Arturo Uslar Pietri, profeta
En la novela “Estación de máscaras”, Arturo Uslar Pietri se adelantó a su tiempo en forma asombrosa. El protagonista, Álvaro Collado, dice: “¿Por qué un hombre así puede llegar tan fácilmente a convertirse en personaje en esta tierra? Todo está indefenso y como a merced del primer aventurero” (p. 127), y “No me voy a ir. Voy a quedarme. En mi país a hacer mi país, a rescatarlo de los que lo han hecho cautivo, de los que lo han doblegado y torcido. Y aquí me voy a estar agarrado, apechugado, solo, o con quien quiera acompañarme. Aunque sea como Noé, para tener que fundar de nuevo la raza y la fauna después de que pase el diluvio” (p. 407). Eso fue escrito a comienzos de la década de 1960, cuando faltaban casi cuarenta años para que el país cayera en manos del “primer aventurero”, del más negativo de todos los demagogos que han azotado a Venezuela, y cuando nadie estaba pensando en negarse a un exilio tranquilizador, en quedarse a defender el país de los bárbaros que quieren destruirlo por el capricho de “un hombre así” que ha llegado a “convertirse en personaje en esta tierra”. “Un retrato en la geografía” y “Estación de máscaras”, las dos excelentes novelas que forman una sola novela llamada “Laberinto de fortuna”, fueron escritas cuando la democracia empezaba a imponerse en el país y nada anunciaba que iba a ser destruida por un demagogo, aventurero e inescrupuloso militar y un grupo de fascistas de izquierda, que no tienen capacidad intelectual para gobernar el país. Eran los inicios de una democracia conquistada a sangre y fuego, y nadie podía imaginar que, usando los elementos de esa misma democracia, el militar y sus fascistas la destruirían en los comienzos del siglo XXI. El inmenso talento de Arturo Uslar Pietri, que se demuestra en esas, posiblemente sus dos mejores novelas, que fueron saboteadas por la crítica de izquierda al publicarse, le permitió adelantarse a su tiempo. Ser un auténtico profeta. A pesar de que era su tierra. O, quizás, porque le dolía tanto su tierra.
