Opinión Nacional

4 de Febrero de 2013

Hace dos días el país recordó la infausta fecha del 4 de febrero de 1992. Ese día, hace 21 años, un grupo de felones militares  intentó un golpe de estado contra un gobierno legítimamente constituido y en pleno ejercicio de sus facultades institucionales. Ese aciago día la irracionalidad, la improvisación, la ineficiencia y la corrupción se abatieron sobre Venezuela y ejercieron un efecto devastador en los valores fundamentales sobre la democracia, el respeto mutuo, la tolerancia y la libertad de actuar que representaban el ideario de nuestro pueblo y regían la convivencia social en nuestro país. Desde eses entonces los aventureros, cuya única motivación para la sedición era la toma  del poder, infructuosamente han tratado de construir una reláfica épica que llene de falsa gloria y limpie de vilezas  los episodios de violencia, sevicia y cobardía que  enseñorearon  su artero e inexplicable proceder de aquel entonces. Desde esos tiempos, las muertes que ocasionó esa sangrienta aventura siguen impunes. Los familiares de las victimas siguen esperando por justicia y castigo para los victimarios de sus deudos.

La Venezuela de hoy después de 14 años de mandato de los golpistas, no ha progresado. Los males sociales se han acrecentado a pesar de los ingentes recursos políticos y financieros de los que ha dispuesto el fracasado régimen.  El odio, la división y la exclusión es el legado social que nos deja. Una economía decadente, las arcas del tesoro vacías de dinero, carencia de  realizaciones, la destrucción del aparato industrial público y privado, una enorme y difícilmente pagable deuda externa, escasez, desabastecimiento , inflación, desempleo son, entre otros, los índices que representan y  miden el descomunal fracaso de la gestión de los golpistas de 1992. Se ha acentuado la inseguridad jurídica, se ha hipertrofiado el tamaño del Estado, la economía venezolana ha perdido de la capacidad generadora de empleos de otrora; ha convertido a los jóvenes venezolanos en cazadores de canonjías en lugar de formarlos para contribuir a la ampliación de la producción y prestación de servicios. Presos políticos, exiliados, perseguidos, familias destrozadas, la ilegitimidad, la usurpación de funciones y la sistemática violación de la Carta Magna son otros de los pasivos que acumula en su contra el gobierno chavista. La incertidumbre respecto al futuro atenaza y angustia a los venezolanos.

La inutilidad de la costosa felonía de ayer queda patéticamente demostrada. Para  qué y por qué  tantas muertes, persecuciones, dolor y desolación  si no sabían, ni tampoco han aprendido, conducir y manejar   el poder que en reiteradas oportunidades les ha conferido un pueblo engañado? La perseverancia y destreza política que se requieren para acometer la ineludible tarea de reconstruir la Nación,  no están del lado de los chavistas. ¿Que más podemos esperar de un régimen como éste? Entonces,  ¿qué es lo que celebran con tanto ruido esos irresponsables?

 

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