Opinión Nacional

¿Bolívar o Napoleón?

–Aquí enseñamos muy mal Historia de Venezuela.

Quien se expresaba así era Tulio Ayestarán, profesor a tiempo completo e investigador en la Academia Militar de Venezuela. Lo había traído a la Tertulia el almirante Gustavo Tellería. Alto, desgarbado, blanco, frisaba los cincuenta años. De cabellos y bigotes negros, su poblada aunque bien afeitada barba traicionaba su procedencia vasca. Su traje gris, camisa blanca con puños dobles y yuntas de oro, corbata roja de seda y unos zapatos de piel negra de ante le daban aspecto de hombre de mundo. Licenciado en Historia de la Universidad Central de Venezuela, el acento de su voz, sus acentuadas eses, indicaban claramente su Táriba natal, aunque la familia procedía de La Guaira adonde habían llegado en tiempos de la Guipuzcoana.

–En este café, nos reunimos todos los miércoles. –le había dicho Tomás Ibarra, el abogado–. Tellería nos habló de tus preocupaciones, comunes a todos los miembros de la Tertulia, que es como decidimos llamar a estas reuniones. Así que, bienvenido.

–Aquí tenemos unas botellas de buen madeira, obsequio de Gustavo, según entiendo, y puedes ordenar lo que desees y después partimos la cochina. –terció Beatriz Morrison.

Napoleón y la revolución

–¿Qué era Simón Bolívar, antes de los sucesos de 1810? –continuó diciendo Ayestarán–. Pues, un gran cacao, un miembro destacado de la clase dominante, del mantuanaje, de la oligarquía. ¿Creen ustedes que un hombre formado de esa manera podía emprender una revolución? Pues claro que no. Lo que emprenden Bolívar y todos los mantuanos es un movimiento de oposición a la revolución. ¿A cuál revolución? Pues a la francesa que, con Napoleón a la cabeza, había invadido España y destronado a los legítimos monarcas. Porque Napoleón, no lo olvidemos, es un general revolucionario. Es hijo de la Revolución. No quiere, sin embargo, los excesos del Terror ni la debilidad del Directorio. Su Imperio no es un retorno al régimen divino de los reyes. Es emperador de los franceses. Su Imperio es la dictadura de la república. Algo similar a la de Julio César. Y al igual que el emperador romano, Napoleón también instaura un sistema plebiscitario de partido popular Es, quizás, la primera edición moderna del fascismo, claro sin contar como Hitler con los medios radioeléctricos y de propaganda para controlar a las masas. Eso que ahora Norberto Ceresole llama el sistema de democracia directa entre el líder y su pueblo. Tras una pausa, para probar el famoso madeira, Ayestarán siguió su argumentación.

Bolívar y la contrarrevolución

–La Independencia es, pues, una contrarrevolución de las derechas en contra de la burguesía, la izquierda de entonces. Pero esa contrarrevolución es derrotada por los seguidores de Boves y Monteverde, que son los revolucionarios sociales de aquella época. ¿Qué hace Bolívar entonces? Se marcha a la Nueva Granada a pedir auxilio a su oligarquía. Con tropas neogranadinas, con Ricaurte y Girardot, emprende la llamada Campaña Admirable. Esa primera guerra de independencia es similar a la emprendida en España en contra de los invasores franceses. Termina con la derrota de Napoleón y con la llagada de Pablo Morillo a Venezuela. Es entonces cuando los venezolanos comienzan una segunda guerra de independencia, esta vez sí, contra España, con la ayuda invalorable de Gran Bretaña.

–De ahí la Carta de Jamaica y los voluntarios de la Legión. –apuntó Tellería.

–Sí. –le respondió Ayestarán–. Bolívar se exilia en esa isla británica y se propone conseguir ayuda para su proyecto. ¿Cuál es este proyecto? ¿Uno revolucionario? No. Quiere una república independiente de España, pero controlada socialmente con un sistema político al estilo inglés. Porque cree que en Gran Bretaña todavía gobiernan los nobles. No sabe que es mera apariencia y que el poder verdadero está en manos de la burguesía. Este error desquiciará el proyecto, pues los ingleses, luego de obtenida la derrota de España, prefieren gobernantes consustanciados con la libertad de mercado.

La República burguesa

–Por eso la república constituida en 1830, al separarse de Colombia, es marcadamente liberal manchesteriana. –apuntó Ibarra.

–Y por eso, acusar a Páez de traicionar el proyecto bolivariano es una necedad, porque Páez nunca formó parte de ese proyecto. Páez era en realidad un bandolero de la pandilla de Boves. Cuando Morillo llega a Venezuela se da cuenta que todo volverá a ser como antes de 1810. No puede aceptarlo. Se retira a los llanos y espera tiempos mejores. La caballería llanera será la base de su poder. Ascendido a general en Jefe en Carabobo se hace del gobierno de Venezuela, mientras Bolívar persigue su delirio en el Chimborazo y Ayacucho. Cinco años más tarde los ingleses se han convencido de que Páez no es un español sospechoso de la pérfida Albión y se deciden a educarlo a su imagen y semejanza. Comienza entonces para Venezuela un nuevo tiempo. La llamada IV República constituirá la primera revolución burguesa exitosa de la América hispana. Termina con la Guerra Federal. Lo interesante es que nuestros historiadores han llamado oligarcas a los revolucionarios y revolucionarios a los oligarcas. Chávez se considera un revolucionario y no es otra cosa que un instrumento de la oligarquía terrateniente y financiera. Mientras en México gana la Presidencia un empresario neoliberal modernista y globalizador, en Venezuela los paradigmas del gobierno son Colbert y el mercantilismo. ¡Qué difícil va a resultar que alguien invierta en Venezuela!

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