Opinión Nacional

2012: que traiga y se lleve

Comencemos por el oficialismo y su petición principal: que el señor Chávez se convierta en Hugo IV, o una especie de monarca con boina en el caso de ganar las elecciones del 7-O. Al fin y al cabo, se trataría del cuarto gobierno consecutivo de la «democracia protagónica», por si acaso a alguien le quedara dudas sobre el significado de aquello.

Claro que esa aspiración continuista pasa por el desenvolvimiento de la llamada «variable oncológica», pero sea cual sea éste, la nomenclatura roja sólo concibe un futuro igual al presente: hasta el dos mil siempre con la misma gobernanza, la misma depredación, la misma hegemonía.

Todo lo cual no quiere decir que las luchas intestinas se encuentren en reposo. Nada de eso. Pero ocurre que el «Gran Dedo Patriótico» será el que ungirá todas las aspiraciones o candidaturas relevantes, razón adicional para seguirle rindiendo tributo al estilo norcoreano, mientras el devenir termina de disipar las interrogantes…

En la acera de enfrente, la oposición política espera por triunfos electorales. Empezando por la jornada primaria del 12-F, y siguiendo hasta los comicios presidenciales de octubre y los regionales de diciembre. El concepto de la «transición» viene planteándose como una manera de entender el paso de una etapa a otra, siempre y cuando el CNE reconociera una victoria opositora.

Varios aspectos permiten sostener que la oposición política está en mejores condiciones de enfrentar los desafíos del 2012. El primero es que permanece coaligada en la plataforma unitaria de la Mud. El segundo es que su infraestructura es más densa y extendida territorialmente. El tercero es que hay un comando político con el potencial de contender con el comando «revolucionario».

Pero ese potencial debe ser realizado en una contienda efectiva con la satrapía. La campaña del 2012 no puede valorarse como una mera campaña electoral sino como una gran contienda política con dimensión electoral. Si se llegara a imponer el criterio de una campaña edulcorada, con mucha promesa de gestión y poca crítica al poder imperante, entonces las perspectivas se harían ominosas.

Como ominosas son las previsiones para tantos millones de venezolanos, acorralados por la inseguridad, angustiados por la incertidumbre e indignados por el deterioro generalizado de un país, a pesar de la bonanza petrolera del Estado.

Ese conjunto nacional renueva su esperanza de que el 2012 traiga lo bueno y se lleve lo malo. Expectativas justificadas de cualquier nación que no se resigna a seguir como está, pero que necesitan de mucha fuerza para hacerse realidad.

 

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