uno observa todos los ítems en los que el Estado tenía que mostrarse eficaz y activo (educación, salud, seguridad, Justicia y algunos arbitrajes en las relaciones laborales), y cae en la cuenta de que ese Estado se mostró ausente en la tarea de control -salvo excepciones, los entes reguladores son más apéndices de los intereses de la empresa- y en los temas sociales y educativos. En cuanto a la custodia de fronteras y de las 200 millas marinas en el sur argentino, fueron un colador. Y la Aduana también fue un colador.

-En su debut por ejercer cierta influencia en el mercado, el Gobierno no lució bien ante los usuarios. Por ejemplo, en el intento de conseguir una rebaja en el precio de las naftas…

(%=Image(2354169,»L»)%) -El Estado tendría que haber hecho un seguimiento. Cuando sube el precio del petróleo, la nafta sube; y cuando baja el precio del petróleo, no baja. ¿Hay un mercado cartelizado? La Secretaría de Defensa de la Competencia tendría que haber estudiado el comportamiento del mercado de combustibles.

-Pero ¿no queda con aire de impotencia el Gobierno cuando, tras hacer el intento de conseguir rebajas, termina recomendando al consumidor que recorra estaciones de servicio?

-No como justificación ni disculpa, pero en un mes no se llega a la conclusión de cómo opera el mercado de combustibles. En realidad, el mercado es libre y no se puede controlar el precio. Ahí hay tres opciones: una, si es aplicable o no la ley de defensa de la competencia; la otra, abrir el mercado importador para obligar a bajar; y la tercera, a favor de los consumidores, es transparentar la información y orientarlos. El diagnóstico del Estado sobre el que hay que operar ahora es que es ineficiente en su capacidad regulatoria y en los servicios que presta, y hostil en su relación con el ciudadano. Es sobre estas tres situaciones que tenemos que construir un nuevo Estado.

-Tampoco fue exitoso el Gobierno en sus intentos con las tarifas telefónicas y las tasas de interés de las AFJP.

-La baja de las tarifas se logra con más competencia. Eso sucederá ahora con la apertura del mercado. Las empresas saben que tienen mala imagen ante la sociedad. Mejoraron el servicio pero tienen tarifas muy altas.

-¿Pero no queda flotando una sensación de un Estado imposibilitado de actuar frente al mercado?

-El andamiaje jurídico pone límites. Con las empresas telefónicas no hay instrumentos jurídicos que permitan aplicar un impuesto especial, porque tienen la cláusula de estabilidad fiscal en los contratos. El andamiaje jurídico que gobernó las privatizaciones delimitó la capacidad del Estado para actuar. En particular, en un país que necesita consolidar la seguridad jurídica. Las empresas extranjeras son amplificadoras internacionales de si la Argentina respeta o no la seguridad jurídica. No se puede comprar un conflicto respecto de un país que hoy por hoy, está sospechado en términos de su viabilidad fiscal.

-Eso se puede percibir como una fatalidad…

-Las tarifas telefónicas se bajaron por negociación todo lo que se pudo pero, en realidad, bajarán con más jugadores. Así bajarán Internet y la telefonía celular. Lo peor respecto de las tarifas telefónicas fue el duopolio. Esto generó un abuso porque hay un mercado cautivo. Y acá lo que hace falta es más mercado y un mejor Estado.

-¿Se pueden ampliar los contratos?

-Sí. La excusa menemista fue que el país era tan sospechado, con tal fama de cerrado y estatista, que había que hacer las privatizaciones a cualquier precio. Esta fue la gran explicación. Así queda demostrado en la estructura jurídica de los contratos.

-¿La idea es controlar más y al mismo tiempo incidir sobre el mercado con más actores?

-Sí, no es contradictorio. El Estado tiene la función de control. Siempre hay un marco que respetar, leyes que obligan a determinadas conductas.

-Muchas de las leyes reglamentadas en la Constitución de 1994 no han sido aplicadas.

-Con Storani en el Ministerio del Interior estamos armando un programa de reforma política pero no queremos caer en lo que cayeron los ministros anteriores por el solo hecho de que la reforma política es redituable: poner a trabajar técnicos, armar un proyecto de ley sobre financiamiento de los partidos, enviarlo al Congreso, y que muera al día siguiente. Debemos restaurar el debate político. Existen varios factores determinantes, pero el factor clave, el más importante, es el desprestigio de la política. Miremos el contexto: el gobierno plebiscitado de Venezuela, un gobierno deslegitimado en Colombia por el narcotráfico y la guerrilla, un gobierno autoritario en Perú, una coalición precaria, débil y casi fracturada en Paraguay. No sabemos cómo funciona realmente el matrimonio entre el mercado y la democracia, entre el mercado y la política. Como dijo alguien alguna vez: el matrimonio donde muchas veces el mercado le metió los cuernos a la democracia. Acá hay que liderar un proceso de revalorización de la política. Aquí hubo una sobredeterminación muy fuerte de la tecnocracia sobre la política y de la economía sobre la política, amparada en un gobierno que decidió estratégicamente ser un gobierno subordinado al establishment económico. Eso fue una decisión política de Menem, quien decidió que era la forma de darle gobernabilidad a la Argentina después de la híper.

-¿Cómo se revaloriza entonces la democracia?

-Por ejemplo, hoy hay que analizar cuál es el costo de la política para la democracia: cuánto tienen que ganar los legisladores, los concejales. Cómo se termina con el financiamiento de la política a través de las instituciones legislativas. También el espacio de reflexión y de la intelectualidad política está perdido. No existe. Hay que recobrar ese espacio crítico que, en general, siempre estuvo alejado o tuvo malentendidos con la acción política concreta.

