Opinión Internacional

Welcome to the 21th century

Según Hauser, el siglo XIX no comenzó en 1801 sino a partir de 1830 cuando por diversos acontecimientos históricos, políticos, económicos y científicos –abandono de la física como centro de la investigación académica mundial para ser sustituida por la biología-, la Mundovisión de Occidente y de las demás culturas occidentalizadas se abrieron a nuevas formas de concebir lo humano y socialmente circundantes, cónsonas con los cambios introducidos por la Era Industrial.

Así mismo sucedió con el siglo XX, el cual no despertó de su romántico sueño generado por la Belle Epoqué, hasta que en 1914 asesinaron en Sarajevo al príncipe heredero de la corona austrohúngara, desatándose de esta manera el primer conflicto armado a escala monumentalmente planetaria.

Igual podemos aseverar como testigos cercanos -puesto que estamos viviendo y percibiendo en este momento presente- cómo el pasado y desconcertante s. XX culminó abruptamente el día 11 de septiembre de 2001, cuando atónitos y descreídos de lo que ocurría presenciamos por vía hertziana la forma en que el “Imperio Estadounidense” recibía el mayor golpe político, histórico, económico y social de toda su historia. Tal vez, y muy anglosajónicamente hablando, recibieron algo más que un golpe, a lo mejor lograron degustar una cucharada de su misma medicina.

Las maniobras kamikazes que los terroristas –supuestamente palestinos, supuestamente islámicos- utilizaron para atacar al gran gigante sentaron, a nuestra manera de ver, el precedente necesario para trágicamente cerrar el ciclo del s. XX, abriendo de una vez por todas la puerta hacia el s. XXI.

Evidentemente que el mundo como lo conocemos en estos momentos ya no será el mismo que el que estábamos acostumbrados a ver desde la retícula del s. XX.

Aún hasta ese día pensábamos, actuábamos y vivíamos como auténticas personas del siglo pasado; pero ahora habrá que colocarse unos nuevos espejuelos para darnos cuenta de que ningún país es más poderoso o imponente que el otro, para percatarnos de que así conforme el Comunismo cayó por su propio peso, el Capitalismo Neoliberal ha sido herido mortalmente, demostrándonos su fragilidad y hasta por qué no decirlo, su ineficiencia.

El que los EU hayan sido atacados en su territorio, que se pensaba invulnerable, es señal de que nos abalanzamos rápidamente hacia la instauración de un Nuevo Episteme, llámese Post-modernidad, Neobarroco, Tercera vía o Globalización.

No obstante tenemos que partir de una quinta premisa, la Macrofeudalización. Es posible que con este reciente choque de civilizaciones, cada grupo de países cónsonos geográfica, idiomática, cultural o religiosamente hablando, decidan conglomerarse en torno a sus similitudes y no solamente se aíslen, sino que se confronten -como ya lo habían sugerido

los ayathollas iraníes- al manifestar que el siglo XXI iba a propiciar un enfrentamiento de culturas, una pugna entre diversos modos de percibir al mundo.

BUSH vs. BUSH

Paradójicamente al padre le tocó enfrentarse con el mundo musulmán hace 10 años, y cual cruzado contemporáneo hicieron entender a los islámicos que la cruz signada por Justiniano, y el poder divino que le otorgó Dios a los descendientes de Jafet, eran la única forma de “poder” vivir en este planeta. Simplemente se tenía y debía de dejar fuera la otredad como manifestación de la dialógica humana. En un contundente soliloquio, Occidente se paga y guarda el remanente a sí mismo.

A partir del martes 11, a Bush Jr. le tocó advertir al mundo que no se equivocase, y que la muerte de tantas vidas civiles no pasaría indemne ante cualquier provocación de parte de un enemigo fantasmal: el Terrorismo.

El punto de quiebra está en que mientras papá logró identificar, aislar y neutralizar al enemigo, el kid se halla luchando quijotescamente contra los molinos de viento. A pesar de que se sospeche de un multimillonario saudí con nombre de resort, y quien vive “protegido” en Afganistán, es muy posible que no sólo los árabes y los demás seguidores de la saria se hayan involucrado en este atentado, puesto que si algo le sobra a Washington son enemigos, ganados a esfuerzo propio por tratar de ser el Big Brother.

