Opinión Nacional

Andrés Bello, forjador de intelectuales en Chile

(%=Image(8963544,»LRCN»)%) Es evidente que el desarrollo del intelecto en Chile, se debe en gran medida, al sabio venezolano, Don Andrés Bello, quien entre los muchos quehaceres realizados en el país austral, destaca manifiestamente la formación de discípulos, desde el primer día de su arribo a Valparaíso, ocurrido el invernal 25 de junio de 1829, hasta el término de su existencia física, producido el 15 de octubre de 1865, en la ciudad-capital de Santiago.

En esta oportunidad, nos referiremos la denominada Generación de 1842, una de las más brillantes de la historia cultural chilena, la cual empieza a forjarse en la propia residencia de Don Andrés, en una casa solariega santiaguina, situada en la calle Catedral, entre Amunátegui y Teatinos. Por ahí, concurren en la década de 1830, jóvenes intelectuales, vinculados a diversas disciplinas, que anhelan beber el conocimiento de ese Maestro, recientemente llegado de Londres, cuya nombradía y acervo cultural era conocido por las referencias de Mariano Egaña, diplomático chileno, quien lo había contratado para el Gobierno en la capital británica, y a través de connotados políticos e intelectuales, que habían departido con él, en viajes efectuados con antelación a Inglaterra.

Las sesiones de trabajo. Bello las llevaba a cabo en su propia biblioteca, integrada por un espacio amplio que contenía cientos de volúmenes escritos en latín, inglés, español y otras lenguas, registradoras del saber y el pensamiento del hombre desde épocas pretéritas hasta las más recientes editadas en el siglo XIX, donde resaltaban aquellas difusoras de las Humanidades, correspondientes a la época áurea de la cultura greco-latina y de la etapa renacentista. Los biógrafos del maestro caraqueño indican, que hasta la ornamentación del recinto que ocupaba su biblioteca, ofrecía imágenes alusivas a esa temática.

La metodología utilizada en estas actividades consistía, primeramente, en una exposición que hacía el Maestro sobre un tópico determinado con una profundidad, rigor y análisis extraordinarios, que embelesaba a los dilectos auditores. Luego, en una segunda instancia, venía lo culminante: Se establecía un diálogo familiar, donde los participantes coloquiaban con el conductor, planteando sus propias inquietudes y opiniones, derivadas de la disertación. De esta suerte, se producía lo que se ha denominado “el partear las ideas”, tal cual lo hacía Sócrates en la Grecia de antaño. Al final, luego de la aclaratoria y despeje de las dudas planteadas, se arribaba a un conocimiento y conclusiones definitivas, plenas de significaciones.

La primera generación estuvo integrada, entre otros, por: José Victorino Lastarria, escritor y jurisconsulto relevante en el decurso del siglo XIX; Francisco Bilbao, filósofo y pensador, que tempranamente proyecta ideas radicales, a fin de renovar el pensamiento conservador, al cual lo sucedería un exagerado positivismo. Sus ideas le significan en una época de predominio oligárquico, la cárcel, la persecución de algunos gobiernos y de la Iglesia. En más de una ocasión, fue exiliado. Bilbao se ha constituido en el precursor y antecedente del pensamiento socialista que empieza a desarrollarse en Chile, en los albores del siglo XX; José Joaquín Vallejo (Jotabeche), fino ensayista nativo de la ciudad nortina de Copiapó; Manuel Antonio Tocornal y Salvador Sanfuentes, destacados hombres públicos y congresantes de la República. En épocas posteriores, se incorporarán los futuros más grandes historiógrafos de Chile, como lo han sido Diego Barros Arana y Benjamín Vicuña Mackenna.. No podríamos dejar de mencionar a sus hijos: Carlos, Francisco, Juan y Andrés, quienes siguieron las huellas de su glorioso progenitor.

Para finalizar, reafirmaremos que las generaciones de chilenos surgidas en el siglo XX, e incluso en el presente nos sustentamos en ese acervo aportado, creado y forjado por Don Andrés Bello y los excelsos discípulos que formó, los cuales sucederían en la maestría al pensador venezolano después de su desaparición física. Y quizás-reflexionamos en este nuevo aniversario de su natalicio- que el retorno de Bello a su patria terrígena venezolana se haya dado en el siglo XX, primero con aquella deslumbrante Misión –orientada por el sucesor de Bello en el siglo XX venezolano, el connotado ensayista y pensador Mariano Picón Salas- que contribuyó a crear el siempre prestigiado Instituto Pedagógico de Caracas, y posteriormente en época aciaga para lo creado por Bello, cuando su Universidad de Chile, junto a todos los centros de educación superior de la nación fueron aherrojados por la cruel dictadura surgida en 1973 y que se prolongó por casi 17 años, lo cual produjo un éxodo de innumerables universitarios e intelectuales por todo el mundo, entre los cuales figura un porcentaje significativo que buscamos la tierra de Bolívar, discípulo del maestro Bello, para reiniciar una existencia, cuando la patria nativa, se nos transformó en “madrastra” y desde aquí pudimos contribuir con el apoyo de los gobiernos y pueblo venezolano a rescatar a la república, la cual comenzó nuevamente a florecer en los inicios de la última década del siglo XX, esperando que por nunca jamás, las tinieblas invadan a la patria adoptiva del insigne maestro venezolano, la cual él logró forjar exclusivamente para el disfrute pleno de las libertades en toda su amplitud..

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