Opinión Nacional

Autoritarismo y democracia

El diccionario define «autoritario» como: «Relacionado con o favorable a la sumisión incondicional a la autoridad; relativo o partidario de una concentración del poder en un caudillo o en una elite no constitucionalmente responsable ante el pueblo».

El autoritarismo es una de las características negativas que padece la nueva Constitución y que constituye un peligro para la democracia. Según el Dr. Wayne Dyer, del Departamento de Psicología de St. John’s University de Nueva York, la persona autoritaria se caracteriza por su intolerancia a la ambigüedad, necesita que las cosas se definan específicamente y que las cosas se hagan a su manera: «Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar» es una de sus frases favoritas. Exige que siempre se obedezcan sus normas; rechaza la espontaneidad, el espíritu de aventura y de investigación. Tiene un pensamiento dicotómico que obliga a dividirlo todo y a todos en grupos que se excluyen mutuamente: positivo-negativo, amigo-enemigo, puros-corruptos, blanco-negro. No escucha ni valora las opiniones contrarias ni acepta que puede estar equivocado o que puede aprender algo de otros, porque sería admitir su debilidad y falta de confianza. Si un sacerdote le discrepa, es porque tiene problemas con Dios o pactos con el diablo. No confía en nadie, menos en los intelectuales o escritores, a quienes tilda de ignorantes y analfabetas. Aparece volcando su racismo o etnocentrismo contra los judíos, los negros, los empresarios o cualquier otra minoría, religiosa o política, por su pensamiento y conducta antiminorias. Es paranoico, padece manía persecutoria, imagina enemigos y conspiraciones. Le gustan las películas de guerra y adora el poder, sobre todo el militar. Idolatra a personajes históricos fuertes, los militares, las armas de guerra y los uniformes. Sufre de un totalitarismo superpatriótico y se proclama representante de un dios o del espíritu nacional o la encarnación de una de las dos cosas o de ambas. El superpatriotismo puede ser el peligro más grave que se cierne sobre la libertad, porque puede consagrar al posible déspota como la encarnación de la democracia, de un héroe, de los intereses nacionales o de la defensa del país. Menosprecia otras culturas y valora a la gente de acuerdo a sus normas autoritarias y personales. Los que no están de acuerdo con él son automáticamente antipatriotas, enemigos, corruptos o de las cúpulas podridas. Tiende a la depresión. Esta conducta autoritaria evoca el genocidio, la limpieza étnica y la guerra; y son palabras que nos recuerdan a los nazis y a los serbios.

La verdadera democracia se caracteriza principalmente por la existencia de tres poderes, autónomos y separados, que constituyen balances y contrapesos los unos de los otros, para mantener un equilibrio entre ellos mismos. Pero la nueva Constitución rompe con ese equilibrio al eliminar el Congreso y crear una Asamblea Nacional con una sola cámara; institución propia de los países de regímenes autoritarios y unipartidistas como Cuba, Perú, Libia, Irak y Uganda. Aumenta el periodo presidencial a 6 años, con reelección inmediata. Crea el Consejo Federal de Gobierno, con lo cual se cercena la autonomía de los estados, gobernadores y alcaldes. Aprueba el voto de los militares y elimina su carácter obediente y no deliberante, convirtiéndolos en un estado dentro del estado; subordinándolos solo a la competencia del Presidente, al igual que los ascensos. Y además faculta al Presidente para disolver el poder legislativo. En fin, la nueva Constitución ha institucionalizado una excesiva concentración del poder en una sola persona.

La razón esencial de que ningún dictador o militarista haya podido hacerse con el poder en Estados Unidos es que en ese país existen tradiciones muy vigorosas, como un pueblo que se niega a adorar el poder por el poder; y porque su Constitución prevé además la separación y equilibrios de poderes, como garantía frente a cualquier individuo o sector del gobierno que intente acumular demasiado poder.

Pienso que con la nueva Constitución se ha producido un incremento del autoritarismo, así como un creciente culto ciego al poder por una mayoría del país que adora excesivamente el poder. Creo que nuestra democracia puede llegar a ser totalitaria porque, consultando al pueblo y aún cuando se tenga el apoyo de todo el pueblo, se podría instaurar la más feroz de las dictaduras.

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