Y en ese mismo sentido de “paternidad”, Bush padre bombardeó inmisericordemente al barrio El Chorrillo de Panamá, desplegando para tal atrocidad lo mejor de la tecnología de punta con la cual disponían tanto El Pentágono como el Dpto. de Estado para finales de los años 80’s.

Es cierto, es real que este ataque dirigido contra instalaciones civiles resulta siniestro, pero inquirimos, ¿no son también funestos los bombardeos de Da Nang, Quang-Tri, Hanoi y otras localidades indochinas durante los años 60’s y 70’s, o más recientemente a Belgrado, Jartum y Kabul?

La balanza de Clío por supuesto se inclinará hacia los eventuales ganadores.

Y este es otro punto. ¿Cómo una nación “judeo-cristiana” puede darse el lujo de atacar a cualquiera que considere su enemigo, o simplemente alejado de la democracia y el capitalismo?

LA MANZANA SE PASEA DE LA SALA AL COMEDOR, NO LA PIQUES CON CUCHILLO, PÍCALA CON UN AVIÓN

No pretendemos ser cínicos, tampoco establecer preferencias por ninguno de los dos bandos, sino resaltar que la seguridad estadounidense demuestra tener suficientes huecos como para ser penetrada por un eventual ataque.

Algunos toman a Pearl Harbor como el único ataque dado por un país enemigo a los todopoderosos e inquebrantables EU en su propio suelo, e inmediatamente establecen similitudes entre el año 1941 y el 2001 en cuanto a lo que de afrenta tuvieron ambos; sin embargo nos atrevemos a decir que lo ocurrido el martes pasado es de mayores alcances que los que pudieron haber acaecido durante el siglo pasado. ¿Por qué?, simplemente porque en ese instante fue un enfrentamiento directo entre dos naciones plenamente identificables, donde cada quien supo arremeter contra el otro. Sin embargo el “mordisco dado a la manzana”, confronta a un Estado real contra una amenaza virtual, escondida y subterránea como es el caso del mentado terrorismo.

Estados Unidos siempre esperó un ataque aéreo contra la ciudad que nunca duerme, y esta evocación y quizás deseo de ser golpeados en ese momento se dirigía hacia la Alemania del Kaiser, poseedora de una flota de dirigibles muy avanzada para la época, de la que se creía podía cruzar el Atlántico y destruir masivamente a la isla de Manhatan.

Pasó el tiempo, no se cumplió con la funesta expectativa y los ataques dados contra los “iconos” de la nación sólo se limitaron a escenas y secuencias fílmicas.

¿Por qué entonces es tan célebre el bombardeo de la Ciudad Nueva? Porque nunca se esperó realmente una arremetida tan audaz contra la histórica costa de Nueva Inglaterra, cuna de la naciente república, y mucho menos que fuese tan inteligentemente arrasada con armas bobas, como las utilizadas por el Viet- Cong y el ejército comunista de Viet-Nam del Norte.

Las Torres Gemelas no son solamente un conjunto de edificios que servían de atractivo turístico; ellas representaban toda la grandielocuencia del sistema capitalista de Estado, del cenit tecnológico de la industria de la construcción estadounidense, de la fortaleza económica de una nación que recibía desde 1989 al planeta Tierra como herencia.

Pero tal vez el estallido más simbólico haya sido el de una de las alas del Pentágono, nada más y nada menos que del centro neurálgico de la Inteligencia Estadounidense, misma que al parecer no resultó ser tan eficaz, rápida e –disculpando la redundancia- inteligente como en realidad se pregonaba.

Ni Rusia, ni China, ni Cuba, ni Corea del Norte hubiesen tenido tanto valor y tamaña osadía como para agredir a su “enemigo” tan certera y calculadamente como lo hicieron estos aeropiratas. Aún recordamos la portada de una revista tecnológica que exponía los pormenores del tan discutido “Escudo Antimisiles”, y en la cual se lograba apreciar la bandera de Pyonyang estampada en las paredes de un misil balístico. ¿Cómo sería la sorpresa entonces de recibir un misilazo que estuviese enarbolando los símbolos de toda una nación? Allí radica lo bien planeado de este suceso, puesto que resultó ser más quirúrgico que un Tomahawk lanzado desde cualquier submarino estadounidense.

La manzana fue mordida y ante esa tentación, ya todos sabemos cuáles fueron las consecuencias. Líbrenos Dios de que con este nuevo bocado no tengamos que pagar justos por pecadores, y en realidad el Edén se nos ponga cada vez más distante.

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