Opinión Nacional

2010: la hora del cambio

De Ángela Zago a Baduel y de Ismael García al comandante Dávila, se cuentan por centenas las personalidades rojo rojitas que han abandonado las filas de la robolución. A los que se fueron suceden los que huyeron con la cabuya de platino y diamantes en la pata: de Antonini Wilson a Torres Ciliberto y de Uzcátegui a Franklin Durán. Tratarán de mantener sus fortunas mal habidas mientras no los alcance la garra de la nueva justicia democrática. Entre tanto, rumian su despecho y alimentan su descomunal rencor contra el traidor los que quedan refunfuñando en silencio y esperando aviesos la hora de la venganza desde las inmediatas sombras del Poder: desde José Vicente Rangel a Diosdado Cabello y de Jesse Chacón a los boliburgueses de su propia familia. Están echados gruñendo como perros salvajes, duermen con un ojo abierto y no hacen más afilar sus garras para cuando el amo se descuide. Y caerle a dentelladas.

Chávez se ha quedado solo. Lo acompañan los mercenarios cubanos que constituyen su guardia pretoriana y la zarrapastra asamblearia, que sólo vale mientras duerma en las entrepiernas del teniente coronel. Que por lo menos una mitad de ella está a la espera del pitazo para saltar la talanquera antes que se les hunda el barco. Lo mismo los jala bolas planetarios tipo Carlos Escarrá o Earle Herrera y los mendigos de Lenin – la Jacqueline Farías o Darío Vivas a la cabeza de esa jauría de muertos de hambre que aprendieron a usar zapatos gracias a los sueldazos del petro-choro-estado chavista. La robolución se redujo a la Piedrita, a la Lina Ron, a los árabes talibanes descendientes de Sadam Hussein, como El Aissami. Pero los pilares del Poder – de Diosdado y Jesse hasta Rangel & Cia. – ya están fuera de juego. Chávez es prisionero de Raúl Castro. Su única opción. No tiene otro sostén.

Mientras tanto, su popularidad cae como un meteoro. Si contando con 4 millones de esclavos sufragados por la burocracia y la nomenclatura estatal no supera el 30% de popularidad real y un 70% quisiera verlo lejos de Miraflores para el 2012 – de los cuales la mitad lo quisiera fuera del planeta durante el año que comienza – es de imaginarse la cagazón que lo atenaza. Ni Merentes se atreve a desmentir los resultados que Rafael Seijas y su empresa IVAD dan a conocer ya sin temor a caer en desgracia. Si por un milagro de la historia – y de que vuelan, vuelan – en Venezuela se celebraran elecciones limpias, decentes y transparentes y la gente pudiera expresar su voluntad sin el terror a perder la chamba, ser perseguido o encarcelado por pensar a redropelo de las circunvalaciones cerebrales del que te conté, Chávez no alcnza el 30%. Cualquiera de sus adversarios – desde Antonio Ledezma a Enrique Mendoza y de Leopoldo López a Enrique Capriles – le sacaría tres cuerpos de ventaja.

Esa es la realidad potencial. Si en este año crucial, en el que suena la hora del cambio, la oposición se uniera en serio y acertara en acordarse con un liderazgo incuestionable y embraguetado como para agarrar el coroto, Chávez está raspado. No tiene hacia dónde coger. De allí que en momentos en que comienzan a repicar las campanas, los demócratas debieran regalarnos con una unidad sin trampas, dobles discursos ni cartas marcadas. Sin hipocresías ni golpes bajos. Líderes nos sobran: Ledezma, Pérez Vivas y Pablo Pérez están sobrados como para asumir las riendas del país. Tampoco desmerecen Henry Ramos, Leopoldo López, Ismael García, Henrique Capriles ni Carlos Ocariz. Si Salas Feo termina por echarle bola sin temor a que se le arruguen los pergaminos, también podría ser de la partida. Y Mendoza ya salió al ruedo.

Pónganse de acuerdo. Que el horno comienza a estar listo para los bollos. La vía está despejada.

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