Opinión Nacional

A-TRÉ-VE-TE

El vigoroso comienzo de la campaña electoral de Manuel Rosales ha sorprendido a mucha gente, tanto afectos al Gobierno como de la oposición. A raíz del escandaloso fraude del referendo revocatorio se produjo rápidamente, como era de esperar, un achantamiento de los opositores, que enseguida se atribuyó, por una parte a un supuesto miedo colectivo, que habría prendido en todas las capas de la población; por otra parte, al comienzo de un presunto acostumbramiento de la gente a la grave situación que se estuviese viviendo el país.

Ni lo uno ni lo otro. Siempre rechacé ambas tesis. El pueblo venezolano ha dado consecuentemente muestras vehementes de que no tiene miedo, tal como se pregonaba en los días de las grandes marchas previas al referendo, y dando como prueba la realización misma de este, que el pueblo logró imponer, tras un año de arteras triquiñuelas del Gobierno para impedir que se realizara. En cuanto a lo otro, jamás un pueblo podrá acostumbrarse al despotismo. Otra cosa es que el pueblo –que es muchas cosas, pero no pendejo– se niegue a salir a la calle cuando no hay condiciones para lograr sus propósitos. Pero al darse aquellas, no hay nada que lo detenga en dar cada quien su aporte para la obtención de lo que se persigue.

El logro de un entendimiento entre varios precandidatos para agruparse en torno de uno solo de ellos, la tan ansiada unidad de la oposición, así fuese sólo parcial, pero mayoritaria, y el simple asomo de una posibilidad, aunque leve, de derrotar el continuismo de Chávez, configuró la principal de aquellas condiciones, y eso determinó que la gente volviese a la calle, a luchar por librarse de la trágica pesadilla que significan Chávez y el chavismo.

El entusiasmo inicial por la unidad lograda, no sin esfuerzos y sacrificios, se ha ido acrecentando, debido a la convicción de que la escogencia del candidato fue un acierto, y de que el mismo ha asumido su papel con seriedad, con talento, con garra, e iniciado su campaña de manera aguerrida, valiente y esperanzadora, sin que lo arredre la revivencia por grupos anárquicos del chavismo de los viejos procedimientos sectarios y violentos de los adecos en 1946, cuando saboteaban a palos, cabillazos y tiros los mítines de los partido nacientes, de oposición, COPEI, URD y el PCV.

Lo más importante de la candidatura unitaria de Rosales es que ha devuelto en mucha gente el convencimiento de que hay que votar, de que la abstención no tiene vigencia en este momento, aun ante la posibilidad, nunca más cierta, de que el oficialismo continuista esté dispuesto a montar de nuevo un fraude electoral. En los días previos al referendo revocatorio dije algo que ahora quiero repetir. No es desdeñable la idea de que, yendo a votar masivamente, obliguemos al Gobierno a hacer trampa, como la única manera de mantenerse en el poder. Sobre todo cuando, como en este caso, el fraude no podrá ser ocultado.

Atreverse es, pues, la consigna del momento. Lo demuestran, además de lo dicho, los evidentes signos de desesperación y de pánico que fácilmente se detectan en el propio Chávez, y en los paniaguados del chavismo. Nunca ha sido, como ahora, tan palpable que el candidato continuista sí es derrotable. Sin que sea fácil, por supuesto. ¡Vale la pena intentarlo!

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