Opinión Nacional

Avestruz bolivariano

En la lucha política no hay nada peor que engañarse a sí mismo. Ignorar el peligro escondiendo la cabeza debajo de la tierra, como los singulares avestruces de lejanos parajes. Eso es exactamente lo que está haciendo el señor Chávez al frente de su régimen. Se niega a darse cuenta que el 70% de la población quiere que se vaya y no lo acepta más como mandatario miraflorino.

No se trata, simplemente, que siete de cada diez venezolanos no le respalden. Es que lo rechazan de manera activa y beligerante. No se lo calan más, para decirlo con las mismas palabras de la calle. Ello configura una situación insostenible en un país de cultura democrática. La propia bomba de tiempo a punto de estallar.

Las razones son tantas y tan obvias que basta preguntarle a casi cualquier persona para escuchar el memorial de agravios. Eso que los expertos llaman «matriz de opinión», se ha hecho tan negativa hacia el régimen chavista que, en pocas palabras, lo ha vuelto completamente inviable para permanecer en el poder. Chávez ya perdió su vitalidad y su destino.

El desafío que el conjunto del país tiene por delante, es cómo salir de este laberinto sin violencia indiscriminada. Cómo hacerle honra a la trayectoria democrática de la sociedad venezolana para emanciparnos de esta demencia destructiva. Cómo lograr una salida cívica que facilite un proceso de reconstrucción nacional, sin persecuciones ni exclusiones.

Chávez si quisiera, pudiera contribuir a evitar la anarquía y el camino de la fuerza. El artículo 71 de la Constitución de 1999, abre la puerta de la consulta popular a través del referendo consultivo. Que sea el pueblo quien se pronuncie sobre la salida democrática. El artículo 323 prevee la figura constitucional de la renuncia presidencial. Hay, pues, mecanismos institucionales para impedir el caos definitivo.

El domingo pasado, desde la marcha oficialista, el señor Chávez vociferó en contra de estas opciones. Que se vayan los demás, que yo me quedo en Miraflores, fue la esencia de su perorata. No quiso ceder ni un milímetro, al menos en esa ocasión. Todo un «estrucionoforme», que es el nombre zoológico del avestruz.

Vale la pena preguntarse si cada uno de sus principales aliados y partidarios están dispuestos a enterrarse con él. Por lo pronto, Rafael Simón Giménez, vicepresidente de la Asamblea Nacional y hasta ahora voto fijo de la línea chavista, acaba de declarar su apoyo a la iniciativa de la consulta popular, al más breve plazo posible. Tal parece que algunos gobernadores, alcaldes y parlamentarios de boina colorá también se enfilan hacia esa posición.

Que Chávez está decidido a provocar la violencia para tratar de imponerse por las balas, no significa que toda la dirigencia «revolucionaria» quiera inmolarse de buenas a primeras. Puede que el avestruz bolivariano se niege a sacar la cabeza del hueco donde él mismo la metió. Pero el país que busca salidas pluralistas y democráticas –incluyendo a sectores oficialistas– no puede permitir que el delirio de un presidente pese mas que el clamor mayoritario de una nación.

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