Opinión Nacional

Carecemos del sentido de ciudadanía II

Muchas manifestaciones de la vida expresan nuestra carencia de ciudadanía. Quizá una de sus más evidentes expresiones la encontramos en el tráfico: es trágico ver y padecer cómo la circulación de vehículos en nuestras ciudades, especialmente en la Capital, se hace más lenta, pesada y difícil como consecuencia del comportamiento individualista de la mayor parte de los ciudadanos, sean conductores o peatones: cuando se llega a una intersección, no nos detenemos al ver que en la inmediata calle el tráfico esta detenido por la cantidad de autos, camionetas y camiones que la ocupan, sino que pasamos si la luz del semáforo es verde, sin percatarnos de que vamos a obstruir la circulación perpendicular y sin tener en cuenta que, en el próximo cruce, tendremos que detenernos porque otros han hecho lo mismo que acabamos de hacer y que ello, realizado por todo el conjunto de los conductores, en actos semejantes, determina que el tráfico se haga mucho más lento de lo que es, con perjuicio general para todos: Es desconocer la importancia y significado del Bien Común que redunda en el Bien personal. Lo mismo puede decirse de los autobuses que no respetan las olvidadas “paradas” y se detienen para tomar y bajar pasajeros en cualquier sitio; de los peatones que hacen caso omiso de los semáforos y líneas para pasar las calles y, por supuesto, de los motociclistas que se lanzan velozmente, por calles y autopistas, con abuso e irresponsable riesgo de la propia vida.

La ya referida Conferencia de Moisés Naim en el IESA contiene una frase muy significativa, pues expresa un quehacer urgente en nuestra realidad del presente:

“No debe haber reto mayor para la Venezuela de estos tiempos que romper con la apatía y la indiferencia hacia cualquier esfuerzo dirigido al bienestar colectivo.”

Es un quehacer de todos y cada uno de los venezolanos, que nada tiene de imposible; de algunas manifestaciones del mismo, tenemos grandes ejemplos: El imponente valor y significado universal que significan los esfuerzos realizados por el promotor, músicos y tantas personas que se dedicaron a conformar ese formidable ejemplo y sorpresa universal que es el conjunto de Orquestas Sinfónicas, integradas por jóvenes entregados a asumir el reto de convertirse en actores musicales de alta categoría. Y si queremos citar otro ejemplo de los días presentes, sea el reto asumido por quienes, con paciencia y tesón, fueron trabajando para organizar y elevar el nivel futbolístico personal y colectivo de la Vino Tinto, que, en estos días y ante la situación critica que vivimos en nuestro país, nos ha llenado de alegría a todos los venezolanos.

Si esas -y muchas otras grandezas- se han podido hacer, quiere decir que si se puede.

¡Si! Podemos superar carencias, vencer limitaciones y transformar, en poco tiempo, esta situación de país en camino de un ulterior y mucho peor subdesarrollo, para hacer de Venezuela, más que Nación de primer mundo, bendita “tierra de gracia”.

¿Qué hacer?

Bien lo expresó Naim en su ya citado discurso del IESA: Se trata de “recuperar o asumir, por primera vez, el rol de ciudadano en el país que es de uno … única manera de reducir las posibilidades de las tendencias despóticas y totalitarias que, a pesar de todas las experiencias históricas, aún pululan entre nosotros, disfrazadas de cinismo y amparadas por la apatía y la indiferencia.

¡Estas palabras de Naïm son de 1990!

En la obra “País Archipiélago. Venezuela, 1830-1858”, el historiador Elías Pino Iturrieta incluyó textos publicados en el periódico El Mercurial de Valencia de 1831, después de consumada la desaparición de la Gran Colombia, cuando Venezuela asumía vida de República independiente.

Uno de esos textos, de fecha 10 de marzo, vale la pena tener conocimiento pues pareciera destinado no a los venezolanos de la naciente Cuarta República (que por cierto se inició en 1830 y terminó el 28 de mayo 1864, cuando la Nación fue denominada Estados Unidos de Venezuela por la Constitución sancionada ese día por el Congreso) de entonces, sino para todos los compatriotas de hoy:

“La felicidad no puede salir de las acciones del gobierno, como pensaban hasta hace poco los venezolanos. La felicidad sale de los interesados, y únicamente de ellos, que pueden reclamar a la autoridad política los elementos para lograr el propósito, como es su obligación. Una obra como la que comienza, garantiza su existencia en la voluntad de los ciudadanos, cuyo interés debe ser, primero, la industria constante; después, la vigilancia de la administración para que la autoridad proteja el fruto de la industria y le permita el crecimiento en que se apoye la subsistencia y florezcan los placeres ganados de la industria.”[1]

El sólo propósito de nuestros compatriotas, de así cambiar de actitud de vida, comenzará a desmontar estructuras del atraso cuyas raíces se esconden en profundidades de tiempos primeros de nuestra historia, tales como el rechazo al trabajo productivo; el facilismo; la pertenencia a pequeños y cerrados grupos sociales primarios de pertenencia, directamente vinculados a lo que el P. Alejandro Moreno ha llamado “Familia matricentrada”.[2]

Ese cambio de actitud de vida tiene que iniciarse saliendo de la cárcel que encierra en el propio Yo y somete la vida y la realidad toda a los dictados del ego de cada cual. Salir de tal cárcel permite descubrir la presencia del Otro, a quien se le descubre como semejante, lo que conduce a compararlo con la propia realidad personal y a descubrir que, como ocurre en el interior de la propia persona, en el del Otro no son diferentes los problemas, ansiedades, esperanzar, angustias y consuelos.

Tal es la gran tarea que, como irrenunciable deber, se impone, hoy a la conciencia de todos los venezolanos, más allá de todo “ismo”, sea éste rojo, blanco, verde, amarillo, azul, ..etc.

Si todos diéramos ese paso, avanzaríamos sorprendentemente en la superación del todo social, abriendo la Patria a la integración, la armonía, el respeto y la solidaridad, bienes inestimables de los cuales carecemos.


[1] EL MERCURIO N° 3, 10 de Marzo de 1831. Cit, Pino Iturrienta, Elias. “País Archipiélago. Venezuela 1830-1858” – Fundación Biggot, Caracas 2004.

[2] Moreno, Alejandro. “La familia popular venezolana” Publicaciones UCAB (Serie: Temas de formación sociopolítica), 3ª Edición, Caracas, 2007.

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