Opinión Nacional

¡Asco!

La Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por las Naciones Unidas en 1948 y de la cual Venezuela es signataria, quizá sea la conquista mas preciada que puede exhibir la civilización moderna. Establece, de manera inequívoca, la primacía y la inalienabilidad de los derechos individuales y colectivos ahí reconocidos, por encima de razones de Estado y/o decisiones que se amparan en consideraciones de soberanía nacional. En tal sentido, su observación implica una importante restricción al ejercicio de poder de parte de los gobernantes y constituye un rasero obligado contra el cual medir su conducta. Hoy es inaceptable que un Gobierno pretenda desconocer estos derechos, pisoteando una conquista que es patrimonio de toda la humanidad, bajo el argumento de que son sus asuntos internos y no deben inmiscuirse observadores internacionales. De ahí lo imprescindible de contar con organizaciones especializadas en monitorear el cumplimiento de esta normativa en el mundo y denunciar sus violaciones, donde quiera que ocurran. Una de estas es Human Rights Watch (HRW), ONG creada en Helsinki en 1978, que documenta y denuncia asesinatos, desapariciones, torturas, encarcelamientos arbitrarios, discriminación y otras violaciones a los derechos humanos, con el fin de prevenir abusos y obligar a los gobiernos a asumir su responsabilidad una vez que estos se hayan cometido. Su amplio y rico historial en la defensa de los derechos inalienables del ser humano en los cinco continentes, incluyendo denuncias sobre atropellos cometidos por gobiernos de países desarrollados con el pretexto de estar combatiendo el terrorismo, le ha ganado la consideración y el respeto de la humanidad progresista alrededor del globo.

Pero el autoproclamado gobierno «socialista» y «revolucionario» de Venezuela acaba de expulsar al director para las Américas de esta ONG, José Miguel Vivanco, alegando que violó la Constitución y las leyes del país al presentar un informe sobre la inobservancia de muchos de estos derechos en Venezuela durante los casi 10 años bajo la presidencia de Hugo Chávez. La orden vino directamente del propio Chávez, quien afirmó:

«El jueves uno de los personajes que hace el trabajo sucio que le ordena el imperio (¡!) dio unas declaraciones. Así que, ya anocheciendo, llamé al canciller y al ministro del Interior y les dije: ‘Échenlo de aquí’.»

Y de la manera más desvergonzada e insólita remató:

«No permitiremos que extranjeros irrespeten al pueblo» (¡¡!!)

Sucede que poner al descubierto las innumerables transgresiones del presente Gobierno para con sus ciudadanos en materia de derechos humanos es ¡»irrespetar al pueblo»! Vivanco fue abordado casi a la medianoche del jueves por unos 20 sujetos, muchos vestidos con trajes de camuflaje militar, según confiesa, y montado en un avión con destino a Sao Paolo. Para ello se inventó un ilícito migratorio al señalar que había entrado al país con visa de turista y una vez adentro participó en otras actividades, pues el motivo de la expulsión, arriba comentado, no existe en la Ley de Extranjería.

Al conocer el incidente, el vicecanciller de Chile –Vivanco es chileno-, Alberto Van Klaveren, declaró que:

«Expulsar a un ciudadano, a un luchador por los derechos humanos nos parece muy lamentable. Y nos parece que la reacción que ha tenido el Gobierno venezolano ha sido absolutamente desproporcionada».

Añadió que su Cancillería estaría prestándole «todo el apoyo que hace falta» a Vivanco y que pediría explicaciones al gobierno de Hugo Chávez, debido a que el director de HRW había solicitado entrevistarse con el embajador de su país en Caracas y esto le fue negado, procediendo inmediatamente a su expulsión. ¿Y cuál fue la respuesta del órgano homólogo de esta singular «revolución» bolivariana?

«…deplora(r) los desatinados comentarios formulados por el Vicecanciller de la República de Chile, Alberto Van Klaveren, a propósito de la expulsión del territorio de la República Bolivariana de Venezuela, del infractor a la regulación migratoria y violador de las leyes nacionales, José Miguel Vivanco, quien se inmiscuyó en asuntos internos de nuestra República de manera abusiva».

Luego continúa el comunicado con una andanada de insultos, digna de Joseph Goebbels, contra una persona reconocida por ser un fuerte crítico del Gobierno de Estados Unidos, precisamente por su record en materia de derechos humanos:

«Resulta particularmente escandaloso que el Vicecanciller Van Klaveren mancille la memoria de los miles de hombres y mujeres caídos en la batalla por la libertad, la dignidad y la soberanía, al calificar de «luchador por los derechos humanos» a este alto ejecutivo, asalariado por una organización que recibe financiamiento del gobierno estadounidense, autor de la más larga y atroz lista de violaciones a los derechos humanos en el mundo, en particular en América Latina y el Caribe».

De seguidas, la consabida alerta para que «la planta insolente del extranjero» no profane «el sagrado suelo de la patria»:

«Quien desde la capital del imperio estadounidense se dedica a torpedear y a perturbar las corrientes de democratización y liberación populares que atraviesan nuestro continente, no merece ser llamado latinoamericano ni pisar la patria del Libertador Simón Bolívar».

Para rematar en la más descarada muestra del «doble pensar» que hiciera famoso George Orwell en su novela, 1984:

«El Gobierno Bolivariano de Venezuela, promotor de las más amplias libertades y auténticamente comprometido con la defensa y garantía de los derechos humanos, reivindica la justeza de esta decisión que cuenta con el respaldo abrumador del pueblo venezolano (¡¿?!). Así mismo, reitera que no tolerará intromisión ni injerencia alguna en sus asuntos internos de parte de extranjeros que transiten por su territorio, menos aún cuando ésta provenga de títeres del gobierno de los Estados Unidos que, con sus mentiras e injurias, pretendan perturbar el proceso democrático que adelanta el pueblo venezolano».

