Opinión Nacional

A por todos

En la Edad Media los leprosos recorrían los pueblos y ciudades de Europa haciéndose acompañar de ruidos de campana. Era ese un “requisito” de carácter profiláctico que anunciaba a la “gente sana” de esos centros poblados la calidad de paria de quienes, en su piel, llevaban la huella del bacilo Mycobacterium leprae, responsable de la crónica enfermedad.

La escena que se hizo común y aceptada por todos, revelaba una profunda ignorancia sobre las causas del mal y remitía al expediente del castigo divino. Esta errada visión afectaba por igual a la gente de pie, a la inteligencia académica, y al Estado.

Ahora, lo que se escondía detrás de toda esta peregrinación del asco era y es la “norma” de toda tiranía: la exclusión. La tiranía cubana acusa de gusano a quienes la adversan; la rusa, de Stalín; la chilena, de Pinochet; la de Anastasio Somoza, en Nicaragua; la del Chivo Rafael Leonidas Trujillo, en República Dominicana; Slobodan Milosevic en Yugoslavia; entre todas se valieron siempre del adjetivo descalificador para neutralizar al oponente.

En Venezuela, la esquizofrenia política que intenta vestir el traje de revolución es un tanto desordenada o, si se quiere, prolija en eso del bautizo a la oposición. De escuálidos, acusó a todos los que marcharon por los calles del país denunciando la estulticia e ineptitud del gobierno de Hugo Chávez. Ya antes se había atrevido con el despropósito de oligarcas. Así etiquetaban a los que después estamparon su firma en número de cuatro millones para buscarle una salida pacifica, democrática, y electoral al pandemonium en que se ha convertido Venezuela en manos de los golpistas del 4F del 92.

Y cómo reacciona la revolución. Bueno, ya no es suficiente la enunciación; el comandante decretó el “contraataque” (la chambonería militar del presidente no le permite pensar en otros términos). De allí que veamos in continum la aprobación de la Ley de Contenidos o Ley Mordaza, la detención arbitraria de lideres de la oposición, el uso con fines políticos del régimen cambiario, y cualquier acción desesperada que aconseje el dogmatismo más reaccionario. Nada nuevo, es verdad, a muchos de los gobiernos de la IV República pero extremadamente decepcionante en un gobierno por el que se apostó para que produjera cambios en democracia y para que le dijera adiós a los peores vicios de la IV.

La detención de Carlos Fernández, presidente de Fedecámaras, deja al descubierto todo un plan de represión del gobierno. El dulce de lechosa que saboreó el presidente Chávez luego de autorizar la detención del empresario sirve como elemento de prueba contra este plan que vulnera los más elementales derechos humanos. A él nos enfrentaremos los venezolanos con la valentía que hemos demostrado hasta el presente. Nada nos apartará de nuestro fervor democrático.

En el ínterin, el gobierno pudiera, para acentuar la posibilidad del ridículo extremo, ordenar el arresto domiciliario al 80% o más de venezolanos que abominamos de esta tiranía. Solo así podrían homogenizar lo que ellos llaman traición a la patria. Que sepa el gobierno que la gran mayoría de los venezolanos haremos – desde la libertad y el amor por los valores encarnados en la democracia – valer nuestros derechos. No tenemos lepra, la Edad Media y el ostracismo es cosa del pasado. Nadie nos echará de las calles. Y es que nos da la gana ser demócratas.

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