Opinión Nacional

Auto-ayuda criolla o el poder está dentro de los venezolanos

Al leer el periódico me he sentido conmovida al enterarme del acto de fe en la oración que millares de ciudadanos ejercieron este domingo 16 de febrero. Me sentí conmovida pero también conmocionada por la posibilidad de que el país no vea sino en rezar y pedir a Dios por paz y reconciliación la última acción posible.

Además de leer la reseña de este evento, leí la entrevista de Chefi Borzacchini a Antonio Polito. Yo no lo niego ni me da pena, me encantan los horóscopos, las cartas, los cristales, el fen-shui y cualquier cosa que tenga que ver con lo natural y paranormal, así como todo lo que tenga que ver con la religión (todas ellas). Pero sentí el mismo desasosiego, ¿será que nos asiremos a las predicciones de Polito, Adriana u otro astrólogo para tener alguna esperanza de resolución del conflicto que vivimos? Debo decir que me encantan los consejos dominicales en el horóscopo de Adriana, como “la libertad no se mendiga” o “el futuro lo decides tú”.

Una vez una amiga me preguntó si no había leído los libros de Louise Hay, especialmente El poder está dentro de tí en ocasión de comentarle algunos problemas personales que venía teniendo en esos momentos. Yo le contesté que conocía el libro y que me había tocado promoverlo para Editorial Pomaire en su momento, que había comenzado a leerlo pero que, como me pasa con cualquier literatura, si no está bien escrita me descorazono y la abandono. Y que ello me pasaba con casi todos los libros de autoayuda… del primer capítulo generalmente me cuesta pasar. Ella me replicó que a veces bien vale el esfuerzo y que de vez en cuando algo de auto-ayuda no viene mal para salir adelante, porque algunos de los tipcitos son iluminadores para resolver situaciones que venimos atravesando. Pero, mosca, que esos tipcitos no tienen nada que ver con los otros de procedencia dudosa que recibimos por correo electrónico sin pedirlos.

Al recordar esta conversación se me quitó la desazón que sentía. Porque cualquier camino constructivo que busquemos para proveernos de fuerza moral frente a lo que está sucediendo es válido. Mucho más ahora que tenemos restricciones con el cambio y se nos viene encima una ley que nos impedirá decir “yo opino en contra de” o “difiero de” o “yo denuncio”. Y por favor dejemos los eufemismos y la discusiones de semántica. El control de cambio nos refresca en la memoria las restricciones aplicadas por Lusinchi a los medios cuando denunciaban los desmanes de su amante, hoy señora esposa; y la Ley de Contenidos está en contra de lo que aprendemos en cualquier escuela de comunicación social acerca de los derechos a informar y a recibir información. Enseñanzas y principios que parecieran haberle pasado por encima a Juan Barreto, y olvidado por las otrora leyendas del periodismo nacional de quienes tenemos libros y artículos publicados sobre la materia pertenecientes hoy a la realidad de la dimensión desconocida.

Pero todo en esta vida se devuelve, y así como la constitución nacional le está rebotando en la cara a su creador, causándole más de un dolor de cabeza, también lo harán estas medidas, porque nada a la fuerza y en contra de la voluntad de la mayoría perdura y ahí no hay sable que valga, envainado o no. Esto no sólo es un principio del budismo sino una de las leyes de la física, de la metafísica y de la sabiduaría popular: toda acción tiene su reacción, o lo que se hace se devuelve dicho en términos más ligeros.

Con esto que escribo no quiero hacer para nada mofa o restarle importancia a la auto-ayuda, si no lo fuera Oprah no estaría en los papeles y el género no fuera de los más leídos en el mundo entero constituyéndose en el negocio que es. Lo que quiero es tocar el tema de nuestro desasosiego sin la histeria cuasi asesina que ha invadido nuestras emociones en contra del gobierno y sus adeptos, poco saludable por lo demás para todos y la situación en general.

Es difícil no polarizarse en las actuales cirscunstancias, la ecuanimidad de los artículos de Tulio Hernández me deslumbran porque otros columnistas han dejado dicha ecuanimidad para tomar posición definida, declarada y abierta en contra del presidente, dejando de lado el tapujo de adjetivar profusamente acerca de su genio y figura. Y ojo no critico esa ecuanimidad porque es justamente posiciones ecuánimes las que nos pueden ser de más crítica asistencia a la hora de auto-ayudarnos.

¿Cuál sería entonces la mejor auto-ayuda en estos tiempos de cólera? Hablo tonterías, no hay ninguna mejor que otra y todas son buenas porque nacen del espíritu de unidad frente a lo adverso. Es verdad, la gente está deprimida, angustiada y bajo estrés pero reunirse en una marcha a corear consignas es tan terapéutico como caerle a golpes a la foto del jefe como hacen los ejecutivos japoneses y de paso más constructivo. Reunirse a coser banderas, a pintar consignas en pancartas y a firmar nos refuerzan el sentido de importancia de nuestra participación como ciudadanos y dispara nuestra autoestima como venezolanos a lo más alto. Son acciones para construir, elevar el espíritu y dar fuerzas para seguir adelante.

La fase de negación o “denial” como dicen los gurús americanos en “self-help” está pasando. Se está saliendo del sentimiento de incredulidad y resistencia ante la realidad y se están tomando acciones pensadas y concretas para no dejarse vencer por ella. Hay quienes están trazando estrategias de acción. Nadie está esperando al nuevo mesías para liderar a la oposición o cualquier posición con miras a enfocar al país en el rumbo del desarrollo. Quien espere al hacedor de milagros se engaña.

Necesitamos un organizador. No nos hacen falta más CAPs o hugorafaeles que seguir y adorar como semidioses incondicionalmente más allá del bien y del mal. La gente ya no va a ir a votar por un carisma sino por un plan coherente que eleve su nivel de vida. La aprobación de un control de cambio o una Ley de contenidos es creer todavía que el poder es eterno.

Despues de cuarenta años de borreguismo y 4 de catarsis quintorepublicana se sabe lo que se puede hacer, lo que se puede alcanzar en unidad con la participación ciudadana dentro de un espíritu cívico y civilista. Ahora se construirá la estrategia. Se está en eso. No hace falta perder tiempo en darle nombres al gobierno y al presidente. Ni tampoco en preguntarse porqué está pasando esto o porqué a nosotros. Ello no cambia la realidad. Tratar de explicar que la libertad tiene múltiples rostros a quien solo ve su propia cara en ella es un ejercicio fútil.

La participación ciudadana ya no se limita a una vez cada 3, 4, 5 o 6 años. Ni está supeditada a la letra constitucional. De ahora en adelante el verdadero poder, el del quita y pon está en la calle. Y se hará presenta cada vez que haga falta. La soberanía de la gente y el poder intrínseco de su voluntad no es metáfora con la cual se pueda jugar.

Los amigos y su apoyo son bienvenidos, pero la ayuda, la verdadera está dentro de nosotros y es lo que se ha estado haciendo y se seguirá haciendo. El poder está dentro de los venezolanos, porque nadie más tiene responsabilidad sobre el país. Aquellos que promovieron un cambio están siendo víctimas de él, porque jamás lo internalizaron ni proyectaron. Las palabras se quedaron cortas y la visión se quedó miope. Pero el cambio llegó y se queda. Ya no tiene dueño ni nombre. Es de todos.

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