Opinión Nacional

Al límite…

El martes 3 está de cumpleaños el Comisario Iván Simonovis. Junto a otros
compañeros, a quienes reconocemos como verdaderos comisarios policiales
de mérito en este país, es víctima de uno de los casos, icono en
Venezuela y el mundo, de pavorosa violación de los derechos humanos por
parte de un gobierno en ejercicio. Una clara evidencia de terrorismo de
Estado.

En Venezuela, la irregularidad es la constante en el juicio que contra ellos
se lleva a cabo desde hace cuatro años. Un juicio que debió durar entre 3
y 8 meses. La pantomima de juicio más larga de toda la historia de la
arbitrariedad en Venezuela. Todo este tiempo han permanecido detenidos sin
sentencia. Todo este tiempo recluidos en una mazmorra de la policía
política, sin ver el sol más que cuando son trasladados a un tribunal
ubicado a dos horas de Caracas. Estratégicamente retirado de la capital, a
fin de facilitar los manejos amañados.

La juez se mueve por hilos que tejen desde el palacio de Miraflores. Ella es
uno de los emblemas de la injusticia en este país. Tarde o temprano pagará
por eso, pero mientras tanto hay familias que viven ese via crucis, niños
que sufren, esposas y madres humilladas y compatriotas que pagan por delitos
que no cometieron. Pero el régimen tiene que salvar la cara ante quienes
exigirán cuentas por la masacre del 11A. La injusta prisión de estos
dignos policías de carrera cumple ese perverso objetivo.

Hasta la fecha, tres de ellos, Iván Simonovis, Henry Vivas y Lázaro
Forero, de impecable trayectoria de servicio en puestos de comando policial,
han vivido un verdadero calvario. Han debido rodar esposados dentro de una
patrulla más de 270 horas a lo largo de 40 mil kilómetros, sólo para
soportar que la mayoría de esas audiencias hayan sido canceladas. La turbia
crueldad de la Fiscalía es el más eficaz instrumento de tortura, alegando
continúa inconformidad con las actas del juicio. Desde agosto del año
pasado están paralizadas conclusiones para las cuales habrían bastado 8
días. La Fiscalía y el tribunal cumplen eficazmente un calculado y macabro
peloteo.

Tienen 40 mil horas detenidos en calabozos de 2×2, un pasillo de metro y
medio de ancho y 25 mts. de largo, con aire viciado y sin entrada natural de
luz. Día a día aumentan las personas hacinadas en un lugar que no fue
diseñado para ese propósito.

Desde hace seis meses, el juicio permanece paralizado. A punto de finalizar
el proceso, apareció de nuevo en escena la Fiscalía solicitando un
avocamiento ante el Tribunal Supremo de Justicia que, en caso de ser
admitido, podría anular todas las más de 216 audiencias del juicio,
colocando el proceso de nuevo al inicio, vale decir, en cero.

Los países que se comprometieron a garantizar el debido proceso, entre
ellos El Salvador (país que negó el asilo a dos de ellos y los entregó a
las autoridades venezolanas) han brillado por su ausencia. El parapeto sigue
montado y no queda sino denunciar esta vergüenza a través de los medios y
ante instancias internacionales competentes. Como dice la defensa, «porque
si en Venezuela no hay justicia, la buscaremos donde sí la haya».

Macky Arenas
Periodista y socióloga venezolana

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