Opinión Nacional

Caño Mendoza

Ahora resulta que el Caño Copey entre Río Chico y Tacarigua ha perdido
su nombre. La iniciativa vino de la señora Lina Ron, presidenta del
Fondo Único Social del Estado Miranda, quien, como explicaron algunos
vecinos que respaldaron su propuesta, consideró que el nombre es
«sinónimo de atraso y pobreza». Seguramente creyó la señora Ron que el
nombre del caño era en honor al partido COPEI, y no hubo un alma
caritativa que le explicara que el Copey del caño no tiene nada que
ver con el partido político, porque para empezar ni siquiera se
escriben igual. Las siglas del partido demócrata cristiano terminan
con «i», mientras que el nombre del caño termina en «y».

Más allá de las letras, el Caño Copey debía su nombre a la mata de
copey, una planta de exuberantes flores y jugosos frutos, de ésas que
sólo se ven en los bosques tropicales lluviosos, alimento favorito de
tucanes y otras especies de aves. Clusia grandiflora es su nombre
científico.

Cuestión de justicia.

La señora Ron, en un acto simbólico entre la Gobernación de Miranda y
el FUS que ella preside, cambió el nombre de Caño Copey por Caño
Motta, en honor al general de brigada Luis Alfredo Motta, quien
durante el carnaval de 2005 salvó la vida de un joven que estuvo a
punto de ahogarse.

Me alegra saber que el general haya salvado una vida joven y útil, y
no quiero desmerecer su acción de ninguna manera. Pero en el Estado
Miranda hay quienes han salvado no una, sino miles de vidas. Siendo
éste el caso, el caño merecería llamarse de otra manera: «Caño
Mendoza», por ejemplo, en honor al Gobernador Enrique Mendoza, quien
salvó decenas de miles de vidas durante las inundaciones de diciembre
de 1999, a riesgo de su propia vida. Esto le consta a Venezuela
entera, pues lo seguimos a través de la televisión.

Lo recuerdo en el helicóptero, alertando a los vecinos con
desesperación que desalojaran sus casas por la avalancha de agua y
lodo que se les venía encima, mientras que miembros del gobierno
decían que ese mensaje era para impedir que la gente votara. Lo
recuerdo como una figura que había pasado muchas horas sin dormir,
metido en el barro. Ciertamente, el nombre de Enrique Mendoza siempre
saldrá a relucir como uno de los grandes héroes de esos días nefastos.

Ojalá que aquéllos a quienes benefició lo recuerden con gratitud. Los
pueblos con memorias cortas son pueblos cortos de futuro.

No conozco a Enrique Mendoza. Lo he visto en persona sólo una vez, en
un acto de la Organización Demócrata Cristiana de América hace dos
años. Jamás he cruzado palabra con él, y he estado en desacuerdo con
algunas de sus actuaciones. Pero creo que es un acto de justicia
reconocer su valentía y sentido de humanidad. Por eso propongo que si
oficialmente se va a cambiar el nombre de Caño Copey, se le ponga el
nombre de «Caño Mendoza».

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