Opinión Nacional

Adiós para siempre

 Aunque nunca supimos a ciencia cierta porqué ocurría todo ese torbellino que nos arrastraba hacia el foso, siempre pensamos que no merecíamos todo aquello que nos acongojaba y tampoco aceptábamos indiferentes la destrucción de nuestra sociedad. Nunca dejamos de trabajar para construir el país que soñamos basado en un modelo que fuera la antítesis del que nos oprimía y nos cerraba todos los caminos al desarrollo y al progreso. Una sencilla fórmula sustentada en lograr la paz social, combatir efectivamente la pobreza (mejorar los barrios del país), incluir a todos los que quieran participar, tener un efectivo proyecto de país, estimular la iniciativa individual, respetar la propiedad privada y proponer metas de progreso y desarrollo para modernizar al país, son premisas básicas que aseguran que Venezuela venza el rezago y se inserte en la economía mundial.

Lo demás será una mirada adelante explorando las posibilidades infinitas y variadas de crecimiento y de como vamos a sortear los posibles obstáculos que se nos vayan presentando; pero la atención será hacia el futuro, nunca al pasado reciente, porque será ingrato rememorar esos tiempos oprobiosos que habremos dejado atrás. De manera que de esos tiempos turbulentos, signados por un caudillismo primitivo, de un odio irracional hacia el adversario, de la exclusión más dolorosa, de la pérdida de las oportunidades, del empobrecimiento progresivo de la sociedad, de la pérdida de la esperanza, de eso no vamos a querer acordarnos. Los jueces determinarán responsabilidades, los historiadores calificarán a este período como el de la más cara estafa social que se haya cometido contra sociedad alguna, les corresponderá a ellos mirar al país en retrospectiva. Mientras nosotros seremos incluyentes, respetuosos del pensamiento adverso, enterraremos el hacha de la venganza, no perseguiremos a los empleados públicos, perdonaremos las ofensas y olvidaremos los agravios para ser mejores personas y dignos representantes de un liderazgo que quiere cambiar al país.

Mi padre, presto a cumplir 89 años en los días siguientes al triunfo electoral del 7, que tiene el mérito como tantos venezolanos de su generación, de haberse hecho solo en el tránsito fugaz de niño a hombre, tuvo el privilegio de ser testigo de excepción de la caída del régimen gomecista, que vio como los aliados derrotaron a las potencias belicistas de Alemania, Japón e Italia, impidiendo que el totalitarismo nazi fascista se impusiera al mundo libre, que sufrió y padeció la dictadura perejimenista, pero que también presenció su caída en la gesta gloriosa del 23 de enero de 1958, que alcanzó a presenciar como ciudadano del mundo el derrumbamiento del muro de Berlín y la consecuente caída del régimen comunista, que le tocó observar la impensable primavera árabe, ahora se apresta a ser parte activa, con su voto, del cambio político más trascendental que se haya dado en Venezuela por la vía electoral. ¡Feliz cumpleaños Papá!

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