En absoluto se hace mención a lo que señala el informe de la ONG sobre Venezuela (disponible en Internet: (%=Link(«http://www.hrw.org/spanish»,»www.hrw.org/spanish»)%) ). Pero como señala el propio Vivanco, al pretender descalificar al mensajero, se confirma el mensaje. ¿Es que se ha perdido toda vergüenza para inventar mentiras, insultar, burlarse descaradamente de los principios más preciados del hombre? Tanto cinismo y degradación va más allá de provocar una profunda indignación y desemboca en el más revulsivo asco.

Y es que el fascismo bolivariano (¡Qué hubiera pensado el Libertador de saber que su nombre se iba a prestar para tan bajas apetencias de poder!) parece ya no importarle mantener una careta de demócrata. No se hace el más mínimo esfuerzo por cuidar las formas porque para eso se tiene un Tribunal Supremo abyecto, capaz de hacer las contorsiones más fantásticas para justificar las violaciones más flagrantes a la Constitución. Así se «legitiman» los 26 decretos leyes, violando derechos fundamentales consagrados en la Carta Magna e implantando un Fuerza Armada abiertamente subordinada a las pretensiones del autócrata. ¡Qué importa que en el artículo 328 de la Constitución se afirma que: «En el cumplimiento de sus funciones, está al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna»! ¡Qué importa que ya el pueblo se haya pronunciado en contra de estos cambios en el referéndum del 2 de diciembre de 2007! ¡Qué es eso de señalarle al Gobierno lo que debe hacer en materia de derechos humanos cuando, por antonomasia, representa los intereses supremos de la nación! ¡A cuenta de qué deben observarse las prácticas del derecho internacional y otorgarle el salvoconducto para que pueda salir del país Nixon Moreno, asilado en la nunciatura!

Ahora se apela a un supuesto complot para derrocar al Presidente y a un enésimo intento de magnicidio, como excusa para avanzar de manera todavía más abierta en el atropello al Estado de Derecho. Porque el fascismo no tiene freno ético, moral o legal alguno que se interponga a sus apetencias absolutas de poder. Como señalara Hannah Arendt, el totalitarismo es el único régimen con el cual es absolutamente imposible convivir. Irremediablemente busca controlar y dominar todos los ámbitos de la vida, matando cualquier ejercicio de ciudadanía. Se invoca un Bien Común, emanado de las energías que dieron vida y significado al Pueblo –la epopeya libertadora-, para negar todo derecho individual y autónomo: todos deben someterse al interés supremo de la nación, identificado por el líder. Quien no comulga con sus proclamas es despachado, por ahora, como «traidor a la patria». Pero cuando las circunstancias lo permitan, v.g., cuando se haya ablandado lo suficiente la resistencia de los ciudadanos y la vigencia de las instituciones democráticas, ya no importará que se le violen abiertamente sus derechos fundamentales. Para ello debe alimentarse una tensión permanente, mantener al país en zozobra, para que el nuevo Führer pueda erigirse en la única referencia firme. Se alerta día y noche sobre la inminente amenaza del imperio y de sus «lacayos» criollos, para galvanizar a sus camisas rojas a cerrar filas obsecuentemente en torno suyo y justificar la militarización del país. Se propician niveles crecientes de regimentación de la población, bajo el ojo escrutador de las organizaciones fascio que logren desplazar a las organizaciones sociales legítimas en el vecindario, la fábrica, los institutos de estudio. En atención a ello se repite insistentemente la consigna «¡Patria, socialismo o muerte!», porque de la disposición al sacrificio supremo –el culto a la muerte- habrá de forjarse el ansiado «Hombre Nuevo», depurado de toda «blandenguería» del liberalismo burgués. Como dijera uno de los grandes inspiradores de Mussolini:

«El porvenir pertenecerá a aquellos que no lo han temido: la fortuna y la historia son femeninas y sólo aman a los fuertes capaces de forzarlas»[1] (%=Link(«http://mail.google.com/mail/?ui=2&view=js&name=mjs&ver=aPpjtxwhl0w&am=X_E4pcT3ciGIABW8iQ#_ftn1″,»http://mail.google.com/mail/?ui=2&view=js&name=mjs&ver=aPpjtxwhl0w&am=X_E4pcT3ciGIABW8iQ#_ftn1»)%).

En este contexto, se entiende el interés de Chávez por evitar el escrutinio de organizaciones que vigilan el respeto por los derechos humanos. Sus ansias desmedidas de mando no pueden tolerar ámbitos autónomos de existencia, que escapen de su control y no le rindan pleitesía. De ahí que la expulsión de Vivanco no sea un simple incidente desagradable más. Constituye una manifestación de que el Führer criollo está dispuesto a cruzar el Rubicón, a tirar la parada, porque la expectativa de un descalabro electoral de sus fuerzas en los próximos comicios le está diciendo que el momento para desembarazarse de los controles que le impone la Constitución y los tratados internacionales es ahora o nunca. Causa revulsión ver a personas en las cuales alguna vez se creyó sinceras cuando enarbolaban la defensa de los derechos humanos –José Vicente, Tarek- haciéndole comparsa al más retrógrada y primitivo destructor del Estado de Derecho, en nombre de una supuesta «revolución».

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