Opinión Nacional

Así se forjan los populismos

L os sindicatos franceses denunciaron ante la Fiscalía parisina que cinco empleados de la empresa France Telecom se quitaron la vida en los últimos quince días. Nadie duda que la cifra ­en un margen de tiempo tan corto­ sea alarmante, pero podría formar parte de una suma de casualidades.

No es así. En lo que va de año 2010, se suicidaron 23 trabajadores de este operador histórico de las telecomunicaciones europeas. Y desde el año 2008 la investigación que se ha puesto en marcha por la inspección de trabajo detectó que la cifra asciende a 46 personas que decidieron matarse.

¿Las razones? Según revela el informe en curso, están ligadas a una política aguda de reorganización y cambio de mando.

Se suman condiciones estresantes de trabajo, que incluyen traslados inesperados, mutaciones de estatuto que nada tienen que ver con la función del empleado, hostigamiento, astucias para lograr que las personas renuncien anticipadamente a su jubilación…

France Telecom fue privatizada en 1997 (el Estado mantuvo 27% de las acciones) y cuenta en la actualidad con 186 millones de clientes, repartidos en 30 países. Su nómina asciende a 185.000 personas: 100.000 solamente en territorio francés. Entre el año 1996 y la actualidad, la reorganización sacrificó 70.000 empleados en un ambiente de presión extrema.

Su entrada en la bolsa ocurrió en el año 1997, cuando la empresa dio un golpe de timón para convertir una organización pública, con enormes vicios burocráticos, en una corporación privada más eficiente y moderna, que debía afrontar una batalla comercial salvaje.

Era el momento de una actualización tecnológica sin precedentes: Internet, servicios de banda ancha, celulares…

Observadores, como Richard Lelande, director de la empresa francesa de telefonía móvil SFR, advirtió que el cambio de cultura fue brutal: «La evolución de los procedimientos y la tecnología fue más acelerada que la renovación de las generaciones de los empleados».

Stephanie decidió quitarse la vida en febrero de 2008. El día en que iba a morir le escribió un correo electrónico a su padre: «Por supuesto, mi jefe no sabe nada, pero seré la empleada número 23 que se suicida. No acepto la nueva reorganización del servicio. Van a cambiar a mi jefe, y para tener al que van a poner, prefiero morirme».

Minutos más tarde esta mujer de 32 años de edad se lanzó del cuarto piso del edificio de France Telecom. Sus compañeros de trabajo bajaron y asistieron a su muerte en una orilla de la acera. Un año atrás, en septiembre de 2009, un operario de la ciudad de Troyes se enteró de que iba a ser trasladado y se clavó un cuchillo en el vientre.

Culpar de un suicidio a una empresa o a una familia no es un asunto sencillo. La gente que desea matarse construye esa muerte a lo largo de una vida y las razones son tan profundas como complejas. Claro, 46 suicidios en dos años y medio no son una tontería.

Dos libros reflejan el clima de trabajo exigente de esta empresa. Uno es France Telecom, la máquina de triturar, del periodista Dominique Decése, especializado en temas sociales y la salud en el entorno de trabajo. Y el otro, El stress naranja, gerencia de la presión, de Ivan du Roy.

En ambos trabajos aparecen rastros de una gerencia muy agresiva, que introdujo en un entorno público la cultura del mundo privado sin anestesia, con exigencias de resultados, cálculos de beneficio/tiempo, el horror por las estructuras colectivas y el estímulo a la competencia. Antes de 1997 las prioridades eran otras: crear una infraestructura telefónica y producir tecnología.

Ahora, France Telecom es una empresa de servicios, con su foco en los beneficios. Lo que no sería cuestionable, si no fuera a costa de la salud de los empleados.

El mamarracho de modelo socialista que intenta imponer la actual administración en Venezuela en el fondo es una de las tantas expresiones posibles del populismo que nacen de procesos como el que vive France Telecom. La gente debe importar y la eficiencia no puede ser una patente de corso para arrasar con el otro como si fuera una máquina insensible.

En France Telecom parecieran despreciar el lado humano de los negocios y corren el peligro de que mañana, o dentro de unos años, el peor de los populismos se convierta en un remedio que ­lo sabemos de memoria­ es peor que la enfermedad.

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