Opinión Nacional

África mundial y el regreso al origen

Cada cuatro años, la Humanidad entera converge en una esférica que simula su globalidad, no solo física, sino tambien intelectual y espiritual. Como un ritual que va creciendo en sus mitos y leyendas con el transcurrir de sus hazañas, el ambiente que rodea al Mundial de Fútbol se convierte en el escenario ideal para conferirle un punto focal a la visión de la esperanza de un mundo mejor.

En esta oportunidad, la cita se ha convocado en Sudáfrica, la nación de la Tierra donde la humanidad libró su batalla mas importante para lograr al término del siglo pasado la integración de los principios fraternales que le servirán a toda nuestra especie para trascender con éxito al futuro. De esa manera, la cita del deporte que mejor representa la saga universal de la vida humana, se realiza en el continente que vió a los bípedos erguidos e levantar su marcha para construir el porvenir de la existencia animada.

El Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010 representa un hito en la historia en la cual toda la raza humana se convoca en el vientre de la tierra que la vio nacer. Los ojos del tiempo ven a los hijos de Latinoamérica cantar y bailar con suprema alegría y vigor los ritmos percusionados de los tambores y de las voces que surgieron de las primeras expresiones del habla humana. En absoluto le son extrañas las reminiscencias de las geologías que develan su identidad afín relejadas en las piezas de un rompecabezas intacto que quedo abierto para que los niños de una parte y otra de las costas tropicales se preguntaran antes de conocer de la deriva de los continentes ¿Y alguna vez no estuvieron juntas? Si, así fue. Y juntas siguen estando cuando los corazones y los sones se entrecruzan para dibujar esas almas que en una unión tribal ancestral siguen compartiendo juntas lo que alguna vez la ignorancia convirtió en distante.

Mandela vivió para vivirlo. Y nosotros para admirar su vivencia. La prisión se abrió para que el mundo abrazara al ave de la paz que había estado confinada por el odio, la segregación y la violencia contra la diferencia. Ahora, esa ave es libre para transmitir a todo el mundo que se pueden y deben compartir los valores de la paz convirtiendo al mundo en un balón para celebrarlo, amando su vuelo que busca tocar el telar del universo profundo, aquél que se simula detrás del umbral de una meta de gol y que apertura el tiempo en un instante, cual agujero de gusano que permite en un momento que todos los aficionados al deporte del ciclo existencial sean inmortales.

Por estos días, Soweto será el paraíso de la fraternidad universal y el llanto del niño apartado por el castigo del silencio y la marginación del pasado, estallará de júbilo en tambores llenos de libertad y de compenetración profunda con los principios y valores de la paz que esparcirán la semilla de los grandes elefantes en la tierra que habla en sus vientos, en sus luces y en sus ríos.

Veremos a los atletas correr detrás del balón de la Tierra para entregarla a un compañero de equipo venciendo las diferencias y las distancias, comunicandose con el lenguaje del deporte que es el movimiento, el de la música, el de la sonrisa y el baile colectivo. Porque cuando las naciones son capaces en paz de bailar jugando al fútbol, están celebrando su unidad con la tierra donde tuvieron su origen, cuando éramos uno con el alma de todos.

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