Opinión Nacional

Aún podemos construir un mejor país

Pero es necesario no dejarse vencer por la desesperanza y leer bien lo que implicó la votación final, y sobre todo, la respuesta de los actores políticos frente a estos. Es importante entender que en política no existe una jugada final, que se trata, como en la vida, de escenarios continuos en los cuales se ganan o se pierden las batallas puntuales, pero donde es el acumulado del trabajo constante lo que permite construir una base sólida para enfrentar cada nueva realidad y tener mayores argumentos para conquistar los objetivos propuestos. En política es esta fuerza acumulada lo que cuenta.

El domingo nosotros perdimos una batalla. Una muy importante. Pero al analizar el resultado podemos darnos cuenta de que ganamos un terreno vital para nuestras aspiraciones por un país libre. Sólo en términos de votos la oposición mostró un crecimiento impresionante, tres veces mayor al crecimiento del oficialismo. Somos ahora 2.200.000 electores más quienes apoyamos un proyecto distinto al totalitarismo chavista. La diferencia porcentual de votos entre oposición y oficialismo se redujo, desde las últimas elecciones presidenciales, de casi un 30% a un solo dígito (si sumamos los votos que fueron decretados nulos por las tarjetas inhabilitadas, o fueron a parar a otra opción). Todo ello pone una presión real sobre el oficialismo, quien seguramente optará por retroceder en algunas de las reformas más radicales de profundización del modelo socialista, en espera de un mayor respaldo de la población.

También ganamos en cohesión e identidad. A pesar de los esfuerzos que la oposición venezolana ha hecho desde 1998 por agrupar alrededor suyo el apoyo indispensable para hacer frente al proyecto hegemónico del Estado, estas respuestas siempre fueron defensivas. La población tendía a entender que era necesario votar por la oposición para expulsar a Chávez de la presidencia, pero no reparaba sobre el tipo de gobierno que lo sustituiría. En esta ocasión fue el oficialismo quien se concentró en la campaña defensiva, al tiempo que la oposición mostraba un proyecto de país que atraía por sus atributos propios: inclusión, apoyo al trabajo productivo, educación como forma de superación, efectividad en la gestión, seguridad personal, por sólo mencionar los aspectos más resaltantes. Es este proyecto (más allá de la persona o personas que lo impulsen) el que puede mantener y sumar mayor apoyo como fuerza política. Hoy en día es la oposición la que propone soluciones reales que se conectan con las aspiraciones de cada vez mayor parte de la población, y es sólo cuestión de tiempo para que esta fuerza se traduzca en un nuevo gobierno. Por supuesto, si sabemos sacar provecho de nuestros logros.

No podemos permitir que todo lo ganado hasta ahora se barra por la decepción de no haber ganado las presidenciales. A quienes piensan que “perdieron” su voto, y manifiestan no querer participar en otro proceso electoral más, pues, ¿para qué, si igual vamos a perder? Es necesario que reparen en la respuesta del gobierno a los resultados electorales: está activando los mecanismos para establecer un diálogo con la oposición. Esto no hubiese ocurrido si los votos opositores hubiesen sido menores. Sólo en una ocasión previa en los 14 años de la presidencia del teniente coronel, se dispuso una medida semejante: en el año 2002 cuando por intermediación de la OEA se estableció la mesa de negociación y acuerdos entre gobierno y oposición, en momentos en que era manifiesta la falta de apoyo del gobierno. Ahora acudimos a la misma fórmula y depende de la oposición y su dirigencia no convertirla en la tabla de salvación para el gobierno que fue en ese entonces.

Es importante seguir sumando fuerzas, y en este sentido las elecciones venideras por las gobernaciones y alcaldías es un escenario propicio. Durante todo 2002 y 2003 el gobierno evitó todo tipo de medición en elecciones. Sólo accedió a acudir a las urnas electorales en 2004, cuando supo que contaba con el respaldo necesario para ganar. Los líderes de la oposición de ese entonces (que son distintos a los actuales, es necesario reiterar) dispensaron el caudal de apoyo opositor en estrategias políticas cortoplacistas y de poca proyección hacia la población. La estrategia ahora debe ser distinta, y la oportunidad nos lo permite: Lograr una composición política del mapa de gobernaciones y alcaldías del país donde la oposición tenga presencia, facilitará no convertir la invitación al diálogo en el monólogo oficialista de costumbre. La fuerza política acumulada desde estados y municipios dará mayor peso a las demandas opositoras. Sólo así lograremos avances reales en la defensa de la libertad, y, ¿por qué no? veamos la liberación de los presos políticos, el cese a la persecución de la disidencia, mayor respeto a las iniciativas de desarrollo hacia la población no apoyadas por el gobierno. Pero para este escenario es imprescindible nuestro apoyo. Por eso no desmovilizarnos es tan importante ahora como lo fue antes del domingo 7 de octubre. El objetivo está al alcance. Sólo será posible con nuestra participación.

 

Sociólogo.

 

 

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