Opinión Nacional

Capriles hace lo que debe… ¿y nosotros?

El cabo le habló a su comandante: «Listo mi Teniente. Alfa y bravo ya están en línea». El jefe del pelotón raudo y sorprendido le contestó: «Quien le dijo que los formara en línea. ¡Dónde y a quién vamos a asaltar! Regrese de inmediato y colóquelos en cuña, que el terreno sigue difuso». El cabo-confundido-regresó a su pelotón y los vio en descanso. «No hay nada que hacer. Mi comandante se quedó dormido. Todos a la cama», sentenció (¿?).

Nadie que sea operador de mando quiere ser responsable de una derrota. Mientras podamos relajar las cosas, mejor. Historia miserable de sociedades apocadas, mediocres y depauperadas por su galbana. Mitos de poder y de riqueza que se diluyen en falsos imaginarios… El perro que se muerde la cola, pretendiendo que no es la suya. Son reflexiones que vienen a cuento a raíz de una larga sesión de cultura comparada en la UQAM (Université de Québec a Montréal), revisando la fascinante historia de Québec. Poco de mitos. Nada de indisciplinas… Valores profundos -admirables- que le permitieron defender y mantener su cultura… desde la llegada de Jacques Cartier en 1535 a la Ville de Mount Royal, pasando por la fundación de Québec y la Nouvelle France por Samuel De Champlain (1608), hasta The Quite revolution de Jean Lesage, Henri Bourassa y Rene Lavesque (1960 a 1980/ Partido liberal Québécoises). Obstinados lugareños que jamás conocieron de victorias con las armas pero poco de derrotas con la palabra. Valores de perpetuidad cultural que convirtieron a unos colonos francófonos famélicos, lánguidos e iletrados en una sociedad moderna, educada y pujante, bajo la triada de las tres cuñas: arraigo, perseverancia y carácter.

La prosapia francesa se impuso en Québec porque aman su ancestralidad, se organizan para preservarla y han sido leales a un liderazgo auténtico que los condujo al progreso de una raza. Fueron derrotados militarmente pero no moralmente. Más pudo la fuerza de su identidad que la banalidad de un imperio (el británico)… Cuánto tenemos que revisar los venezolanos sobre nuestras identidades, nuestras empatías y nuestra disposición al orden. Tanto que repensar de nuestra debilidad ancestral y nuestra inclinación improvisa, violenta y pícara. Vamos como «pelotones en línea» con apariencia de frontalidad y asalto, cuando en realidad estamos pegados a un espejo o si acaso, a un retrovisor viendo en retroceso…

En 1963 René Lavesque, ministro de Recursos de Québec, nacionalizó la energía eléctrica. Nace Hydro-Québec, hoy base fundamental de la economía de la región y la mayor generadora de energía del mundo. En estos tiempos se hablaría de comunismo. Pero la diferencia no ha sido estatizar o privatizar para ser eficaz. Ha sido servir y rendir cuenta, sin corrupción y con sentido ponderado de lo público. Hoy Hydro-Québec suministra electricidad a toda la provincia (con tarifas moderadas), a gran parte de Ontario y Noreste de EEUU, incluyendo NY. Bajo este esquema las revoluciones aun siendo tranquilas triunfan. Pero bajo nuestro modelo, la anarquía y la represión subsisten infinitamente, porque cabalgan perversamente sobre la frustración del contrario, la corrupción y la permisividad.

No dudo que Capriles está haciendo lo que tiene que hacer. Mantiene un discurso contundente, recorre día a día y metro a metro el país (y el mundo), y desconoce un gobierno que lo despojó del triunfo. Además lo hace con una frontalidad, como pocos lo han hecho. ¿Qué no termina de pasar lo que queremos que pase? En política -recuerda Maquiavelo- más interviene la fortuna que la anticipación del príncipe. Pero el alea también se controla si los pueblos deciden movilizarse. ¿Lo hacemos los venezolanos? ¿Hemos trabajado sólidamente, solidariamente? ¿Comportamos una misma identidad? ¿Tenemos disposición de sacrificio? ¿Confiamos los unos en los otros? ¿A qué le teme Capriles cuando recula? ¿A sus adversarios o a sus seguidores?

Capriles ha sido el único candidato de oposición desde la llegada de Chávez, que ha demostrado disposición de sacrificio (a extremos de inmolación) para combatir al chavismo. Y lo derrotará. Pero no solo. Nadie piense que es tarea de un hombre ¿Qué se equivoca? Claro. Es humano. Pero ha aprendido a ripostar con una madurez como pocos han sabido hacerlo. Un hombre que dejó hace poco de ser muchacho, adoptando una virtud esencial, en un país embriagado de odios, desconfianza y soberbia: humildad. Y nosotros, ¿qué hacemos? ¿Verle, escucharle o acaso reclamarle?

El Capriles de hoy no es el mismo que fue a la embajada de Cuba, estuvo preso en El Helicoide, confrontó a Chávez o derrotó a Maduro. Es un hombre que ha evolucionado. Que acepta críticas como poco lo toleran sus seguidores… Hay voces del liderazgo intermedio de oposición que no están funcionando, que no llegan. La articulación nace por casa, y urge revisar los procesos de reintegración ciudadana e incorporación de liderazgos de base. No somos quebequenses, lo sé. Pero me basta con el valor libertario y gentil de la venezolanidad.

Que nadie se marche a la cama. Capriles sigue en el frente. El terreno se mantiene siendo difuso… pero despejará. Sigamos con él.

 

 t @ovierablanco

 

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