Opinión Nacional

Accidentes Historicos (y II)

En la anterior entrega –después de ratificar la tesis, a mi juicio primordial, de que la lucha para derrotar por vías democráticas a la cúpula chavista será inevitablemente larga- añadí que pueden ocurrir accidentes históricos, los cuales tendrían como consecuencia modificar en alguna medida la extensión temporal (no cuantificable, por lo demás) del combate. Pospuse para esta ocasión el intento de considerar el asunto con cierta amplitud. Eso es lo que seguidamente haré.

Llamo accidentes históricos a los hechos no visualizables cuando se trazan líneas estratégicas de lucha en cualesquiera campos fundamentales –político, militar, económico, a escala nacional o a escala trasnacional- pero que pueden manifestarse porque el curso objetivo de la realidad los genera; y eventualmente producir cambios cualitativos muy importantes en el desenvolvimiento originalmente esperado cuando aquellas líneas han sido concebidas.

Muchos procesos que han sido notablemente relevantes para la evolución de las sociedades humanas –dirigidos por fuerzas organizadas que habían adoptado y aplicado determinados proyectos de acción, en búsqueda de grandes objetivos- fueron condicionados, en definitiva, por accidentes históricos que influyeron decisivamente en la generación de los resultados finales. Me refiero, por ejemplo, a la revolución inglesa de 1688; la revolución norteamericana; la revolución francesa; las revoluciones europeas de 1848; la revolución que en 1870 creó la Comuna de París; la revolución bolchevique de 1917; la prolongada lucha armada revolucionaria en China, que culminó con la toma del poder por el Partido Comunista, en 1949; la excepcional y complejísima alianza entre Estados Unidos, Inglaterra y Francia, por un lado, y la Unión Soviética, por el otro, que concluyó en la derrota del eje nazi-facista en la Segunda Guerra Mundial; la superación pacífica de la condición colonial de muchos países africanos y asiáticos, precisamente cuando estaba comenzando el muy peligrosos período de la Guerra Fría; el derrumbe del “socialismo real” en la Unión Soviética y los países no capitalistas de Europa Centro-Oriental; y el excepcional enrumbamiento hacia el capitalismo, sin que ocurrieran derrumbes típicos, del sistema económico político establecido en China y Vietnam.

Debo añadir –para cerrar la argumentación en la cual he tomado como ejemplos ilustrativos algunos de los procesos más relevantes de transformación política de los tres últimos siglos- que siempre ha habido y habrá accidentes históricos influyentes. Algunos, en muy alto grado. Otros, en grado menor. La casualidad y la causalidad nunca dejarán de estar unidas.

Relacionemos lo antedicho con la Venezuela de hoy y las posibles perspectivas.

El grado de complejidad característico de los procesos en curso y la capacidad perceptiva de los actuales dirigentes de las organizaciones democráticas opositoras determinarán que los accidentes históricos, de mayor o menor entidad, sean imaginados certeramente o, por el contrario, muy imprecisamente, o/y con tanto retraso que tengan escasa utilidad. En considerable medida, tal posibilidad es hoy muy considerable.

Por otra parte, la correlación de fuerzas es tan desfavorable a la oposición democrática organizada (ODO) que es imposible vencer a Chávez en las próximas elecciones. También será imposible vencerlo en los años subsiguientes por efecto de grandes movilizaciones y otros combates político-sociales que lo obliguen al abandono del poder. Siendo esto cierto, la lucha ha de ser necesariamente larga. He afirmado esto varias veces, enfáticamente, y seguiré haciéndolo. Estoy seguro de que muchos venezolanos, entre los cuales hay distintos niveles de cultura política, comparten las opiniones que he expuesto.

Podrá haber accidentes históricos, probablemente de diverso origen, que ayuden a modificar la situación presente. Pero aun si se supiere cuáles serán, es imposible saber cuándo se manifestarán. Por lo tanto, lo único definible como comportamiento indispensable es seguir el rumbo de una lucha larga. He allí el punto de partida de la estrategia necesaria.

Lamentablemente, en la ODO ha habido y persiste la absurda conducta de ocultar la verdad. Los dirigentes nunca la mencionan cuando hablan o escriben. Se comportan como si pensaran que eso es conveniente, porque la base social opositora, o una porción importante de ella, no podría asimilar el impacto que implicaría conocer la realidad. ¿Acaso consideran que en esa base hay muchos ciegos, sordos y estúpidos?

Una vez más critico duramente tal manera de cumplir la función de dirigir.

Extiendo mi crítica a los hoy candidatos presidenciales. Especialmente a Teodoro Petkoff (TP) porque, pese a nuestras divergencias de larga data, reconozco en él capacidades, rigor intelectual y experiencia amasada en exigentes y difíciles luchas de muchos años. A ninguno de los otros se le puede exigir, como a él, que actúe con seriedad, que no diga mentiras, que no subestime la facultad de pensar que tienen los opositores politizados, los poco politizados y –como habría dicho Jesús- los sencillos.

He leído con asombro y con disgusto sus declaraciones de los últimos días:
“Me he lanzado con la intención de ganar”. “Yo para candidaturas simbólicas ya tuve con las del MAS; está es conbólica”. (El Universal, 22/4/06).

“No me lancé para renunciar a priori, sino para ganar”. “Hoy la coyuntura le da posibilidad a una candidatura que enfrente a Chávez, así no lo parezca, porque la fragilidad del gobierno es muy grande”. “No me planteo esa hipótesis (la de qué pasaría si Chávez gana las elecciones). La pregunta sería: ¿Qué pasaría si yo gano?”. (El Universal, 23/4/06).

Respecto de esas inusitadas afirmaciones sólo cabe expresar uno de estos juicios: o TP cree de veras lo que dice –y en tal caso sufre una extraña pérdida del discernimiento- o intenta engañar a los destinatarios de su mensaje, lo cual es imperdonable.

Digo al lector que estas referencias públicas a la candidatura de TP –las primeras que hago- son también las últimas.

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