Opinión Nacional

Carter y el CNE

El Centro Carter ha realizado 65 misiones de observación electoral en más de 40 países. Esta es la más cuesta arriba. ¿Por qué será?

Hasta no hace mucho, Venezuela era un país exportador de «know-how» electoral. Con todas las fallas y vicios de nuestro sistema y tradición eleccionaria, tanto en América Latina y más allá se valoraba en positivo la experiencia adquirida en cerca de 20 consultas nacionales a los largo de 4 décadas.

En 1998, por ejemplo, se pasó de la votación manual a la automatizada sin mayores contratiempos. Cuando en EEUU menos del 30% de los sufragios para una contienda presidencial se procesaban de manera electrónica, en Venezuela la cifra alcanzaba el 90%.

Al respecto debe reiterarse que en las 10 elecciones presidenciales entre 1958 y 2000, en 7 triunfó la oposición. Ello significa que el sistema electoral era garantía de alternancia política. Lejos de funcionamiento óptimo, ciertamente, el viejo CSE y el nuevo CNE podían cumplir sus obligaciones legales de acuerdo a los estándares internacionales.

Todo ello comenzó a deteriorarse a partir del arribo miraflorino del señor Chávez. Ya en julio de 1999 se celebraron unas elecciones para diputados a la Asamblea Constituyente conforme a un método resueltamente anti-democrático. ¿Se acuerdan del kino? La oposición obtuvo el 40% de los votos y sólo logró «elegir» 7 de los 125 constituyentes.

Menos de un año después, en mayo de 2000, ocurrió la «mega-plasta» del 28, 28, 28… Por primera vez en 42 años un proceso electoral tenía que suspenderse por obra y gracia de un CNE tan chimbo en lo «técnico» como obsecuente en la político. Un apéndice, pues, de Miraflores.

Ahora estamos en la recta final del vía crucis revocatorio. Un año completo de contramarchas y enredos para efectuar la consulta más elemental que se pueda concebir. En estos 12 meses el CNE ha explorado todos los vericuetos imaginables para complicar las cosas. Asistido, claro está, por la inefable Sala Constitucional del TSJ.

Profusión de reglamentos, instructivos y normativas. Aplicación retroactiva de sus propias disposiciones. Desacato convicto y confeso a sentencias de la Sala Electoral. Torpedeo sistemático a las misiones de observación internacional. Manipulación sin precedentes del registro electoral. Discriminación a los electores del exterior. Migración de votantes. Sustitución innecesaria del sistema de votación.

La lista continúa hasta el surrealismo, pero lo más «habilidoso» es que cada uno de los pasos se reviste con un brochazo de legalidad. Hasta el punto que el Dr. Carrasquero ya se siente vestido con la toga de magistrado supremo.

Una de las manifestaciones más notorias de la satrapía chavista es la descomposición del llamado «Poder Electoral». Al mismo tiempo, la expresión más notable de la cultura democrática de la sociedad venezolana es, precisamente, que no se ha dejado doblegar por ello. El RR del 15-A será crucial. El papel de la OEA y el Centro Carter, también.

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