Opinión Nacional

Alegría de Tísico

Digámoslo de una vez: esta victoria sí es pírrica y escatológica. Lograda al precio del derrape de todas sus potencias, con toda su desvencijada maquinaria de Estado puesta al servicio de su egolatría enfermiza.

Costoso, inmensamente costoso le resultó su baño de egolatría: miles de millones de bolívares fuertes, una pérdida de más de un millón de votos y una oposición democrática acrecentada, fortalecida y en avance sistemático hacia su adultez política. Él sabe que su revolución llegó a su fin. Ella, que le espera el futuro. Dos caras contrarias y excluyentes de la Venezuela de hoy: la barbarie del pasado que recurre a sus últimos estertores y las promesas del futuro que se acrecientan según pasan los días.

La celebración en el balcón del pueblo olió a cumpleaños final, a generosa despedida. Digámoslo de una vez: esta victoria sí es pírrica y escatológica. Lograda al precio del derrape de todas sus potencias, con toda su desvencijada maquinaria de Estado puesta al servicio de su egolatría enfermiza. Ministerios, dependencias, policías, canales, radios, medios, PDVSA, el Banco Central, amedrentamiento, asalto a Sinagogas, bombas lacrimógenas, propagandistas presidenciales acarreados por millones de dólares, expulsión de observadores. Suma y sigue. La más gigantesca movilización de recursos para celebrar una borrachera menor frente a los nauseabundos restos de misia Jacinta.

Se equivocan quienes creen que este 15 de agosto tendrá alguna significación histórica. No será recordado más que como el capricho de un caudillo evanescente que requiere de la aclamación multitudinaria como de una droga psicodélica. No son los batallones de la revolución cultural china ni el ejército revolucionario cubano. No son los soldados de un ejército triunfante. Son masas movilizadas tras espejismos inconscientes que vuelven instintivamente al calor que ya se extingue. Donde hubo fuego, cenizas quedan. Anoche bailaron al son del discurso más vacío, hueco y empobrecido de su historia. Pronto pasarán por taquilla.

Triunfos como estos duran lo que unas ventosidades en un chinchorro. Mientras que derrotas como estas templan el espíritu, aceran la musculatura y preparan las huestes para el asalto final a las derrengadas casamatas del poder moribundo.

Chávez lo presiente, pero todavía no lo toma completamente en serio. Está liquidado. Tiene enfrente al más poderoso e invencible de los ejércitos: al movimiento estudiantil. Una hidra de mil cabezas que produce líderes como hongos. Se ve asediado por la lava de volcanes que recién comienzan su chisporroteo: desde Miranda, desde el Táchira, desde Carabobo, desde Sucre, desde el Zulia, desde el Este de Caracas y desde todos los espacios populares que alimentan la Alcaldía Metropolitana.

Tiene enfrente a la Iglesia, Poder de Poderes. A los ejércitos de desesperados que ven incumplidas las promesas y comenzarán pronto sus marchas por las calles de nuestras ciudades exigiendo lo suyo. Con el precio del barril por los suelos. Tiene su fuente de financiamiento quebrada y una cohorte de lameculos y lacayos capaces de traicionarlo cien veces para mantener sus canonjías. Los más poderosos de entre ellos – Henry Falcón en Lara, Rangel en Bolívar y Diosdado en cualquier parte – estarán esperando verlo caer de la cuerda floja. A ver si agarran, manque sea fallo.

Presidente: esta sí que es una victoria de mierda. Aprovéche sus efluvios, mientras le duren.

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