Opinión Nacional

Bolívar, nepotismo, tráfico de influencias y chavismo

“El modo de gobernar bien es el de emplear hombres honrados aunque sean enemigos”
(S. Bolívar. Carta a Páez. 22-III-1828)

El Diccionario de la Real Academia Española nos trae la siguiente descripción de la palabra nepotismo: “Protección desmedida que dan algunos políticos o funcionarios a sus parientes o amigos.

Venezuela, además de República se declaró ‘bolivariana’. La Constitución vigente dice inspirarse en el espíritu, razón, pensamiento y doctrina bolivarianos.

El nepotismo es una de las prácticas y perversiones político-tribales más repudiada por El Libertador. Un hombre de su estatura político-moral no podía admitir algo tan aberrante y vicioso, con visos absolutistas y feudales, contrarios a los elementales principios republicanos. Y más aún, en una “democracia social y participativa”, como la que hoy se pregona. Bolívar era radicalmente contrario al tráfico de influencias y le repugnaba el nepotismo. Incluso, prefería cometer injusticia con su familia para evitar las indignantes, discriminatorias e insultantes prácticas del nepotismo.

Luis Perú de Lacroix deja magnífica constancia en El Diario de Bucaramanga (1976, Pág.21) de lo censurable y degradante que resultaba dicha práctica para El Libertador: “No se me acusará de haber elevado y puesto en los altos destinos del Estado a individuos de mi familia; al contrario, se me puede reprochar el haber sido injusto para con algunos de ellos que seguían la carrera militar…”

Eso que denominan ‘chavismo’ ha hecho del nepotismo moneda común y corriente. Chávez que se cree el Rey Sol y piensa que él ‘es el Estado’, nos ha retrotraído más allá del puntofijismo: Al nepotismo.

Nos ha impuesto en todas las latitudes a sus familiares. En Barinas, uno de sus feudos, éstos han sido acusados de ‘nuevos ricos’, habiendo surgido de una pobreza, que Chávez orgullosa y públicamente declaraba ‘honrosa’. Pero es que los altos funcionarios ‘chavistas’, también se creen propietarios de Venezuela, generalizando el nepotismo en sus correspondientes esferas.

La ‘práctica político-puntofijista’ del botín, clientelismo, dedocracia, partidocracia, etcétera, ha sido reemplazada por la aún más condenable del nepotismo chavista.

Otra lacra que toma cuerpo en la actual administración es el del tráfico de influencias, cuestión que igualmente condenaba El Libertador. En efecto, en una ocasión Santander le proponía a Bolívar asociarse con la compañía que proyectaba construir el Canal de Panamá, proyecto en el que El Libertador, con su extraordinaria visión de futuro, tenía un particular interés geopolítico y Santander un particular interés económico. Bolívar le respondió: «Después de haber meditado mucho cuanto Usted me dice, me ha parecido conveniente no sólo no tomar parte en el asunto, sino que me adelanto a aconsejarle que no intervenga usted en él. Yo estoy cierto que nadie vea con gusto que Usted y yo, que hemos estado y estamos a la cabeza del gobierno, nos mezclemos en proyectos puramente especulativos».

En carta a su hermana María Antonia Bolívar, le escribe desde Lima en abril de 1825, sobre la proposición de claro tráfico de influencias, que ésta le hace para que interfiera en su favor en la Administración de Justicia, en un litigio en el cual es parte el mismo Libertador: «Yo no le escribiré a ningún Juez sobre el pleito de Lecumberry, por más que tu te empeñes. No quiero exceder los límites de mis derechos, que por lo mismo que mi situación es elevada, aquellos son más estrechos. La suerte me ha colocado en el ápice del poder; pero no quiero tener otros derechos que los del más simple ciudadano. Que se haga justicia y que ésta se imparta si la tengo»

Traemos a colación las anteriores palabras, por ser clara expresión del perfil de este gran hombre ante demoníacas tentaciones, de las tantas que en su corta existencia confrontó. Los textos mencionados y la práctica político-moral de El Libertador nos hablan de su gran probidad y adquieren el carácter de sabias lecciones de pedagogía ‘ético-política’ que dolorosamente no hemos aplicado y que el denominado ‘chavismo’ groseramente ignora, no obstante inspirarse supuestamente en las doctrinas de Bolívar.

El pueblo venezolano debe aprender e introyectar estas lecciones, de lo contrario seguiremos padeciendo los males del ‘clientelismo’, la ‘partidocracia’, ‘cogollocracia’, etcétera, y la Constitución de 1999, correrá dolorosamente la misma suerte que la del 61.

¡Sería conveniente que nuestros educadores enseñaran éstos y otros textos de ‘ética-política’ bolivariana, habida cuenta de la consistencia entre teoría y práctica, ser y deber ser, pensamiento y acción, el dicho y el hecho y en fin, entre verbo y carne, en la vida, existencia y pensamiento de El Libertador. De esta manera evitaríamos la manipulación burda que hoy se pretende hacer con su vida y su obra.

*Profesor Titular Emérito y Ex Director del Instituto de Filosofía del Derecho de la Universidad del Zulia. Maracaibo. Venezuela.
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