Opinión Nacional

Ari & Jacky

Aclaremos desde el principio que no tenemos dudas en cuanto a qué es lo que el autoritarismo chavista buscaba con la Ley del Distrito Capital: no ciertamente poner orden en el basurero dejado por Bernal sino robarle los recursos a un Alcalde Metropolitano peligroso, que en apenas tres meses demostró que Caracas puede tener otro destino que el del muladar al que la han condenado diez años de incompetencia y corrupción. Pero el reto para la autocracia no ha terminado: ahora tienen que demostrar si la extraordinaria masa de recursos que están concentrando en el municipio Libertador (que, recordamos, coincide exactamente con el ámbito del Distrito Capital) servirá por fin para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. No hace todavía mes y medio que el alcalde Rodríguez anunciaba 600 millones de bolívares para inversiones en el municipio, a los que el Presidente sumaba 1.200 millones. A esas cifras ya extraordinarias habría que agregar lo que el Distrito Capital le arrebata a la Alcaldía Metropolitana: 99.000 millones provenientes del FIDES y 1.500 millones del Situado Constitucional (El Universal, 13/04/2009).

A la ineficiencia y latrocinio consustanciales a los gobernantes chavistas viene a sumarse ahora la confusión y recelos que inevitablemente generará la absurda decisión de crear, sobre un mismo ámbito territorial, dos autoridades con competencias similares y legitimidad radicalmente diferente: una nacida del voto popular y otra del dedazo autocrático.

Una lógica elemental sugería que el candidato ideal a ese cargo fraudulento era Aristóbulo Istúriz, que en noviembre de 2008, aunque había perdido la Alcaldía Metropolitana, alcanzó los 470 mil votos en el municipio Libertador, prácticamente lo mismo que le bastó a Jorge Rodríguez para ganar la alcaldía municipal, pero no en vano se trata de un zorro viejo que expresamente le sacó el cuerpo a tan dudosa recompensa. No evidentemente por razones éticas, que ha ido dejando en el camino, sino pragmáticas: comprometería un éxito electoral no despreciable por un cargo no sólo fraudulento, sino de dudosa viabilidad. De modo que le pasó el testigo a quien tiene fama de eficiente tecnócrata “bolivariana”. Lamentablemente para ella, esa es probablemente la calificación menos indicada para lidiar con semejante esperpento político-territorial.

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