Opinión Nacional

Abajamiento bicentenario

En Venezuela hace mucho tiempo se instituyó la tradición de conmemorar los aniversarios patrióticos con obras trascendentes. En 1921, por ejemplo, con motivo del centenario de la Batalla de Carabobo, el general Juan Vicente Gómez, amo y señor del país, inauguró el Campo de Carabobo, acaso uno de los monumentos nacionales más importantes no sólo de nuestra patria sino también de América Latina.

Poco tiempo después, en 1930, en ocasión del centenario de la muerte del Libertador, el mismo general Gómez conmemoró la fecha con el pago definitivo de la deuda externa de la República, cuya pesada carga venía arrastrándose desde épocas decimonónicas.

Mucho más adelante, en 1971, en la oportunidad de sesquicentenario de la Batalla de Carabobo, el presidente Rafael Caldera colocó la última piedra a la autopista que comunica a Valencia con el Campo, al tiempo que se completaron los trabajos de renovación y ampliación del complejo monumental.

Doce años después, en 1983, el presidente Luis Herrera Campíns celebró el bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar, inaugurando, entre otras obras, la primera etapa del Metro de Caracas y el Complejo Teatral Ríos Reyna, mejor conocido por la espectacularidad de su ámbito principal, el teatro Teresa Carreño.

Y no hace demasiado tiempo, en 1998, el presidente Rafael Caldera puso en funcionamiento la tercera gran represa del sistema hidroeléctrico del Caroní, Macagua-II, bautizándola «23 de Enero», con motivo de los 40 años de la fecha fundacional de la República Civil.

Ahora, en pleno siglo XXI, y luego de que el Estado nacional hubiera recibido y despachado más de mil millardos de dólares durante la hegemonía de la llamada «revolución bolivarista», la gran obra conmemorativa del bicentenario del 19 de Abril es una especie de obelisco roji-negro que a la carrera fue implantado en la caraqueña plaza de El Venezolano.

Una obrilla con mucha pena y ninguna gloria que si algo simboliza es la mengua decadente en que está sumida la acción pública venezolana. Y encima, el propio mandatario le puso el nombre de «cohete ideológico», que vaya usted a saber qué diablos tiene que ver con la jornada cívica y libertaria del 19-A de 1810.

En el siglo XX, a Venezuela le quedaron monumentos, autopistas, hidroeléctricas, grandes teatros y subterráneos viales, entre otras obras de perdurabilidad, en muchas de las conmemoraciones de fechas históricas. En el presente, aparte del improvisado «obelisco-cohete», lo que le queda al país es la rémora gigantesca de un retroceso sin precedentes en los anales venezolanos.

Y a modo de guinda de la torta, el Gobierno anunció el propio 19 de abril que aumentará la deuda externa en 20 mil millones de dólares, gracias a los empréstitos chinos que hipotecan los yacimientos de la Faja del Orinoco. Hasta el mismísimo general Gómez, desde su tumba maracayera, no se cansará de imprecar por el abajamiento de Venezuela.

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