-¿Usted cree que las democracias están en peligro en América latina?

-En América latina tenemos una democracia que ha perdido consenso pero no legitimidad. En la Argentina, la gente sigue pensando que la democracia es el mejor sistema pero hay mucha desmovilización, escepticismo, desmotivación, pérdida de credibilidad en los partidos y anomia.

-¿Se da tiempo este gobierno para trabajar sobre la recuperación de las expectativas democráticas?

-La vicepresidencia es un buen lugar para pensar cuestiones que no estén atadas a la coyuntura. El problema de un gobierno es la pérdida de sentido estratégico porque al Presidente y a los ministros los termina absorbiendo el día a día. Hay países que tienen zonas de mucha precariedad, sea fiscal, social o la peor, la institucional. Entonces hay que estar permanentemente actuando casi como bombero y de lo que se trata es de terminar con el Estado bombero. Hay pocos lugares donde se pueda estar incentivando tareas de mediano plazo. Hay que medir muy bien las iniciativas respecto del tiempo que existe para implementarlas, ya que sólo se tienen cuatro años para demostrar si se sabe gobernar. Yo creo que hay que defender un pensamiento estratégico. El Estado tiene que recuperar capacidad estratégica. Uno de los principales departamentos de cualquier empresa es planeamiento estratégico. La Argentina se ha quedado sin ese instrumento. Yo creo que no se puede vivir sin un sueño colectivo a mediano plazo. Aunque la Nación pase por una penuria muy grande por los temas fiscales, tiene que reconstruir un sueño.

-¿Usted cree que lo que no da lugar al sueño es esa rigidez jurídica que no le permite operar al Estado?

-Yo creo que no es eso. Una de las cuestiones que está conspirando contra la reconstrucción de un sueño es la falta de trabajo en la Argentina. Para reconstruir un sueño hay que tener una comunidad que, independientemente de lo plural que sea, tenga cierta unidad de destino. Hoy tenemos una sociedad donde el treinta por ciento no sabe qué va a pasar con sus vidas. Eso es lo que más conspira: la incertidumbre. Un sueño es tener cierta certidumbre acerca de un proyecto de nación. El desempleo y la exclusión conspiran abiertamente. Una de las características de la economía globalizada es que no somos países emergentes; somos países hiperdependientes de los ciclos de la economía internacional. Hay que estar rogando que en la economía mundial no pase nada. Por eso es tan importante el Mercosur como idea política. Es la única manera de participar en el diseño de la nueva arquitectura financiera internacional. Tener alguna voz, aunque seamos un actor menor, pero un actor al fin. Hoy, paradójicamente, en el tema del Estado juega mucho el tema fiscal, aun cuando fue una vieja bandera liberal la pelea contra el déficit. Hoy un país es más autónomo si tiene consolidadas sus cuentas. ¿Cuándo se acentúa el papel del FMI como auditor internacional de la salud económica de las naciones periféricas? Cuando crece mucho el déficit, porque ahí viene todo el sistema de los condicionamientos. Las naciones que se pueden autofinanciar o financiar con tasas bajas son mucho menos dependientes. Esto para actualizar el tema de la dependencia. ¿Qué significa hoy ser dependiente? La deuda que tenés en relación a tu riqueza y a tus exportaciones y también en relación al grado de vulnerabilidad externa.

-¿Piensan institucionalizar las normativas del Mercosur?

-El Mercosur es un proyecto que tiene mucho consenso y mucho acuerdo en los primeros niveles de decisión. Para abajo y en algunas zonas hay dudas respecto del Mercosur. Los otros días el presidente Fernando Cardoso confesaba en una nota periodística que había tirado como hipótesis provocadora en una reunión de gabinete: «¿Qué hacemos con el Mercosur?» Que un gobierno se haga esa pregunta significa que el Mercosur todavía necesita mucha fuerza para ser construido.

-En la hipótesis de que el gobierno actual se hiciera esa pregunta, ¿cuál sería la respuesta?

-Que hay que construir más Mercosur. La Alianza se lo preguntó cuando empezamos a construir el programa y definimos al Mercosur como idea estratégica desde el punto de vista económico y político. El mundo se maneja por bloques. Nosotros tenemos que demostrar que somos capaces de construir un bloque de poder. Un mercado atractivo y un bloque de poder para interactuar con otros bloques de poder. Las coyunturas económicas complican mucho la construcción porque tenemos las asimetrías estructurales a las que se suman las coyunturales. Como por ejemplo, los distintos valores en los distintos tipos de cambio. Pero hay que ir a la construcción de instituciones más transparentes del Mercosur. Antes el Mercosur se manejaba con llamados telefónicos de presidente a presidente. Cardoso acaba de poner al señor Mercosur. Es una buena señal. Yo creo que ahora el presidente de Brasil lo ve como proyección internacional además de como un espacio para atraer más inversiones. Si se sigue incentivando este juego de suma cero, o sea, lo que gana uno lo pierde el otro, se complica la construcción estratégica del Mercosur.

-Con dos meses en el Gobierno después de años de oposición, ¿cómo se siente usted?

-En lo personal es un salto importante porque necesitaba participar de una experiencia de gobierno. Estuve diez años de oposición. Hice bastante gimnasia opositora. Siempre fui opositor, prácticamente. Dictaduras militares, gobiernos con una gran crisis. Necesitaba participar de una experiencia de gobierno, del mismo modo que creo que al justicialismo le viene bien su pasaje al llano, aunque alguien dijo que en la política hay algo peor que la traición: el llano.

Tomado de (%=Link(«http://www.clarin.com.ar/»,»El Clarín Digital»)%) de Argentina

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