Opinión Nacional

7-0: el triunfo de la Democracia

Henrique Capriles triunfará el próximo domingo. El dispositivo construido para resguardar sus votos está bien aceitado. El furor que sus giras, movilizaciones y concentraciones desatan, muestran la voluntad de un pueblo decidido a buscar el camino de la reconciliación, la paz y el progreso.

Esa victoria será la culminación de una búsqueda con innumerables tropiezos y sobresaltos. No habrá sido sencillo alcanzarla. Se han debido sortear numerosas dificultades y enderezar muchos entuertos. Se han ensayado múltiples formas de organización. Ha habido intentos fallidos de modificar la correlación de fuerzas con el chavismo y episodios en los cuales el hígado tomó el lugar del cerebro y la razón. Esta larga marcha tuvo una primera estación en las Primarias. El 7-O concluirá la segunda etapa. Venezuela ha ido fraguando lentamente esa fuerza que hoy encarna Capriles.

A lo largo de estos catorce años el país maduró. Quienes han decidido salir del caudillo no son los miembros de una vanguardia esclarecida y engreída, desconectada del interés mayoritario de la gente; tampoco un grupo con su epicentro en Caracas, inspirado por una visión centralista sin ramificaciones hacia la provincia. Han sido millones de venezolanos frustrados y movilizados por la idea del cambio, quienes resolvieron relevar al gamonal. Capriles se transformó en nervio nacional, análogo al que en su momento fue la Junta Patriótica y ese sentimiento difuso, pero poderoso, conocido como el «Espíritu del 23 de Enero», que amalgamaron a los venezolanos de todos los sectores y clases sociales en torno de un solo propósito: derrocar al tirano, recuperar la democracia y construir un sistema político que superara la arrogancia militarista.

Capriles resume una emoción, una pasión, un sueño de reconstrucción alejado del odio y la revancha. Esta energía no será contrarrestada con encuestas distorsionadas, ni con amenazas de guerra civil o desconocimiento del triunfo. El engaño, la extorsión y el chantaje pueden intimidar a grupos pequeños. Cuando un ideal de cambio se convierte en decisión soberana, la amenaza se evapora. Recorrer capitales de estado, ciudades intermedias y pequeñas, pueblos y caseríos, barrios de clase media y de sectores marginados, muchos de estos lugares antiguos bastiones del chavismo, y ver cómo el pueblo se estremece ante la presencia o el simple anunció de la aparición de Capriles, es una señal clara de que el candidato de la unidad galvaniza un ideal que trasciende con creces al propio aspirante y a las modestas maquinarias partidistas del Comando Venezuela y la Mesa de la Unidad Democrática.

Multitudes que se entusiasmaron con el actual Presidente, ahora se sienten estafadas. La «refundación de la República» y el socialismo del siglo XXI, prometidos para acabar con los vicios del pasado y construir una nación más próspera y equitativa, terminaron por reproducir en escala ampliada los morbos anteriores y crear algunos nuevos, aún más letales que los preexistentes. La pobreza, en vez de disminuir, se tornó más agresiva. Nunca se había instrumentado contra la nación un plan deliberado de destrucción, como el aplicado por el régimen. Expropiaciones, confiscaciones, invasiones, eliminación de empresas y empleos, se han llevado adelante con la frialdad del psicópata. La inseguridad personal afecta a todos los venezolanos, menos a los jerarcas del régimen que se movilizan rodeados de cordones de seguridad. La inflación pulverizó el ingreso. Algunas conquistas emblemáticas como la descentralización, han retrocedido. El dinero de los venezolanos se lo dieron a Cuba, Nicaragua, Bolivia.

En el plano institucional, el país se descuadernó. Reapareció un mal que se creía erradicado: el culto a la personalidad. El régimen optó por desempolvar el comunismo, el centralismo, el militarismo y el personalismo, fórmulas incompatibles con la democracia. La corrupción y, especialmente, la impunidad y la complacencia con el delito, han dominado la mayoría de las instituciones que planifican y ejecutan políticas públicas. Las inmensas fortunas de la boliburguesía se han amasado en medio de la miseria de una amplia franja de venezolanos que no tienen ni siquiera con qué comer. En todos los sentidos, el proyecto bolivariano ha constituido un fraude y un crimen.

Contra este engaño, para develarlo y emprender un nuevo camino, el pueblo convirtió a Capriles en fenómeno electoral. El 7-O la democracia triunfará y todos celebraremos.

 

 

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