Opinión Nacional

Amigos abstencionistas

No cabe la menor duda, la voluntad humana siempre ha jugado un papel determinante para cambiar el rumbo de la historia. Muchas previsibles derrotas han sido convertidas en triunfos gracias al empeño, audacia y arrojo de sus protagonistas, capaces de superar todos los obstáculos y dificultades. En muchas circunstancias y trances difíciles, la voluntad libertaria de los pueblos se impone con valentía a los intentos hegemónicos de cualquier aprendiz de dictador, aun cuando este use la palabra socialismo para esconder sus intenciones.

En esta difícil coyuntura venezolana, no hay que abandonarse al pesimismo conformista ni a las manipulaciones de la revolución bolivariana y, mucho menos, dejarse dominar o influir por planteamientos rutinarios construidos desde una perspectiva basada en fórmulas manidas, que atienden a una cómoda posición derrotista, fatalista, para justificar el no hacer nada, el no enfrentarse a la realidad. Permanentemente somos arrastrados por los acontecimientos diseñados desde los laboratorios chavistas, dirigidos por los cubanos expertos en manipulaciones totalitarias.

La candidatura unitaria y vigorosa –con sabor a pueblo- de Manuel Rosales, representa una nueva esperanza, una oportunidad, para sacudirnos la derrota del referéndum revocatorio de 2004. Por ello es menester despertar del letargo, sacudirnos enérgicamente de la insensibilidad anidada en el corazón de muchos hombres y mujeres demócratas de nuestro país. La desilusión, el abatimiento, son los más peligrosos factores condicionantes, que le permitirán al teniente coronel adelantar sus planes comunistas a partir de 2006. Otra realidad sería, si en las elecciones del 3 de diciembre, el arrojo y la bravura hechas pueblo, se apoderara de las calles de todas las ciudades y poblaciones de Venezuela a fin de reclamar cívicamente y con mucha firmeza elecciones limpias y transparentes.

Para ello se necesita insuflarle a la gente un optimismo racional fundamentado en el irrefrenable deseo de cambio de la insostenible realidad actual de la revolución chavista, mediante la construcción de un vigoroso movimiento orgánico, plural y unitario, con una dirección conciente, que trascienda las próximas elecciones presidenciales. Y deje, de una vez por todas, el voluntarismo y la inmediatez que tanto daño le han hecho a la posibilidad de conformar este poderoso movimiento opositor que la gente reclama con sobradas razones.

La circunstancia actual es propicia para el reagrupamiento natural –libre de egoísmos inútiles y luchas estériles- de los factores dispersos opuestos a los designios autocráticos del mandamás de Miraflores. El abstencionismo electoral de parte de sectores importantes de la sociedad venezolana debilita cualquier posibilidad de derrotar a quien, en virtud de su férreo control sobre el Consejo Nacional Electoral, se cree invencible. De tal manera, que hay que rechazar, por engañosa, la estrategia oficialista de favorecer la no participación electoral. No podemos hacer el papel de aquel castor que, perseguido por los cazadores que querían extirparle los testículos, se castró así mismo.

No es tiempo de enchinchorrarse. Llegó la hora de salir a la calle, sin complejos ni posiciones acomodaticias. Debemos estar concientes de que para obtener resultados es necesario actuar, dejar a un lado la pasividad y el desgano. Hay que pasar a la guerra de posiciones en el campo político. A menos que padezcamos del síndrome clínico del castor…

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