Opinión Nacional

Carta a los intelectuales del mundo

Queridos amigos, conocidos y desconocidos:

Hace ya muchos años, cuando Fidel Castro llegó al poder en Cuba, la inmensa mayoría de los intelectuales de nuestro mundo creyó que en aquella isla se abría un período de maravillas, en el que un pueblo nuestro alcanzaría la felicidad, quizás una felicidad como la que soñó una vez Tomás Moro y que hasta entonces se había creído inalcanzable. Muchos pensábamos que Joseph Stalin había hecho imposible que eso se cumpliera en la Unión Soviética, pero en Cuba era otra cosa, porque era otro pueblo, otra gente, otra alegría. Poco a poco esa esperanza se fue desvaneciendo, hasta morir de angustia y tristeza hará unos veinte o diez años. Diego veinte o diez, no lo sé, porque todavía en 1980, cuando visité por varios días la isla, creía que en ella se estaban cumpliendo aquellos sueños que fueron míos y de casi todos. Pero fue entonces, al verificar el obsceno culto a la personalidad de Castro y al ver en los ojos de los cubanos el miedo y una profunda tristeza, cuando entendí que el sueño había muerto aplastado por la burocracia, el afán de poder de unos pocos y la brutal violencia de algunos. No había en Cuba, cuando la visité por última vez, posibilidad de sueño alguno, ni mucho menos de felicidad. Había un gobierno brutal, que aplasta cualquier posibilidad de vida real y condena, con la torpe ayuda de la política norteamericana, a todo un pueblo a la desdicha, a una desdicha cargada de desesperanza, que es exactamente lo contrario de lo que habíamos anhelado para el pueblo de Cuba.

Hace seis años, en Venezuela, se anunció el inicio de una «Revolución bonita», encabezada por un militar, el teniente coronel Hugo Chávez, que con su verbo y sus promesas había logrado conquistar la voluntad de la mayoría de los venezolanos. Entre ellos, la mayoría de los intelectuales. Pero no se requirieron veinte o treinta años para que casi todos los intelectuales y los artistas de Venezuela se dieran cuenta de que la «revolución» de Chávez era una farsa. La corrupción administrativa, la deshonestidad, la borrachera de poder, el empobrecimiento colectivo a pesar de los enormes ingresos petroleros, la persecución de los intelectuales opuestos al estado de cosas imperante en el país y, sobre todo, la multiplicación de los males contra los que toda nuestra vida hemos querido combatir, han hecho que casi todos, si no todos, los verdaderos intelectuales u artistas de Venezuela, tal como la inmensa mayoría del pueblo de Venezuela, repudie a Chávez y su gobierno, que encabezan una de las más grotescas y confusas «revoluciones» del mundo, signada por la falta de grandeza y un espíritu abiertamente militarista y fascistoide que nada tiene que ver con nuestros sueños.

El 15 de agosto se llevará a cabo un Referéndum Revocatorio en Venezuela, en el que se debe decidir si se le quita al teniente coronel Chávez el mandato que le dio la mayoría en 1998. El gobierno, que tiene confiscados todos los poderes públicos, ha hecho todas las trampas y trucos posibles para evitarlo, porque tanto Chávez como sus seguidores saben que están perdidos. Sólo la presión internacional y una voluntad inquebrantable de la mayoría de los venezolanos los obligó, finalmente, a aceptar que se llevara a cabo la consulta. Pero es evidente que tratarán de hacer fraudes y trampas. Y es por eso que les escribo, no sin angustia, para pedirles que apoyen a sus hermanos venezolanos en este trance. Que no permitan que el pueblo venezolano, y en especial sus intelectuales, queden aplastados por la bota militar de Chávez y condenados a una tristeza que no es justa.

Me atrevo a pedirlo en nombre de nuestros sueños, que, al fin y al cabo, son los que nos han permitido escribir novelas y cuentos, y poesía. Y hacer obras plásticas y música. Y seguir soñando con que algún día lograremos lo que nos han impedido con su fuerza bruta los Stalin y los Castro y los Chávez del mundo.

Reciban todos un abrazo solidario de quien sueña con seguir soñando

Caracas, agosto de 2004.

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