Opinión Nacional

Alejandro Peña Esclusa

No conozco a Alejandro Peña Esclusa de lado alguno. Hace más años de los que quisiera recordar tuve el placer de tratar, muy brevemente, a sus padres, el General Peña y su señora madre, personas encantadoras y con un gran don de gentes. A él nunca tuve la oportunidad de conocerlo. Muchas cosas me separan de él. Sus ideas políticas son muy opuestas a las mías, con excepción del antichavismo que compartimos. Desde los tiempos de su asociación con un oscuro personaje llamado Lyndon LaRouche me molestaban sus posiciones y, en realidad, no podía tomarlo en serio.

Sin embargo, algo debo reconocerle y de la manera más clara posible: es un gran luchador por sus principios y ha dado la cara como muy pocos en su posición frente a Chávez, de manera valiente y sostenida, aún ante el hecho de que poco nos importa que alguien luche por nosotros o no. En una sociedad democrática, tendría el derecho de presentar sus ideas y dejar que la voluntad popular decidiera si las acompaña o no. En un régimen como el que vivimos el simple hecho de opinar de manera diferente al del coba andante lo hace sospechoso, terrorista y quién sabe cuántas cosas más.

Y aquí debería entrar, sin necesidad de recordarlo, la solidaridad de todos quienes nos oponemos a esta maldita ola roja-rojita. Ya hubieran debido comenzar a aparecer declaraciones, protestas y, ¿por qué no?, aquellas marchas que malgastamos en bailoterapias y sin objetivo alguno. Un verdadero liderazgo opositor ya estaría en la calle. Pero no, claro, a ellos eso nunca les pasará porque están ungidos por el poder divino del Señor. Y mientras no se moleste mucho al coba andante, nada les pasará.

Pues les tengo noticias. Nadie está seguro en las actuales circunstancias. Las palabras del pastor Niemöller* recorren el país de norte a sur y de este a oeste y a pesar de ello siguen sorprendiendo a ese grupo de autosuficientes que saben más que los demás. ¿Lo dudan? Pregúntenle a Baduel, a Tascón, a Ismael García, a José Albornoz, y a tantos otros encumbrados y defenestrados sin previo aviso…
Repito, no comulgo con Peña Esclusa, pero es un deber de la oposición apoyar, en todos los sentidos, a un hombre valiente, patriota, luchador por su verdad en términos hasta ahora desconocidos en el seno de los “oposicionistas”. No podemos, ni debemos, dejarlo solo. Si lo hacemos dejaremos de tener la moral necesaria para protestar o hasta quejarnos de las arbitrariedades de este régimen. Pecar por omisión es tan grave como hacerlo por acción. Y algún día, más cercano que lejano, la Patria cobrará la cobardía…
*Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar

Martín Niemöller, su autor, menciona que no se trataba originalmente de un poema, sino de un sermón en la Semana Santa de 1946 en Kaiserslautern, Alemania: “¿Qué hubiera dicho Jesucristo?”. Este poema se le atribuye erróneamente, en muchos idiomas, al dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht.

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