Opinión Nacional

Atados al Titanic

Después de un mutis lleno de incógnitas, han vuelto a la tarima dos zombis de la política nacional: el general García Montoya y el Fiscal Isaías Rodríguez. Lo hicieron cuando acababa de reiniciarse la mesa de negociación y acuerdo, citada para las 3 de la tarde. César Gaviria esperó pacientemente, acompañado de la delegación opositora. Faltando algunos minutos para las seis de la tarde comenzaron a aparecer los enviados del Gobierno en fila india y graneadito: Chaderton en primer lugar, Maduro de último.

García Montoya canceló su pasaporte al futuro y decidió atarse al mástil del Titanic. Isaías dejó una mano libre y pronunció un galimatías dictado por una brújula enloquecida. Siguió el manual de instrucciones de Rafael Simón Jiménez, pero sin el pintoresco folklorismo del jefe de Podemos. El mismo que suele considerar que algo tiene un tremendo éxito cuando sufre un rotundo fracaso.

En la mesa seguía el corro de discursos. Suenan los violines de la orquesta con el agua inundando las calderas de música de fondo. Algunas cuentas bancarias depositadas en Florida comienzan a hacernos guiños desde los bolsillos de algunos de los dialogadores del gobierno, seguros de cualquier futuro: bajo la égida del caudillo pero con garantía del Departamento del Tesoro, o simplemente en el grato anonimato de un ahorrista próspero y floreciente en alguna capital del imperio.

Entre tanto la gota orada los resquebrajados cimientos del régimen. Los plenipotenciarios de la Coordinadora Democrática, respaldados por la ex embajadora Virginia Contreras, se han reunido con todos los embajadores de los países miembros de la OEA en Washington, mucho más y mejor informados en los pasillos que si hubieran aceptado recibir esos informes en sesión plena. Se ha decidido así el envío de un selecto grupo de cancilleres, que llegará a Caracas a informarse y actuar in situ en cualquier momento: se trata por lo menos de los jefes de las cancillerías de Canadá, México y Brasil, a los que podrían unirse los de Argentina y Perú. El cerco se estrecha. El iceberg comienza a asomarse ya por sobre la superficie.

En el país el gobierno dispara cartuchos quemados. Fracasado su intento por poner a la armada en tareas de abordaje se ve en la triste obligación de recurrir al ejército. El trancazo fue tan descomunal como la marcha y los lapsos se agotan.

¿Se hundirá el Titanic? Mientras no aparezcan otros próceres uniformados a atarse al mástil, no tiene muchas posibilidades de supervivencia. Aunque ya nada podrá evitar el desastre. Es sólo cuestión de tiempo.

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