Opinión Nacional

Caudillo, militarismo y partidos

Las sociedades atrasadas se caracterizan por la debilidad o inexistencia de los partidos políticos y la fortaleza del militarismo y del caudillo carismático. El militarismo es una degeneración de la profesión militar, una ampliación hipertrófica y patológica de su campo de acción, Samuel Huntington lo definía como “pretorianismo” militar.

En el siglo XXI, el militarismo es una cualidad típica de fuerzas armadas de opereta, ineficientes y corruptas. Las fuerzas armadas eficientes de las democracias “civilizadas”, en todos los sentidos de la palabra, son profesionales, apolíticas, obedientes y no deliberantes, por eso son respetadas por sus pueblos. Humberto Eco nos recuerda que una característica típica de lo que él denomina el fascismo eterno es el culto al héroe. Todos deben aspirar a ser héroe, pero en la práctica sólo unos pocos están predestinados al heroísmo y uno sólo es el líder salvador y fundador del “Nuevo Orden”, el superhombre (“ubermensh”) de Nietzche, uno de los padres intelectuales del fascismo.

En cambio, “bienaventurados los pueblos que no necesitan héroes” afirmaba Bertold Brecht. Las democracias tienen instituciones fuertes y no hombres fuertes. “Los hombres desaparecen, las instituciones permanecen” decía Jean Monnet, uno de los creadores de la Unión Europea”. En las democracias, el Congreso, los tribunales y los partidos políticos son instituciones fuertes. En particular, los partidos políticos se fundamentan en doctrinas, valores y programas. En cambio, en las sociedades atrasadas y primitivas, los partidos y movimientos se fundan alrededor de un jefe máximo y único, generalmente rodeado de “chupamedias”, adictos al “culto de la personalidad”. Por eso el partido asume el nombre del líder: somocismo, trujillismo, peronismo, perezjimenismo, nasserismo, chavismo etc.

En la oposición venezolana, algunos claman por un líder y otros se dedican, con ingenuidad y /o estupidez, a formar grupitos y grupúsculos en las urbanizaciones de clase media. Para enfrentar al cuadillo militarista y mesiánico, lo que se necesita son pocos partidos políticos fuertes y disciplinados, que sepan “patear los barrios” y transmitir un mensaje de esperanza a los crecientes desilusionados del futuro, pero inexorable, fracaso del proyecto autoritario. Los líderes surgen, no se inventan, mientras tanto es urgente y necesario reagrupar y reorganizar a los partidos políticos.

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