Opinión Nacional

Cada ciudadano su propio líder

Hay quienes piensan que el 23 de enero fue un movimiento que se fraguó, se ejecutó y triunfó en un solo día. Ignoran que el proceso para la reconquista de la democracia comenzó tan pronto fue derrocado el Presidente Rómulo Gallegos y que fueron muchos —profesionales, militares, profesores, estudiantes, obreros, amas de casa— los que sacrificaron su tranquilidad y hasta su vida en la lucha sostenida contra el régimen que durante casi diez años violó descaradamente la legalidad constitucional y los derechos humanos.

Con ocasión del vigésimo aniversario del 23 de enero, nuestra eximia escritora Lucila Palacios —ella misma una de las más valientes luchadoras por la libertad— escribió en este mismo diario un artículo en el que se refería a los olvidados héroes anónimos del pueblo cuya vida fue ofrendada en defensa de la institucionalidad democrática.

Hoy, cuando tantos claman por la aparición de líderes a quienes transferir la responsabilidad que a cada uno nos corresponde ejercer, parece necesario recordar un conjunto de hechos que fueron acumulándose hasta concluir en la feliz recuperación del estado de derecho y de justicia garantizado por la Constitución.

Fueron fundamentales las luchas clandestinas de los partidos políticos ilegalizados; la valiente posición de la Iglesia, simbolizada en la célebre pastoral de Monseñor Rafael Arias Blanco; las firmes protestas de profesores y estudiantes frente a los atropellos contra la Universidad Central de Venezuela y al Decreto que dispuso su intervención; el manifiesto suscrito el 27 de noviembre de 1957 por trece catedráticos de la Universidad Católica “Andrés Bello” (los trece conjurados, como en donosa crónica los denominó Martín de Ugalde), Oscar Palacios Herrera, Justo Pastor Farías, Santiago E. Vera, Arístides Calvani, Andrés Aguilar M., Gonzalo Pérez Luciani, Gustavo Planchart Manrique, Antonio Alamo B., Blas Lamberti, Rafael J. Alfonso, Celso Fortoul P., René De Sola, Gonzalo García Bustillos, y las recia actitud de su Rector Magnifico, el Reverendo Padre Pedro Pablo Barnola; la insurrección de las Fuerzas Aéreas, encabezada por los Mayores Martín Parada y Roosevelt Adrianza, y de las Fuerzas Terrestres dirigidas por el Coronel Hugo Trejo; el paro general del 22 de enero acordado por la Federación Cívica de Gremios Profesionales, presidida por el Dr. Antonio Requena, y —para detener una relación de muchísimos otros importantes capítulos— el manifiesto de los intelectuales y artistas, encabezado por Mariano Picón Salas, Miguel Otero Silva,Vicente Emilio Sojo, Isaac J.Pardo, Augusto Mijares. Luis Villalba Villalba, Mateo Manaure, Eleazar Díaz Rangel y suscrito conjuntamente por otros miles de ilustres venezolanos.

Ante las flagrantes violaciones de la legalidad democrática, de nada valen los artículos 333 y 350 de la Constitución si todos los ciudadanos no se movilizan y exteriorizan su oposición en todas las formas lícitas de lucha, manifestaciones mediáticas, marchas cívicas, negativa a cumplir disposiciones legales írritas, absoluto repudio a la arbitrariedad de los funcionarios, acciones judiciales de nulidad, referendos abrogatorios.

Por mi parte, no me cansaré de repetir que la democracia no es un régimen para personas indiferentes, apáticas y holgazanas. Desaparezcan pues los espíritus dormidos ,
los escépticos y los agoreros.

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