Opinión Nacional

Abusos del gobierno

Los Angeles (AIPE)- Lo más triste de la historia de la humanidad es que casi todo el tiempo unos pocos han dominado a los demás, obligándolos a actuar en contra de su voluntad y hasta empujándolos a exponer sus vidas en guerras que poco o nada tenían que ver con sus intereses. Lo admirable de la revolución que culminó en la independencia de Estados Unidos es que se basó en el concepto de que uno es dueño de su propia vida. Ese era el ideal del filósofo John Locke respecto a nuestro inalienable derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de nuestra propia felicidad.

En ese tiempo se trataba de una propuesta radical y todavía mucha gente sigue sin entenderla. Nadie es nuestro dueño: ni nuestro país, ni nuestra familia, ni nuestra comunidad. Usted es dueño de su vida y decide cómo vivirla. Así lo afirmó Lincoln: “nadie es suficientemente bueno para gobernar a otro sin su consentimiento”. Un médico no puede operar sin el consentimiento del paciente ni un mecánico reparar su automóvil sin su permiso.

Eso pareciera estar claro, pero seguimos dominados por políticas públicas que lo contradicen, recordando los tiempos cuando la gente era tratada como un recurso más de las elites feudales. Así, a diario los políticos y burócratas se las ingenian para imponernos leyes y reglamentos sin nuestro previo consentimiento y si no los cumplimos nos exponemos a multas o a ir a la cárcel.

Los “comunitarios” modernos denigran de estos principios de libertad individual. Pero los próceres fundadores de la nación no abrigaban prejuicios contra la comunidad, sino que más bien mantenían que la comunidad humana tiene que ser voluntaria, no obligatoria. Mantenían el principio que la comunidad se fundamenta en la acción voluntaria porque si no se respetan los derechos individuales el resultado, en lugar de ser una comunidad, se convierte en un hormiguero o enjambre. Esto quiere decir que el bien público no puede lograrse violando los derechos básicos de la gente. Por el contrario, tales derechos deben ser promovidos y protegidos todo el tiempo. Ese es el significado de la declaración que explica que el poder justo del gobierno se deriva del consentimiento ciudadano y que el verdadero propósito del poder es garantizar nuestros derechos fundamentales.

Nada de eso va en contra de la comunidad, sino a favor de los hombres y mujeres que conforman esa comunidad. Si la comunidad rechaza estos valores fundamentales deja de ser apta para la convivencia humana.

Así vemos que gobiernos opresores muchas veces son el resultado de elecciones democráticas y una democracia opresora no resulta menos abusiva que una dictadura, sólo que su despotismo suele ser menos visible.

___* Profesor de Chapman University y académico asociado del Cato Institute.

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