Opinión Nacional

Alemania: violencia en las escuelas

(%=Image(2692371,»R»)%)La prensa ha recogido en estos últimos días la información de la masacre que el joven estudiante Roberth Steinhaeuser produjo en el Colegio Gutenberg de la población de Erfurt, Alemania: 17 personas entre profesores y compañeros de estudio fueron asesinadas. Finalmente, como diría el lingüista Carlos Andrés Pérez, el joven se “autosuicidó”.

Hechos como éstos son, por otra parte, más que frecuentes en las escuelas norteamericanas. Nada sorprendente en este país, donde la industria de la violencia y de las armas florece como el consumo de la droga: 85% del consumo mundial. Fuente, en gran medida, de la violencia y crisis colombiana.

Los alemanes han sido señalados en millones de páginas, como uno de los pueblos más crueles y despiadados de la historia humana. Se señala a los “campos de concentración” y a la “cámara de gas”, como ejemplos de estos crímenes. Paradójicamente, los animales aman profundamente a los animales.

Nüremberg estableció un hito jurídico-político de la historia del derecho internacional, al juzgar los crímenes de guerra cometidos por Deutschland.

En realidad, para ser objetivos, no solamente los alemanes han cometido etnocidios y genocidios: África, Asía y la América Latina, han sido también víctimas de éstos por parte de potencias extranjeras. Especialmente los Estados Unidos: Remember Vietnam. Hoy vemos impotentes como algo cotidiano el palestinicidio.

Los latinoamericanos hemos sido víctimas de crímenes aún impunes: Dada la complicidad norteamericana, han resultado en vano hasta ahora, los esfuerzos del Juez Garzón para interrogar a Kissinger sobre los horrendos crímenes cometidos por las tenebrosas dictaduras del Cono Sur, hijas del “espíritu santo” de esa Institución formadora de gorilas: la Escuela de Las Américas. Algún día se conocerá la participación de la CIA en el genocidio del Cono Sur.

Alemania está consternada por la masacre de Erfurt. Psicólogos y sociólogos acusan como responsables a las mil maneras, mediante las cuales se vende a nuestros niños y jóvenes, la “anticultura de la violencia”.

Nosotros mismos, en estas latitudes, vemos cómo nuestra niñez y juventud son atosigados por la TV, cine, páginas rojas, máquinas y tecnologías del juego, NINTENDO, internet, etcétera, con las cuales se les envenena: la ‘anticultura de la violencia’. Valdría la pena investigar cuántas muertes violentas ve un niño durante su infancia en la TV. En mi niñez, las muertes violentas eran algo extraño y terrible.

Nos preguntamos: ¿Es esa violencia, en gran parte, el resultado de una anticultura contra la vida, que por razones económicas es necesario mantener?

Hicimos nuestro Postgrado en Alemania y sabemos que los alemanes estudiarán en profundidad el problema y tomarán las medidas pertinentes. Sería conveniente que sus análisis sirvan de base a la ONU y particularmente a la UNESCO, para una legislación internacional que evite una perversa industria de la violencia tan nociva y rentable, para algunos, como el mismo narcotráfico. Porque esta industria también es fuente de muerte, dolor, sangre y lágrimas. Que lo digan los familiares de los caídos en Erfurt y en las escuelas de los Estados Unidos de Norteamérica.

No será fácil esta lucha. Son muchos los billones que se generan con la anticultura de la violencia. Sus beneficiarios, empero, no son vistos como lo que son: autores intelectuales de crímenes como el del joven Steinhaeuser. ¡He ahí la moralidad de la complicidad!

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