Opinión Nacional

Bajo dictaduras, el ganar y cobrar es asunto de valientes

Lo antedicho es una realidad que el común de nuestra dirigencia demócrata no termina de aceptar. Llevan 11 años tratando de escurrir un ¨bulto¨ llamado sufrimiento y dolor, pretendiendo restaurar la Constitución, con obediencia, frente a todo cuanto impone el socialismo en gobierno así fuere contra el derecho. Los resultados están a la vista.

Dicho lo anterior, no es mucha la esperanza que podamos abrigar respecto a esa dirigencia que nos ha tocado en suerte, en medio de tiempos aciagos. Pero es la única a la fecha merecida por nuestro pueblo demócrata; la que nos habrá de guiar hasta el 26 de septiembre.

Sin embargo ese aparente inexorable no impide alertar una vez más sobre situaciones como las antedichas, imposibles de callar para quienes repudiamos el calificativo de cómplices. El reciente episodio del rector del CNE, Vicente Díaz, denunciando públicamente violaciones a la campaña electoral por parte del comandante Hugo Chávez, es la prueba más reciente sobre el carácter dictatorial del socialismo en gobierno.

Obviamente la precitada denuncia, hecha pública en forma tan mediática  (una rueda de prensa) cuando ciertamente correspondía al prenombrado rector, presidente de la comisión de participación política y financiamiento del CNE, solicitar ante el órgano comicial en pleno, el inicio de averiguaciones administrativas por las presuntas irregularidades que se estuvieren cometiendo en el procesos electoral de marras, con fundamento en las evidencias públicas, notorias y comunicacionales en su poder, ello de conformidad con la ley orgánica del poder electoral en su artículo 66 numeral 5 en concordancia con el artículo 67 ordinal 1 del mismo texto legal; obedece a la desesperación de un funcionario demócrata encarnando la misma angustia del venezolano de a pie, que se sabe parte de una mayoría electoral irreversible, pero dubitativo ante un liderazgo demócrata probadamente mediocre y su  real capacidad de ¨cobrar¨.

Es la historia escrita a partir del 11 de abril de 2.002. Legítimamente agotadas todas las vías constitucionales con miras a restaurar el régimen democrático de libertades, entiendase: Solicitudes de enjuiciamiento, manifestaciones populares, paros cívicos, referendos y eventos electorales; todas y cada una frustradas en su lógica definición, siempre por causa de la incapacidad dirigencial demócrata para hacer válido el fundamento racional y popular que las motivó.

A la fecha presente, faltando unos 20 días para elegir nuevo parlamento, voy llegando a una dolorosa conclusión: solo mediante una interesada intervención de la fuerza militar o en su defecto una sorpresiva insurrección popular, podría consolidarse políticamente un triunfo demócrata, humanamente irreversible a la fecha.

Tan desagradable afirmación se sustenta por un lado, en la grotesca exhibición de poder político ilimitado del socialismo en gobierno, en cabeza del comandante Hugo Chávez. Este no deja lugar a dudas sobre su extrema disposición para hacer cumplir su voluntad, más aún tratándose de su permanencia en gobierno. La impunidad ante la masacre del 11 de abril, la persecución en contra de la ¨Gente del Petróleo¨, la prisión política de la disidencia verbigracia: Alejandro Peña Esclusa, el capitán Otto Gebauer Morales, los comisarios y policías de la Metropolitana,  la juez Maria Lourdes Afiuni Mora, entres otros; son prueba fehaciente de lo antedicho.

Por otra parte observamos y padecemos a una dirigencia demócrata nacional que a la fecha resulta incluso incapaz de comunicar eficientemente lo que se entiende hoy como  una incuestionable verdad: No existe manera legítima de evitar, que el 26-S los demócratas venezolanos ganen como mínimo  83 diputados. Esa incapacidad para comunicar certezas y transmitir confianza, se deriva de aquella vieja resistencia para asumir el sufrimiento y el dolor, trago amargo obligatorio si a una dictadura le pretendemos ¨cobrar¨.

Siempre será deseable y además preferible, canalizar por vía electoral el repudio popular hacia regímenes de tal clase, ello a pesar de contar con la referida dirigencia. Sin embargo a nadie deberá sorprender que sea esta la ocasión cuando ante el silencio cobarde de una jerarquía mediocre, el mismo pueblo demócrata sabiéndose ganador, salga también a ¨cobrar¨, armado de la  Constitución. ORA y LABORA.


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